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China inicia una nueva “guerra popular” para recuperar la economía

Alentado por la recuperación y con la pandemia bajo control, el Gobierno diseña un crecimiento basado en el mercado interno

Dos clientas en una tienda de Huawei en Haikou.
Dos clientas en una tienda de Huawei en Haikou.China News Service (China News Service via Getty Ima)

“Pronto será 7 de julio, el primer aniversario de la gran Guerra de Resistencia contra Japón. Marchando juntos, perseverando en el aguante y en un frente unido, las fuerzas de toda la nación llevan luchando con valentía contra el enemigo desde hace casi un año”. Estas fueron las palabras con las que Mao Zedong inició una serie de discursos pronunciados en 1938, con el país roto en una guerra civil entre comunistas y nacionalistas e invadido por las fuerzas imperiales niponas. En estas intervenciones desarrollaría uno de los conceptos fundamentales en su credo: “Chijiuzhan”, la guerra popular prolongada. El Gran Timonel defendía que la única manera de doblegar al enemigo consistía en evitar los campos de batalla para en su lugar atraer sus tropas hacia el interior, donde serían hostigadas por la guerrilla. Con el Partido asentado en el poder desde hace décadas, su cúpula ha recuperado recientemente esta estrategia para enfrentar un conflicto muy distinto.

El pasado jueves 30 de julio los miembros del Politburó, organismo que reúne a los 25 hombres en la cúspide jerárquica del aparato, mantuvieron una reunión en la que prepararon la estrategia económica para la segunda mitad del año. Pero sus miras alcanzan mucho más allá. Aunque la recuperación tras la pandemia avanza más rápido de lo previsto y China es uno de los países con mejores indicadores, los líderes identificaron “problemas a medio y largo plazo” que hacen necesaria la “creación de un nuevo modelo de desarrollo”, según informaba un registro del encuentro ofrecido por la agencia oficial de noticias Xinhua. Hacer frente a estas amenazas requiere “la mentalidad de pelear una guerra popular prolongada”.

“En los últimos meses la dirección ha reflexionado acerca de las bases de la economía china para los próximos 10 a 20 años, y ha concluido que el país enfrentará desafíos internos y externos”, expone Xu Bin, decano asociado de la escuela de negocios CEIBS. “Internamente, China está pasando de ser un país de ingresos medios a uno de ingresos altos pero la transición todavía no se ha completado y depende en gran medida del modelo de crecimiento anterior basado en la inversión. (...) Externamente, el mundo ha comenzado a reaccionar con cautela ante su auge y la confrontación con Estados Unidos ha alcanzado cotas máximas, lo que lleva a pensar que China deberá lidiar con un entorno internacional cada vez más hostil”.

La respuesta del Partido a este escenario es una versión económica de la guerra popular prolongada. Un ensayo publicado esta semana en el Diario de Pekín y en la publicación oficial de la organización, Qiushi –traducido como “buscar la verdad”– hacía énfasis en la importancia de este concepto, que ha ido ganando protagonismo en las últimas semanas. Su título: “Abrir un nuevo juego en un momento de cambios con el coraje y la tenacidad de una guerra prolongada”.

La pandemia ha acelerado el deterioro en la relación de las dos potencias y generado un profundo impacto global que anticipa una crisis sin precedentes desde la Gran Depresión de 1930. China es uno de los países cuya economía ha reaccionado mejor y su evolución dibuja una línea que se asemeja mucho a la deseada recuperación en V: un bajón del que se rebota inmediatamente. En el primer trimestre del año el PIB perdió un -6,8%, su primer retroceso en casi medio siglo y el peor resultado desde el final de la Revolución Cultural en 1976; pero en el segundo creció un 3,2%. Y los datos positivos siguen llegando. El PMI elaborado por Caixin –que mide la confianza de los gestores con respecto al mes previo– marcó este lunes su mejor resultado en nueve años y anticipa una aceleración de la producción industrial. En julio, las exportaciones chinas repuntaron un 7,2% según datos oficiales publicados ayer viernes.

“China está capeando mejor la crisis porque el grado de intervención estatal en su economía es mucho mayor”, apunta Alicia García-Herrero, economista jefe para Asia del banco de inversión Natixis. “En este contexto se trata de un modelo más efectivo a corto plazo, pero en el largo las consecuencias serán negativas”. Su industria se ha apoyado en un programa de estímulos dirigidos a evitar un aumento del desempleo, la gran preocupación de las autoridades este año. Aún así, el esfuerzo ha sido moderado, “menos de los que los analistas esperaban, pues el banco central es consciente de que los riesgos son enormes”, añade García-Herrero. Ahora, con la pandemia bajo control gracias a un protocolo basado en testeos masivos, confinamientos selectivos y rastreos a partir de big data; el Politburó señalaba que es momento de normalizar la política económica y mirar hacia adelante.

Si algo caracteriza a la administración china es su capacidad de planear a largo plazo. El futuro tiene una primera posta en octubre de este año, cuando se celebre la sesión plenaria del Comité Central. En esta cita verá la luz el 14º plan quinquenal, un documento particularmente importante a nivel simbólico, dado que implica superar los 13 pyatiletka desarrollados por la Unión Soviética entre 1922 y 1991. Una de sus claves será el impulso a un nuevo modelo de desarrollo, conocido como “la circulación interna”.

Este modelo “consiste en una sustitución de importaciones, por una parte; y por otra en fortalecer la demanda interna de modo que en el país se consuma más producto chino”, explica García-Herrero, “proteccionismo económico, en definitiva”. En la década posterior a la admisión de China en la Organización Mundial del Comercio, su porcentaje en las exportaciones globales pasó del 4,3% en 2001 al 10,7% en 2011, según datos de la propia institución. Desde entonces ha freno su ritmo hasta el 12,8% de 2018, lo que indica que ha alcanzado su cota máxima. Por ello, China lleva varios años virando su modelo económico para depender más de su mercado doméstico y menos de la industrialización y la exportación. Xi Jinping, el líder más poderoso desde Mao, llamaba la semana pasada a “acelerar su implantación”. Una nueva guerra popular prolongada acaba de empezar.

Empresas chinas redescubriendo al consumidor chino

En opinión de Xu, “la circulación interna implica poner la economía doméstica por delante, algo similar a lo que EEUU o India han hecho recientemente. Para ello, el motor es el consumo”. Los miembros del Politburó subrayaron en su encuentro la importancia de “aprovechar al máximo las ventajas del mercado a gran escala del país” y llamaron a las empresas nacionales a mirar hacia el interior. Pero, al contrario de lo que podría parecer, para muchas el cambio no es sencillo. Los exportadores chinos se han especializado en la manufactura de grandes volúmenes de productos sin necesidad de desarrollar áreas clave para las ventas como la investigación, el marketing o el diseño. Para facilitar esta transición, el Consejo de Estado publicó el pasado junio un documento en el que ofrecía a las empresas instrucciones para operar en el mercado doméstico.

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