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Agua que empodera y crea comunidad

Ferrovial y Ayuda en Acción reconstruyen y mejoran la infraestructura hídrica de dos comunidades humildes de Piura, en Perú, devastadas por las lluvias torrenciales de El Niño Costero en 2017. El proyecto forma parte del programa Infraestructuras Sociales de la compañía

En Perú, las fuertes lluvias asolan la región de Piura”, rezaba un titular de EL PAÍS, del 29 de marzo de 2017. El Niño Costero, fenómeno que se produce cuando el agua del mar supera los 25 grados durante periodos largos de tiempo, provocó el desbordamiento del río Piura, que se llevó por delante la vida de 162 personas y dejó más de 280.000 damnificados. Hubo helicópteros sobrevolando la ciudad y el distrito de Cura Mori, el más afectado. Lanchas rescatando a la gente de sus casas. Vecinos desplazados durante meses a 50 kilómetros de su tierra, en albergues próximos a la carretera panamericana, en mitad del desierto.

Un año después de la catástrofe, Jaime Fagoaga, experto en comunicación y educación de Ferrovial Servicios, se presentó a una convocatoria del programa Infraestructuras Sociales, que su compañía inició en 2008, para irse de voluntario a Cura Mori, a las humildísimas y anegadas comunidades de Chato Chico y Chato Grande, y ayudar a poner en pie, mejoradas y más resilientes a la furia de la naturaleza, sus devastadas infraestructuras de agua. Lo seleccionaron para formar parte de un equipo de cinco voluntarios de Ferrovial: dos ingenieros de caminos, canales y puertos, una topógrafa, una experta en seguridad y salud laboral y él mismo como periodista especializado en sensibilización y formación. “Trabajé con Ayuda en Acción Perú para capacitar a los vecinos en el uso y gestión del agua, y concienciarlos sobre la necesidad de mantener unas buenas condiciones de higiene y salubridad”, recuerda. Una máxima de Ferrovial es la de involucrar a los beneficiarios, darles a ellos las riendas, como el único camino para que una infraestructura sea sostenible y dure en el tiempo.

Ferrovial ha materializado 25 proyectos en 8 países, junto a 14 ONG. Se han destinado 5,5 millones de euros. Los beneficiarios son ya 225.000

Antes de viajar al terreno, Jaime sabía que la frecuencia y virulencia de El Niño Costero iba a más por culpa del cambio climático, dos palabras que para él eran sinónimas de amenaza y necesidad de actuar. Pero cuando llegó a Cura Mori, en marzo de 2019, las cifras del cambio climático se transformaron en rostros. Ya no eran cientos de miles de afectados, sino una mujer llamada Flor que se quedó tres días asediada por el agua en la terraza de su casa, con su bebé en brazos, y varios meses más encerrada en un hotel de Piura, aterrada ante la idea de que su hijo se contagiara de dengue. Porque cuando la emergencia pasa, los helicópteros y las lanchas se van y el foco mediático apunta a otro lugar del planeta, Flor, todas las Flor del mundo, siguen necesitando que alguien les eche una mano para salir adelante.

Y allí es donde entra Ferrovial con su programa de cooperación Infraestructuras Sociales. “Nuestra labor es callada, gris, sin muchos colorines”, admite Cristina Moral, gerente de RSC. Pero lo dice con orgullo. Hasta la fecha, el programa lleva ejecutados 25 proyectos (a razón de dos o tres por año), en ocho países, en colaboración con 14 ONG, con una inversión de más de 5,5 millones de euros y más de 225.000 beneficiarios directos. Son los propios trabajadores de Ferrovial quienes acuden como voluntarios (ya van unos 140), aportando sus conocimientos a la mejora de las condiciones de vida de comunidades en riesgo de vulnerabilidad social.

“Tenemos tres grandes áreas de trabajo: salud y empoderamiento de la mujer, paz y desplazados climáticos”, pone en contexto José Luis Cobas, gerente de Relaciones con los Medios de Ferrovial. La primera es muy evidente en Maji Ni Uhai (en suajili, Agua es vida), que facilitó el acceso a agua y saneamiento a 21 poblados del distrito de Serengueti, en Tanzania. Este proyecto proporcionó agua potable e infraestructuras a 51.000 personas, duró tres años, contó con un presupuesto de 1,8 millones de euros y con la participación de 31 empleados de Ferrovial en la construcción de 300 infraestructuras. En la segunda se circunscribe el proyecto Agua para la paz en El Salado, Colombia, mediante el que Ferrovial proveyó de infraestructura de agua a las 100 familias que quisieron regresar a su pueblo, El Salado; lo habían tenido que abandonar por culpa de la violencia de las FARC y los paramilitares. En la tercera se enmarcan las obras en Piura, en colaboración con Ayuda en Acción.

Cada año, en mayo, Ferrovial dirige una convocatoria a las organizaciones españolas para elegir un proyecto.

Cada año, en mayo, Ferrovial abre una convocatoria en su web a la que se presentan ONG españolas, que han de tener una contraparte local, experiencia y conocimiento del terreno, y justificar y documentar minuciosamente sus propuestas. “Somos muy exigentes”, advierte Moral. Un comité técnico de la compañía valora la solvencia del demandante y la viabilidad de la actuación, teniendo en cuenta el impacto y la participación de los beneficiarios. Si pasa el examen, se elige una comisión tripartita —dos representantes de la ONG local, otros dos de la española y dos más de Ferrovial— que irá bosquejando el plan. El proyecto queda definitivamente redactado cuando los voluntarios regresan del terreno con su informe de recomendaciones debajo del brazo. A partir de ahí, la ONG local y la comunidad ejecutan las obras.

Antes de que se ponga un solo ladrillo, los voluntarios cumplimentan una batería de 100 indicadores: hábitos de higiene, cómo se almacena el agua, ¿hay letrinas?, casos de diarrea... Los mismos que se vuelven a preguntar tras la ejecución de las obras. Y tres años después, tanto la infraestructura como su gestión por parte de la comunidad se someten a una auditoría. “A veces es algo tan simple como que un vecino te diga que ya no le duele la tripa”, señala Cobas. “Sería bonito volver en tres años y comprobar que el agua sale de un grifo y que los desplazados que aún no han podido regresar a sus hogares puedan hacerlo gracias a nuestra ayuda”, enfatiza Fagoaga.

Microalianzas con ONG

El programa Infraestructuras Sociales nació para contribuir al objetivo 7 (garantizar la sostenibilidad del medio ambiente) de los Objetivos del Desarrollo del Milenio de la ONU. Con él, Ferrovial rompió con el modelo tradicional de empresa que dona dinero y ONG que lo recibe y gestiona. “Decidimos trabajar mano a mano, y desde el principio, con las ONG y las comunidades”, señala José Luis Cobas. Algo que “provocó ciertas reticencias”, reconoce, aunque ha dado muy buenos resultados, según añade. Estas “microalianzas” con ONG, como las denomina Cristina Moral, y también con la municipalidad o administración pública correspondiente, replican el modus operandi de la compañía en su parte de negocio, donde se da mucho la colaboración público-privada para desarrollar una obra.

Ferrovial ha repetido proyectos con una media docena de ONG grandes, hasta generar confianza y fluidez en la comunicación más allá de una simple colaboración. “Somos socios, más que otra cosa”, subraya Moral. “Eso nos permite dar un telefonazo a Acción contra el Hambre porque estamos construyendo una carretera en Colombia, en el departamento de Santander, y queremos saber qué comunidades hay en esa zona, y cómo podemos mejorar su calidad de vida”, destaca. Business y RSC transitando por una misma carretera.

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