Incertidumbres y deterioros
La publicación de resultados del primer semestre permitirá a los analistas vislumbrar el grado de preocupación de las compañías
La covid-19 ha motivado un shock sin precedentes en el entorno económico global, caracterizado por tener un impacto territorial y sectorial asimétrico. Las consecuencias de esta crisis, ya palpables en los indicadores en todos los países, generan un reto adicional para las empresas desde el punto de vista de valoración de los activos. Especialmente, para aquellas en las que los intangibles tienen un peso significativo en su balance. No en vano, la importancia relativa de estos activos en la estructura productiva de las empresas se ha incrementado de forma sustancial en diez años. Así, en el caso de las empresas agrupadas en el Eurostoxx 600, su peso ha aumentado de un 22% a un 28% del total del activo. Determinados sectores, como el de salud y tecnología, superan en la actualidad la cuota del 50% del activo.
El reconocimiento contable de estos instrumentos (como también el de los activos tangibles) exige la realización de pruebas anuales para evaluar la consistencia de su valor, especialmente si se han producido evidencias de deterioro en el entorno. La acumulación de síntomas de empeoramiento del contexto económico en el primer semestre está ciertamente fuera de duda. Sin embargo, parte de la incertidumbre que existía durante el confinamiento de las economías en cuanto a la capacidad y velocidad de recuperación se ha ido disipando. Se asienta, sí, la expectativa de una recuperación lenta y en muchos casos costosa, y con un perfil sectorial diferenciado. El reto, por tanto, reside en la capacidad para discriminar escenarios de medio y largo plazo que capturen adecuadamente el valor de recuperación de los activos valorados.
En la Gran Recesión de 2008, los ajustes de valor de los activos intangibles absorbieron en promedio un 10% del resultado de explotación, con sectores como servicios al consumo o bienes de consumo duradero en los que el deterioro representó aproximadamente un 30% de su ebitda. Durante la década terminada en 2019, el promedio de deterioros registrados por las empresas europeas cotizadas no ha superado el 2%; sin embargo, a cierre de 2019 se constató un incremento hasta el 5% del resultado de explotación. Todo ello, en un entorno en el que el crecimiento mundial se había reducido un punto porcentual.
Por lo tanto, aunque es complicado aventurar cuál será la magnitud del impacto contable de la situación que estamos viviendo, podemos esperar que los ajustes de valoración cobren un renovado protagonismo. La publicación de resultados del primer semestre permitirá a los analistas vislumbrar el grado de preocupación y celeridad de las compañías a la hora de reflejar su valoración del mundo postcovid en sus estados financieros, más allá de las estimaciones de negocio del ejercicio 2020.
Pablo Guijarro y Carlos Diez son profesores de AFI-Escuela de Finanzas
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