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CASO BANKIA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

En la formación de Bankia se asumió mucho riesgo

La absolución de los acusados es entendible, teniendo en cuenta que todas las previsiones económicas fallaron

Torre de Bankia, en el paseo de la Castellana de Madrid, el 17 de septiembre.
Torre de Bankia, en el paseo de la Castellana de Madrid, el 17 de septiembre.Bernat Armangue (AP)
Carmelo Tajadura

La sentencia absolutoria por la salida a Bolsa de Bankia me parece lógica. Porque no creo que un tribunal de justicia pueda aceptar una teoría conspiratoria bastante inverosímil como la que se habría deducido de una sentencia condenatoria. Que supondría que la dirección de la entidad financiera se hubiera puesto de acuerdo con el Gobierno y los diversos organismos supervisores, para timar a los inversores que acudieran a la operación de salida a Bolsa de Bankia. Creo que está claro que nadie pretendía eso. Otra cosa es que todos ellos se hayan equivocado en su trabajo, como parece evidente a la vista de lo que después ocurrió realmente.

Por otra parte, sobre la supuesta falsedad de las cuentas de la entidad, no debemos caer en el sesgo retrospectivo. No hay que sacar una conclusión a partir de lo que se ha conocido después, es decir la evolución económica real. Sino tener en cuenta la información de que se disponía y las previsiones existentes en aquel momento, que resultaron no acertadas. La clave del asunto era la calidad de los activos de la entidad y las provisiones que hubieran debido dotarse en función de sus expectativas de cobro, lo que determinaría la cuenta de resultados real y el importe del patrimonio neto de la entidad. Todo ello dependía del entorno económico previsto. Que era ciertamente menos negativo que el que luego deparó la realidad. De hecho, la necesidad de enormes provisiones posteriores no ocurrió solo en Bankia, sino en todas las entidades financieras de nuestro país. Si las cuentas de Bankia se califican como falsas, quizás hubiéramos podido decir algo similar sobre las correspondientes al resto del sector.

Dicho todo esto, me parece también evidente que Bankia era un proyecto muy difícil y con mucho riesgo. Nunca entendí una fusión como aquella entre dos entidades con una situación problemática como Bancaja y Caja Madrid, a la que se añadieron otras cinco de menor tamaño. Porque, como dice la sabiduría popular, “dos cojos no andan mejor que uno”. Sino probablemente peor.

Además, ni las agencias de rating, ni los auditores ni los analistas tuvieron tampoco demasiado acierto. Y, en aquella época, las pruebas de estrés a las entidades financieras no tenían el rigor que han alcanzado posteriormente. De haberlo tenido, habríamos podido clasificar a los bancos por su capacidad de resistencia ante un entorno peor del esperado. Y, sin duda, Bankia hubiera estado entre las peores en esa clasificación. Una de las más débiles del sector. De manera que, si hubiera habido suerte con la evolución económica posterior, a lo mejor el sector bancario español se habría librado y las entidades hubieran sobrevivido. Pero con un entorno estresado, como en realidad ocurrió, el listón de supervivencia se ubicaría más alto y las peores podrían quebrar. Es lo que ocurrió, alcanzando a Bankia, que fue una fusión de riesgo. Cuya debilidad se puso de manifiesto en su falta de capital, por lo que tuvo que salir a Bolsa. En una operación en la que, sin duda, todos confiaban en un desenlace favorable pero que tenía algunas papeletas para fracasar. Y le tocaron.

En definitiva, mi resumen es que la sentencia resulta lógica y no me sorprende, pero que en la formación de Bankia se asumió mucho riesgo. Y también en la oferta.

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