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Los engaños de las ‘start-up’ biotecnológicas en EE UU

El Departamento de Justicia y el regulador bursátil acusan de un fraude de 60 millones a una empresa emergente pionera en la “industria del microbioma”

María Antonia Sánchez-Vallejo
Jessica Richman, cofundadora de uBiome
Jessica Richman, cofundadora de uBiome, en un foro de negocios en Laguna Beach (California) en 2015.Mike Blake (Reuters)

En EE UU causan furor hace años las compañías que ofrecen test de ADN a particulares movidos por razones médicas o sentimentales, cuando no identitarias. La reputación de las grandes farmacéuticas, empañada por la crisis de los opiáceos o su resistencia a los genéricos, se ha recuperado rápidamente gracias al tour de force de las vacunas contra el coronavirus. La industria de la salud —con los seguros médicos privados como parte del león— suponía el 17,7% del PIB en 2018, según Brookings Institution. Y la biotecnología, esa veta del futuro, es la vanguardia del negocio. Pero la start-up (empresa emergente) biotecnológica uBiome, radicada en San Francisco, se ha pasado de puntera. El Departamento de Justicia y la Comisión de Bolsa y Valores (SEC, en sus siglas inglesas) acusan a sus responsables de una estafa de más de 60 millones de dólares (unos 50 millones de euros) por hacer creer a los inversores que tenían un modelo de negocio probado y sólidas perspectivas de futuro. Su especialidad era la novedosa industria del microbioma, la garantía más certera, según la firma, de una buena salud integral. El caso está en manos de la fiscalía de San Francisco.

El regulador bursátil estadounidense considera que los dos fundadores de uBiome, Zachary Apte (jefe ejecutivo) y Jessica Richman (responsable científica), se quedaron casi todo el dinero de los inversores, rendidos al reclamo de una compañía pionera e innovadora que ofrecía desarrollar “una amplia gama de productos para mejorar la vida de la gente”. La añeja promesa de la pócima mágica, revestida de start-up e I+D.

Los inversores comprometieron hasta 76 millones de dólares en el espejismo. uBiome aseguraba tener un largo y probado historial de colaboración con compañías aseguradoras, que teóricamente reembolsaban el coste de sus pruebas clínicas para detectar microrganismos patógenos y ayudar en el diagnóstico de enfermedades. A mayor número de test, con la connivencia de un grupo de médicos cautivo —un detalle del que los inversores nunca fueron informados—, mayor beneficio para la empresa, como denuncia la SEC. uBiome ocultó la falta de aceptación de su método por la comunidad científica, así como su dependencia del grupo de doctores coadyuvados para dar una pátina de credibilidad al engaño.

Más de 40 cargos penales

Apte, de 36 años, y Richman, de 46, afrontan cada uno más de 40 cargos penales, incluyendo fraude en la provisión de servicios y falsificación de documentos bancarios, lo que en conjunto podría suponerles varios cientos de años de cárcel, según el Departamento de Justicia. La SEC presentó cargos civiles relacionados en el Tribunal Federal de San Francisco.

Todo se descubrió cuando uBiome, fundada en 2012 por los acusados —emprendedores de éxito sobre el papel, ambos se prodigaban en foros de negocios— se declaró en bancarrota en septiembre de 2019. El FBI venía siguiéndole la pista desde abril de ese año, cuando en un registro de la sede los agentes encontraron rudimentarios kits de prueba que decían muy poco del carácter innovador de la emergente. Los fiscales creen que el fraude se prolongó desde finales de 2015 hasta comienzos de 2019. Durante ese tiempo, Richman intentó atraer el interés de la prensa —y de potenciales inversores— asegurando siempre que tenía oportunidad ser más joven de lo que era para probar la eficacia del método.

Para Stephanie Hinds, la fiscal federal de San Francisco, que se ha hecho cargo del caso —hay otras demandas presentadas en la fiscalía del distrito norte de California— este tipo de estafa no es una novedad. En paralelo, Hinds investiga también otro sonado fraude, el de la firma Theranos, cuya fundadora, Elizabeth Holmes, ha negado su responsabilidad en un engaño masivo a inversores y clientes, a los que hizo creer que su empresa podía realizar una amplia gama de pruebas clínicas con unas pocas gotas de sangre. Theranos llegó a tener un valor de mercado de 10.000 millones de dólares, pero su caída, plasmada en un libro y un documental, fue tan estrepitosa como fulgurante había sido su éxito. La pista que puso sobre aviso a las autoridades fue un reportaje periodístico que revelaba la falta de formación científica de Holmes, quien pese al escepticismo de los expertos engatusó al mercado y a los medios a mediados de la década pasada. Más o menos, al mismo tiempo que uBiome: una coincidencia que revela las fisuras del profético universo de Silicon Valley.

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