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Gigantes comerciales británicos en aprietos

Topshop y los grandes almacenes Debenhams son algunas de las cadenas históricas a las que la pandemia ha puesto contra las cuerdas

Cola de clientes para entrar a los almacenes Debenhams de Oxford Street (Londres).
Cola de clientes para entrar a los almacenes Debenhams de Oxford Street (Londres).Mike Kemp (getty)

Es una fría tarde diciembre en Londres antes del confinamiento y Zeine, de 29 años, espera detrás de otras 30 personas para acceder a los grandes almacenes Debenhams de Oxford Street. Solo quiere “ver qué ofertas hay” y no es la única, el local lleva días lleno desde primera hora, cuenta una empleada, y la cola virtual en la página web es de al menos 20 minutos. No es que esta empresa fundada en 1778 haya recobrado de repente su antigua gloria, sino lo contrario: aquella semana, la que llegó a ser la mayor cadena de tiendas por departamentos de Reino Unido anunció que entraba en liquidación. “Todo debe irse”, rezaban los letreros que inundaban el local mientras curiosos como Zeine merodeaban entre rebajas de hasta el 70%. “Es triste, pero es una cadena muy vieja”, afirma ella. “No sabía que estaba en problemas”.

Este trágico destino acecha a varios gigantes del comercio británico sorprendidos por la pandemia en un momento de debilidad financiera y competencia feroz. Marcas famosas se han visto obligadas en 2020 a cambiar de manos, reducir plantillas, cerrar locales y buscar inversores que les permitan continuar a flote en un mercado regulado por normas que se han vuelto impredecibles.

Ante tal escenario, no es de extrañar que Debenhams no haya conseguido quien lo rescate. Sus esperanzas terminaron el día en que otro consorcio anunció que entraba en concurso de acreedores: Arcadia, dueña de las marcas de ropa Topshop, Topman, Dorothy Perkins y Miss Selfridge, entre otras. Arrastra una deuda de más de 500 millones de libras (548 millones de euros), según The Telegraph, y, junto a Debenhams, dejan en el limbo 25.000 empleos.

El comercio minorista en el Reino Unido ha perdido 176.718 puestos de trabajo y 15.747 tiendas durante 2020, según el Centre for Retail Research. Despidos y reestructuraciones siguen pese a que el Gobierno ha extendido los expedientes de regulación temporal de empleo, suspendido los desahucios y retrasado el pago de impuestos.

Algunas empresas han logrado salir de apuros, como el fabricante de calzado Clarks. Tras 195 años, la familia fundadora termina 2020 perdiendo su control para dejar que LionRock Capital, un fondo de capital de riesgo de Hong Kong, se convierta en el nuevo accionista mayoritario a cambio de inyectar 100 millones de libras (111,7 millones de euros). La marca de ropa Peacocks, otra histórica de 136 años, le sigue los pasos y busca nuevo dueño para salvar sus más de 400 tiendas y más de 4.000 empleados. Monsoon, Accessorize, Oasis, Warehouse y Cath Kidston son algunas de las que han pasado por un concurso de acreedores en 2020. Otras como Marks & Spencer, John Lewis o Burberry han sido más resistentes, pero no sin librarse de despidos masivos que, en el caso del primero, superan los 7.000 trabajadores.

Modelo “desfasado”

Para los expertos, no hay sorpresas: las cadenas que dominaban la high street británica en los años noventa ya habían perdido poderío antes de la pandemia. “La covid-19 no ha sido la causa de nada, sino un catalizador”, asegura Richard Hyman, socio de Thought Provoking Consulting. En el año acabado en septiembre de 2018, el último dato disponible, Debenhams registró las peores pérdidas de sus 242 años de historia: 491,5 millones de libras (540 millones de euros). Su facturación anual ha fluctuado entre 2.100 y 2.300 millones de libras durante la década pasada. Pero el alto nivel de endeudamiento y los costes de operación, así como la devaluación de su marca, terminaron hundiéndola.

“Después de los noventa, los grandes comercios tradicionales estuvieron sobreviviendo con su clientela fiel, se conformaron con eso y no se movieron con los tiempos. Pensaron que los clientes les seguirían siendo leales y no fue así porque ya hay muchas más opciones y más baratas”, asegura Julie Hodson, profesora de Industria de la Moda en la Universidad Metropolitana de Mánchester. “Como en Marks & Spencer, su cliente es alguien de entre 40 y 50 años. Pero la gente de esa edad ahora tiene una mentalidad más juvenil y ya no quiere los pendientes de perlas y los jerséis tejidos que vende”.

El poco éxito de sus estrategias de venta por Internet en un país donde un tercio de las compras se hacen en línea ha sido otro factor determinante, señala Hyman: “Es un cambio estructural que se ha producido durante varios años. Entre las economías desarrolladas, el Reino Unido tiene la mayor penetración del comercio online, así que lo que suceda aquí está por llegar a otros países”. El director del departamento de marketing de la escuela de negocios Henley, Adrian Palmer, también cree que “quienes se adapten a Internet sobrevivirán”, sobre todo en el caso de modelos “desfasados” como las tiendas por departamentos. “Hemos visto surgir negocios de nicho que hacen su trabajo muy bien: especializados en vaqueros, gafas… Los grandes almacenes han intentado hacer de todo razonablemente bien, pero sin destacar en nada. Como resultado, terminan siendo un poco más caros y sin profundidad en ningún producto”.

El problema más claro, sin embargo, está en los altos costes de operación que supone el gran volumen de tiendas y sus costosos alquileres. Arcadia y Debenhams suman 1,5 millones de metros cuadrados en el Reino Unido, donde la renta anual del metro cuadrado comercial empieza en 1.291 euros en Gales hasta alcanzar los 17.989 euros en Londres. En sus últimos resultados, Debenhams aseguraba que dedicaba 290 millones de libras (318 millones de euros) cada año a alquileres y gastos de mantenimiento y que 110 de sus 165 locales estaban “sobrevalorados”.

La mayor parte de la deuda de Debenhams se remonta a los tres años que estuvo bajo las manos de un trío de fondos de capital riesgo: TPG, CVC Capital y Merrill ­Lynch, que pagaron 600 millones de libras en 2003 por hacerse con su control, vendieron sus inmuebles y firmaron contratos de alquiler largos y caros con los nuevos dueños, se llevaron 1.200 millones de libras en dividendos y volvieron a sacar la firma a Bolsa. Un negocio redondo que, sin embargo, multiplicó por 10 el endeudamiento de los grandes almacenes. “Debenhams se llenó de deudas que se volvieron más onerosas a medida que iba perdiendo terreno en el mercado. Se veía venir que acabaría así”, dice Hyman.

En el fracaso de Arcadia, su propietario, Philip Green, es señalado como uno de los principales responsables. “La empresa ha sido acusada de retirar dinero para los dueños y de no invertir en las áreas en que lo necesitaba, como Internet”, explica Palmer. Es la segunda vez que uno de los negocios de Green descuida el fondo de pensiones de sus empleados, lo que podría hacerles perder, como mínimo, un 10% de lo que les correspondería al jubilarse.

Las esperanzas están puestas en las firmas estadounidenses interesadas en comprar partes de Debenhams y Arcadia, lo que podría salvar al menos una parte de los empleos. Si bien la pandemia continúa y, según Palmer, los comercios seguirán desapareciendo, aunque “todos los grandes que tenían que caer, ya cayeron”.


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