Los precios del alquiler tocan máximos en todas las ciudades
Los importes suben con fuerza tras la pandemia y todos los municipios españoles de más de 50.000 habitantes igualan o superan su récord histórico
No hay quien se salve. La queja de muchos inquilinos de que los alquileres están más caros que nunca ha dejado de ser una sensación para convertirse en una realidad. Datos facilitados a EL PAÍS por la consultora urbaData Analytics (uDA) muestran que todos los municipios españoles de más de 50.000 habitantes se encuentran en su rango de precio máximo o muy próximo a él. Si la pandemia supuso un alivio temporal en el coste de los alquileres, que cayeron por efecto de la menor actividad económica, con la recuperación todas las ciudades han vivido un nuevo auge. Ninguna tiene un importe por debajo de su récord histórico en precio unitario (redondeado sin decimales) por metro cuadrado. En algunas urbes, como Madrid, Bilbao o Sevilla, esto significa que las casas han vuelto a igualar o se han acercado mucho a lo que valían en 2019. Pero en la mayoría se han batido plusmarcas recientemente: más de la mitad han tocado techo en los dos últimos años; y casi cuatro de cada 10, como ha pasado en Barcelona, Valencia o Málaga, lo han hecho en este 2022. Expertos como Jordi Bosch, director del Observatorio Metropolitano de la Vivienda de Barcelona, creen que España vive una “emergencia habitacional que se está cronificando”. De media, en el país se pagan 11 euros por metro cuadrado (una renta de 880 euros por un piso de 80 metros).
Además de prolongarse en el tiempo, los problemas con el alquiler también se expanden. Lo ha podido experimentar la gallega Lucía García. Con 18 años, llegó a estudiar a Madrid en septiembre. Su primer impulso fue buscar alojamiento en la capital, pero pronto vio que su presupuesto, con un tope de 400 euros y dispuesta a compartir piso, se quedaba corto. Buscó entonces en Alcorcón, una localidad del área metropolitana donde está su universidad, pero tampoco tuvo suerte. “Me veía a 10 días de empezar las clases y sin casa, estuve toda una mañana llorando. Contactaba con agencias o particulares y ya estaba todo cogido”, recuerda. Al final encontró una habitación en Getafe, otra localidad al sur de Madrid, donde paga 420 euros más el gasto de la luz. Tanto Alcorcón como Getafe figuran entre los municipios donde los arrendamientos han alcanzado su pico en el tercer trimestre de este año, ambas con 10 euros por metro cuadrado.
Es difícil encontrar patrones comunes. Las ciudades donde se aprecia una mayor tensión de los arrendamientos en este 2022 abarcan capitales provinciales, grandes urbes y núcleos medianos o pequeños de 12 comunidades diferentes, además de las dos ciudades autónomas. Los indicadores obtenidos con el software de análisis inmobiliario Pulse, en el que uDA introduce datos de diferentes fuentes públicas y privadas, refleja incrementos de precio superiores al 10% durante el último año en 72 municipios. Ibiza, el más caro de España con 22 euros por metro cuadrado (lo que significa que por un piso de 80 metros se pedirían 1.760 euros de renta), es también el que más ha subido: alquilar allí en el tercer trimestre de este año era un 30% más caro que en el mismo periodo de 2021. Las mayores subidas se observan con más frecuencia en ciudades de la costa mediterránea que tienen un fuerte componente turístico, pero no faltan localidades de interior, y de tamaño modesto, como Cuenca, Cáceres o Ciudad Real.
Otras estadísticas coinciden. “El precio del alquiler alcanza su nivel máximo histórico, con una tendencia alcista”, sintetiza María Matos, jefa de Estudios de Fotocasa, que habla a partir de los datos, también de oferta, que maneja el portal inmobiliario. Según esos registros, añade Matos, el mercado de arrendamientos “lleva nueve meses consecutivos recuperando terreno [respecto al bache de la pandemia] y presenta las mayores subidas de su recorrido desde que existen registros”.
La foto general es la de cada vez más inquilinos haciendo equilibrios para llegar a fin de mes. Un 15,7% de la población española vivía de alquiler a precio de mercado en 2021. Eso equivale a unos 7,4 millones de personas. Cuatro de cada 10 están sobreendeudados por la vivienda, como Eurostat define a los ciudadanos que necesitan destinar más del 40% de sus ingresos a pagos relacionados con la casa, lo que convierte a España en el cuarto país de la UE con más arrendatarios en una situación financiera comprometida. Entre quienes tienen casa en propiedad y pagan hipoteca, solo el 3,7% se encuentran sobreendeudados. El desequilibrio es evidente. Y para Héctor Simón, director de la Cátedra Unesco de Vivienda en la Universitat Rovira i Virgili, también supone un peligro: “Lleva al riesgo de ir creando progresivamente una indeseada sociedad de ricos propietarios y pobres inquilinos”.
Javier Pereda, asturiano de 28 años, es funcionario de la Agencia Tributaria con plaza en Getafe y señala tener unos ingresos de unos 2.200 euros al mes. Pero esa cantidad no es suficiente para salir de ese grupo de inquilinos a los que la casa les supone un coste excesivo. Vive solo en un piso por el que paga 800 euros al mes. Si se le suman los gastos en agua, luz, gas e internet, sobrepasa fácilmente el límite del 40% de su sueldo. Y la coyuntura económica, con la inflación al 7,3% según el dato adelantado de octubre, no ayuda. “Si antes gastaba unos 180 euros al mes en la compra, ahora igual son 250 euros tranquilamente”, relata. “En el trabajo lo comentamos, porque a pesar de tener trabajo fijo, si quieres acceder a la compra de una vivienda no te queda para ahorrar para la entrada”, continúa, “podría pagar un piso toda mi vida, pero igual nunca llego a tener uno”.
¿Cómo ha llegado el mercado de alquiler a esta situación? En el cóctel de razones, Bosch cita desequilibrios de oferta y la demanda, la evolución demográfica, el endurecimiento del acceso al crédito hipotecario desde el estallido de la burbuja de principios de siglo, la entrada de fondos de inversión que se especializan en un determinado segmento de pisos, la turistificación y, más recientemente, las tensiones inflacionistas. En suma, mucha más gente (el porcentaje de inquilinos en España ha subido tres puntos en los últimos 10 años) que necesita alquilar porque no puede comprar y que se tiene que conformar con lo que hay. Liher Bravo, de la inmobiliaria Areizaga, asegura que en San Sebastián la demanda “se ha mantenido constante durante los últimos años, pero la cantidad [de pisos] que se ofrecen se está reduciendo”. Lo achaca en buena medida al auge de la vivienda destinada al turismo, “una actividad que está creciendo mucho y está tensionando el mercado”. Pero también apunta que “muchos pisos que antes se ofrecían en alquiler han pasado ahora al de venta”.
Los problemas no son exclusivos de España —”hay una crisis de asequibilidad de la vivienda en el conjunto de Europa”, razona el director del Observatori barcelonés— pero sí cuenta con particularidades que hacen el problema todavía más sangrante. “Un elemento característico es la debilidad de nuestra política de vivienda, históricamente centrada en la propiedad y en la que el alquiler social nunca ha sido un pilar”, critica. Con solo un 2,5% de pisos destinados al arrendamiento para hogares vulnerables, España queda muy por debajo de la media continental del 8%, y todavía más lejos de la mayoría de los países nórdicos o de Europa Occidental.
Simón, de la Cátedra Unesco, coincide en que “la política de vivienda multinivel en los últimos 15 años ha sido errática”. Y abunda en que eso ha llevado “a la precarización del acceso a la vivienda”, con familias que comparten piso porque no tienen más remedio o el alquiler de espacios que no reúnen unas condiciones de habitabilidad mínima. Los más perjudicados han sido los más jóvenes: “Entre 2011 y 2020 la tasa de propiedad de los hogares encabezados por menores de 35 años ha caído del 69% al 36%”, recuerda el profesor, quien habla abiertamente de una “burbuja del alquiler” y recuerda que “no hay soluciones mágicas a problemas complejos”.
Tampoco parece sencillo poner de acuerdo a inquilinos y caseros, más allá de que no les gusta el proyecto de ley de vivienda que se tramita en el Congreso. A los primeros, los controles de rentas que prevé (con límites para grandes propietarios y en áreas declaradas previamente tensionadas) les parece poco. A los segundos esto mismo les parece demasiado. María Andreu, directora general de Asval (Asociación de propietarios de vivienda en alquiler, que agrupa desde particulares hasta grandes empresas con miles de pisos) relaciona la subida de precios con la escasez de viviendas para arrendar. Pide “seguridad jurídica y un marco regulatorio estable que fomente el crecimiento de la oferta” además de “colaboración público-privada” para abonar el alquiler social.
Carme Arcazo, del Sindicat de Llogateres de Barcelona, cree que “se hacen trampas al comparar la oferta de 2022 con 2021 cuando en Cataluña vemos, por las fianzas que se depositan, que las firmas son parecidas a las de 2019″. Es decir, una vuelta a la normalidad que pone en evidencia problemas estructurales del mercado inmobiliario español. Uno importante, para ella, es el desequilibrio entre quien busca casa y quien tiene una para alquilar. “En el momento de entrar en un piso es espectacular: se dice que es un contrato libre entre dos partes, pero la realidad es que al inquilino se le imponen unas condiciones. Y o las toma o las deja”.
A Aleix Navarro, de 22 años, lo contrataron como responsable de caja en un supermercado en Barcelona hace dos días, y empieza el miércoles. “Me han hecho indefinido, pero aún no he empezado y no tengo nóminas que presentar”, explica. Asume que tendrá que presentar un aval que le dará su abuela “como siempre”. Es de Sant Carles de la Ràpita (Tarragona), se está formando como actor y ha vivido en el pasado tanto en Madrid como en la capital catalana, donde ahora vuelve. Pero esta vez trae mochila: dos gatos que ha adoptado. “De entrada busco un piso para mí solo, porque será más fácil por los gatos, pero hay que vender un riñón”, cuenta desanimado. “He visto estudios de 25 metros cuadrados donde te piden más de 2.000 euros solo de entrada”. Ante ese panorama, busca simultáneamente una habitación en un piso compartido: “Es un poco frustrante, si encontrar trabajo no me costó, ¿por qué es tan difícil encontrar piso?”.
El futuro de quienes necesiten alquilar en los próximos tiempos no pinta nada halagüeño. Según Manuel Cacho, director de Soluciones de uDA, los últimos anuncios del Banco Central Europeo (BCE) no solo son una mala noticia para quienes tienen hipoteca. “La contracción del stock de vivienda en alquiler, sumada a la inflación y la subida de los tipos, disminuyen la capacidad de las familias para acceder a la compra de vivienda, por lo que han trasladado una presión adicional al mercado de alquiler”. Por eso en la consultora no ven una inflexión a corto plazo: “Prevemos que el crecimiento de los precios se desacelere, pero no esperamos una bajada”, analiza Cacho, quien admite que también influirá la evolución del mercado laboral. Coinciden expertos como Bosch, quien cree tanto si los precios siguen subiendo, como si caen porque los inquilinos tienen menos ingresos, “sin una política de vivienda no saldremos de la emergencia y se agudizará aún más la fractura social”.
Ibiza
Alquileres que terminan en abril o que exigen pagar un año por adelantado
Por Lucía Bohórquez
“Estudio de 41 metros cuadrados con balcón en una segunda planta por 650 euros al mes”. Es el anuncio del piso más barato que se publicita en Ibiza en uno de los portales inmobiliarios más conocidos del país. En comparación con otras ciudades, podría no parecer tan excesivo. Pero tiene trampa: el contrato solo se hace por seis meses y el precio varía según la época del año, llegando a los 900 euros entre marzo y octubre. Como este, la mayoría de los apartamentos por debajo de los 1.500 euros solo se alquilan los meses de invierno y los caseros les ponen las maletas en la puerta al inquilino a partir de abril, cuando prefieren arrendarlos a turistas y obtener mayor rentabilidad en menos tiempo, a pesar de las restricciones de la normativa autonómica y de la moratoria para nuevas plazas de alquiler vacacional.
“He llorado mucho por culpa de esta situación, que te llena de impotencia”, explica Isaac Molina, ibicenco de 43 años, que vive en casa de su madre con su pareja y sus tres hijos. Entre ambos superan los 3.000 euros de ingresos al mes y tienen contratos como fijos discontinuos, pero las exigencias de los arrendadores son tantas y la vivienda para todo el año tan escasa, que les es imposible independizarse. El último piso que visitaron, de tres habitaciones por 1.700 euros mensuales, exigía a los inquilinos dos años de contrato fijo y un desembolso inicial cuantioso. “Me parece lamentable que se ofrezcan habitaciones compartidas por 500 euros o pisos de una habitación por 1.400 euros. Las Administraciones tienen que darnos una solución, hay que incentivar a los ibicencos de alguna manera, yo pienso en el futuro para mis hijos y me dan ganas de llorar”, dice indignado. Muchos amigos de su quinta se han marchado a la Península en busca de una situación mejor y, aunque él lo descarta porque no quiere abandonar su vida, no ve un horizonte de mejora a corto plazo.
Ibiza es la ciudad más cara de España: 22 euros por metro cuadrado (lo que supone pagar 1.760 euros por un piso de 80 metros). Y la que más se ha encarecido: alquilar allí este tercer trimestre era un 30% más caro que el año pasado. En la anterior crisis, cuando todas las ciudades cayeron, Ibiza aguantó. Y, desde entonces, no ha parado de subir.
Los grupos de Telegram y Facebook en busca de pisos o habitaciones en la isla son un hervidero de mensajes diarios. Personas que buscan unirse sin conocerse para intentar alquilar o usuarios que manejan presupuestos muy elevados para hacerse con una vivienda para todo el año. Juan Carlos Martín llegó en verano desde Galicia para hacer las prácticas de un máster y le ofrecieron trabajo al acabar. Sorteando estafas en portales inmobiliarios, ha logrado alquilar un apartamento por 1.000 euros al mes que tendrá que dejar el 27 de abril. “No encontré ninguna posibilidad de alquilar para todo el año. Solo había dos opciones, o un alquiler hasta abril o quedarme en la calle”, explica. Ha tenido que pagar los seis meses de estancia por adelantado, además de la fianza y los gastos, lo que ha consumido sus ahorros. Aun así, y viendo el panorama, cree que ha tenido suerte: “Tengo compañeros que pagan 700 euros por vivir con otras cuatro personas compartiendo la cocina y el baño. Ya veremos lo que pasa a partir de mayo”.
Para Fernando Ruiz, jardinero de 44 años, la situación ha llegado a un punto de no retorno. Lleva 21 años residiendo en Ibiza y actualmente vive en casa de una amiga, pero cree que a finales de noviembre dejará la isla para emprender una nueva vida en Tenerife, donde los costes de la vida son menores. “Alquilar solo es imposible, piden entre 1.200 y 1.400 euros por estudios de una habitación. El 90% de los alquileres lo llevan agencias que exigen dos meses de fianza, el mes en curso y, en algunas ocasiones, un aval bancario, con lo que tienes que desembolsar 6.000 euros de golpe”. Tiene amigos con trabajo que se han visto abocados a dormir en el coche o en la calle y acusa a las Administraciones de no atajar la situación limitando los precios. “Lo pongo todo en una balanza e Ibiza ya no compensa”, concluye.
Girona
“Asusta un poco, nunca habíamos visto aumentos de dos cifras”
Por Marta Rodríguez
La subida de los precios de los alquileres se ha disparado también este año en Girona. “Estamos recogiendo datos del semestre y creemos que llegaremos a un incremento anual del 10%”, asegura el presidente del Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria de Girona, Joan Company. El precio del metro cuadrado se ha situado en 10 euros (la mensualidad media del alquiler por un piso de 80 metros es de 800 euros). “Asusta un poco, nunca habíamos visto un aumento de dos cifras”. Según los datos de uDA, ya lo superan con un crecimiento anual en el tercer trimestre del 11%. La ciudad, que ha pasado de 99.013 habitantes en 2017 a 103.369 en 2022, ha visto cómo el escaso parque de alquiler, limitado por la imposibilidad de crecer y agravado por el aumento de viviendas de uso turístico, ya no da más de sí. Las tensiones entre una oferta baja y una demanda en alza han desequilibrado el mercado.
A esto se añaden otros factores característicos, como que es una localidad universitaria (los estudiantes alquilan unos 2.000 pisos, casi siempre de más de cuatro habitaciones) y que es un destino tradicional de ciclistas profesionales. En 2018 vivían en Girona y el entorno más de 170 corredores, directivos, fisioterapeutas y mecánicos. Ahora son muchos más. Y con un alto poder adquisitivo, que ha provocado que en el Barri Vell, donde se concentran, haya pisos de 40 metros cuadrados a 2.500 euros al mes. La tendencia también afecta al turismo del golf, por su cercanía a campos importantes.
Muchos como Berta Pérez, de 28 años, no ven otra solución que la compra. En 2016, tras una ardua búsqueda, alquiló en el barrio de la Devesa por 510 euros. “Con la revisión en 2021, el contrato me subió a 630 euros y previendo que me subiría también este año y me haría asumir mejoras como el cambio de caldera, por primera vez me planteé comprar”, explica. “Vi que a la larga me saldría a cuenta”. Y lo hizo.
Enric Romero, de 55 años, y su pareja pusieron su piso a la venta con la intención de dejar la provincia en unos años y vivir hasta entonces de alquiler. Se lo compraron al instante. El problema llegó a la hora de alquilar. “Miramos alguna cosa, nada aprovechable. Por conocidos hemos tenido cuatro o cinco ofertas que no habríamos tenido jamás por medios tradicionales”, asegura. “Quien alquila pisos o casas buenas lo hace a gente de confianza, a conocidos. Prefieren bajar un poco el precio pero estar tranquilos”. Firmarán pronto, pero ya fuera de Girona. No son los únicos, el éxodo a poblaciones del área urbana comienza a ser frecuente: a Salt, pero también a Fornells o Vilablareix y cada vez más fuera del área como a Cassà de la Selva, Banyoles o Figueres.