La internacionalización abre camino a la ‘Marca Ibérica’
Las relaciones hispano-lusas pasan por estrechar la cooperación empresarial y aprovechar las sinergias para la expansión exterior
Hace dos años la Universidad Autónoma de Lisboa y la Cátedra Nebrija Santander constituyeron el Foro Hispano Portugués de Internacionalización con el objetivo de contribuir a estrechar las relaciones económicas y empresariales, así como al establecimiento de una mayor cooperación en sus estrategias de competitividad y expansión exterior. Tras dos reuniones (una en Lisboa y otra en Madrid) se decidió realizar un estudio periódico, cuya primera edición prácticamente acaba de salir del horno bajo el título Internacionalización Ibérica. España y Portugal en la economía mundial, dirigida por Rafael Myro y Gonzalo Solana con la participación de varios autores y financiado por el ICO.
El informe, que fue presentado con entusiasmo por la secretaria de Estado de Comercio, Xiana Méndez, trata de dar a conocer los avances de las dos economías en los mercados internacionales y señalar las sinergias y los espacios de interés mutuo en un momento en que se han visto frenadas por la crisis sanitaria justo cuando habían retomado la senda de crecimiento y, en el caso de Portugal, había dado lugar al denominado “Milagro Portugués”. Desde 2013, ambas experimentaron tasas de aumento de la producción superiores a la media de la Eurozona con saldos positivos en las cuentas exteriores. En esa evolución sobresale el buen comportamiento de las exportaciones, que permitieron obtener recursos para atender las necesidades de capital sin tener que recurrir a la financiación externa y situaron los PIB correspondientes en cotas históricas, y el recorte de las importaciones.
En definitiva, las empresas portuguesas y españolas han potenciado su actividad internacional desde que la crisis de 2008 afectara los mercados nacionales. Ese creciente peso de las exportaciones refleja una similitud: han pasado a ser un contrapeso al estancamiento de los mercados nacionales, a ser una estrategia indispensable para un crecimiento empresarial. Las empresas ibéricas están, además, inmersas en una imparable campaña de integración en la economía mundial, reflejada en la naturaleza global de sus redes y en la diversificación geográfica de los proveedores.
El interés mutuo, que se ha plasmado en recientes cumbres (o cimeiras) de los dos Gobiernos, hace que las relaciones comerciales hispano-lusas sean hoy más estrechas que nunca. Las dos economías comparten una posición estratégica como puente entre Europa y Latinoamérica y cuentan con dos activos muy consolidados en el mundo, el idioma y la identidad cultural, que suponen una oportunidad para fomentar la diplomacia económica conjunta y una mayor cooperación entre empresas ibéricas. (España cuenta con 700 filiales en Portugal, el 10% del total en el mundo, y Portugal con unas 350 en España, el 17% del total y hay unas 2.600 empresas mixtas que trabajan en ambos mercados, según la Cámara de Comercio).
Aunque se puede apreciar que goza de una férrea salud, existen áreas que abren potenciales espacios de colaboración, en turismo, automóvil, maquinaria, textil y alimentos, principalmente. Eso requiere también el desarrollo de infraestructuras de interés común, fomento de la interconexión y, como punto culminante, la promoción de la Marca Ibérica, en principio, asociada a un turismo sostenible y accesible, pero también único en el mundo con una fuerte apuesta por la gastronomía y la cultura, que constituyen una excelente oportunidad para continuar con una estrategia de cooperación basada en el beneficio mutuo y espejo de unas relaciones bilaterales, como destacan los autores.
Esta situación requiere la necesidad de impulsar políticas económicas comunes. En realidad, en Bruselas ya suelen defender conjuntamente sus posiciones. Pero se hace preciso que las empresas también hagan acciones conjuntas para acceder a otros mercados en una práctica que admite más desarrollo del logrado. Hasta ahora, las multinacionales españolas han transitado a buen ritmo hacia la internacionalización, mientras las portuguesas lo han hecho de forma más pausada. La continuidad de la senda alcista hace necesaria una mayor diversificación tanto en variedad como en complejidad y gamas de calidad de los productos.
En España, la evolución ha descansado de forma similar en el turismo y los servicios no turísticos, mientras que el país vecino se ha apoyado en la progresión del turismo. En las últimas décadas, las dos economías han hecho un esfuerzo de diversificación notable, desmarcándose en mercancías, y han escalado posiciones como proveedores internacionales en mercados maduros y exigentes extracomunitarios (Corea del Sur, Canadá, Australia y Japón) pero les queda espacio para crecer, sobre todo Estados Unidos. Por otra parte, los dos países tienen un atractivo creciente como destino de inversiones, con los países de la OCDE.
El comercio bilateral está centrado en las mismas ramas de actividad: vehículos a motor, maquinaria mecánica y metálicas básicas. Sin embargo, la integración del mercado ibérico es más débil en sectores de alto contenido tecnológico, en consonancia con el escaso relieve que alcanzan la estructura comercial y productiva. Existe un amplio margen para que las empresas de los dos países aprovechen las oportunidades que les ofrece el mercado contiguo, sobre todo en turismo y energía y operaciones conjuntas en terceros países. Cuando la economía mundial logre dejar atrás los efectos de la crisis sanitaria, la inversión extranjera será, junto a los intercambios comerciales, tal y como ha ocurrido otras veces, un sólido pilar en el que se sustente la recuperación económica de la península y una importante vía para que las empresas puedan seguir ampliando su capacidad productiva y su volumen de negocio, según los autores.
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