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Cádiz y su idilio tardío con los grupos hoteleros

Las grandes cadenas muestran más interés por la provincia, que quedó atrás durante el ‘boom’ turístico del siglo XX

Jesús A. Cañas
Vista del hotel Royal Hideaway en Chiclana de la Frontera, Cádiz. 
Vista del hotel Royal Hideaway en Chiclana de la Frontera, Cádiz. Juan Carlos Toro

De los 260 kilómetros de la costa de Cádiz, más de la mitad son playas de arena fina. Del litoral atlántico al mediterráneo, casi un 30% del territorio de la provincia forma parte de sus seis parques naturales. Pero estos datos —y encantos— no son nuevos. Ya estaban ahí antes siquiera de que se convirtiesen en un mantra habitual de quien suele vender esta provincia andaluza como destino. Lo inédito es que ahora estos piropos se han transformado en un idilio tardío de las cadentas hoteleras con la costa gaditana.

“Cádiz está de moda y lo bueno de ser empresario aquí es que todo está por hacer”, resume Stefaan De Clerck, presidente de la Asociación Provincial de Hoteles. A la par de que periódicos internacionales como The New York Times dedican artículos a las bondades de la zona, localidades gaditanas como Vejer, Barbate, Tarifa, Conil o la propia capital anuncian nuevos proyectos hoteleros que harán subir el número de camas en la provincia en los próximos años. Solo el hotel que la cadena Barceló ya ha empezado a construir en Conil dotará a Cádiz de 210 habitaciones más a partir del verano del año que viene.

Con ese hotel de playa y con otro urbano que proyecta levantar en la capital, el grupo mallorquín tendrá seis establecimientos en la provincia y 1.129 habitaciones. Se sumarán a las 2.500 plazas que, desde 2007, se han ido creando hasta elevar la capacidad de la zona a 39.170 camas que los establecimientos gaditanos ofrecieron en 2018, según datos de la Junta de Andalucía. El incremento viene bien al también creciente número de viajeros, principalmente españoles y alemanes, que visitan la zona: de los 2,43 millones de personas que visitaron Cádiz en 2007 se pasó a los 2,64 millones de 2018. El crecimiento se convierte en una pequeña gesta si se tiene en cuenta que la crisis hizo caer el número de turistas en 2012 a 2,09 millones.

Medio ambiente

Nuevo hotel en El Palmar (Vejer), otra unidad de ejecución en Barbate, una finca histórica de Cádiz adquirida por un grupo hotelero… Los proyectos de hoteles en la provincia de Cádiz se suceden como constantes noticias no exentas del peligro de crecimientos desmesurados. Hasta ahora, en la capital no han optado por regular la proliferación de unos hoteles que siguen siendo escasos, pero sí han optado por controlar el fenómeno de los apartamentos de fines turísticos con una ordenanza aún por publicar.

Mientras, en los entornos naturales, la Administración, los ecologistas y la sociedad en general escudriña con lupa cada nuevo proyecto de edificaciones que pueda suponer un atentado medioambiental. El propio hotel que Barceló levanta cerca de las calas de Conil ha cuidado mucho su impacto visual. Se construirá en cascada en una ladera para que “no sea un mamotreto”, como explica Gaspar Sáez, director regional de la cadena en Andalucía. Mientras, un nuevo proyecto que pretende levantar 824 viviendas y 1.678 plazas hoteleras frente a la playa de Los Lances de Tarifa ya ha despertado el resquemor de partidos como Equo.

En estos años de subidas y bajadas, poco ha cambiado en el destino para hacerlo más atractivo de lo que ya podía serlo en el gran boom turístico que vivió el sur español y la vecina Costa del Sol en los años 60 y 70. La militarización de la costa de Cádiz, clave por su situación en el Estrecho, mantuvo grandes áreas expeditas en el litoral. Tampoco atrajo a los hoteleros de entonces el fuerte viento que, a veces, impera en Cádiz. Eso fue suficiente hasta que la primera Ley de Costas de 1988 puso los primeros impedimentos a la especulación de rascacielos y paseos marítimos que vivieron masivamente otras ciudades de España.

El arquitecto Antonio Fernández sabe bien lo que fue aquella transición en la costa. Él se encargó de desarrollar como arquitecto municipal de Chiclana la urbanización Novo Sancti Petri en 1986. “Retranqueamos más allá de lo que acabó marcando la ley, respetamos las torrenteras. Fue duro convencer de edificaciones con no más de tres alturas, era ir en contra de lo que se estaba haciendo entonces”, rememora. Pero lo consiguieron, el Novo y su modelo respetuoso con la playa de la Barrosa sigue siendo la mayor concentración de grandes hoteles de una provincia donde playas vírgenes como Bolonia, El Palmar o Valdevaqueros son aún habituales.

Ahora “ese mar salvaje y naturaleza potente”, como lo define el director regional de Barceló en Andalucía, Gaspar Sáez, se ha convertido en “una zona de mucha proyección” para su empresa. También lo es para De Clerck y su cadena Hace que cuenta con cinco grandes hoteles en Cádiz: “Estamos en una costa privilegiada, protegida y poco vulnerada en la que no se han cometido los errores del pasado de otras zonas hoy saturadas. Eso nos da ventaja competitiva”.

Es justo lo que sienten en Barbate, donde desde hace tres años vieron cambiar su suerte gracias a un festival y, tras años ligados a una imagen de pobreza, desempleo y narcotráfico, “los inversores no paran de llamar”, reconoce Javier Rodríguez, teniente de alcalde de la localidad. Quieren invertir en las más de siete áreas que el municipio tiene proyectadas para su principal núcleo poblacional y pedanías como Zahara de los Atunes o Los Caños de Meca. “Barbate está por explotar. Confiamos en triplicar las plazas hoteleras solo del pueblo en los próximos años”, explica el edil.

Malas conexiones

Pero Barbate, El Puerto o Rota no se están exentas del lastre de las conexiones en su crecimiento. “Puedo inventarme el mundo, pero si no tengo cómo llegar...”, denuncia Saéz. La provincia adolece de proyectos de desdoblamiento de carreteras y del desarrollo de autovías que dificultan la llegada del turista a localidades como Tarifa. El proyecto del tren de alta velocidad aún está por resolver para Cádiz y “el aeropuerto de Jerez se ve perjudicado con respecto a los de Sevilla o Málaga”, afirma De Clerck.

El pasado año llegaron al aeropuerto de Jerez de la Frontera más de 4.100 vuelos que trasladaron más de 555.000 pasajeros, un 8,1% más de visitantes con respecto a 2017, según datos de la Junta. Sin embargo, al presidente de los hosteleros la cifra se le antoja corta y pide más “implicación de las administraciones” para sacar adelante todos estos déficits en las comunicaciones que atrapan a la provincia en la estacionalidad.

El propio Barceló de Conil, que está por abrir, también será un establecimiento de temporada, aunque con el deseo “de estar abiertos todo el año”, como asegura Sáez. “Faltan habitaciones en verano y sobran en invierno, la mitad cierra, ¿hacemos más hoteles?”, se cuestiona De Clerck. Y el guante parece recogerlo el arquitecto Antonio Fernández con una lógica que parece servir, al menos mientras se eliminan los lastres de la costa gaditana: “Cádiz está de moda. Es muy estacional, pero si abren hoteles es porque ganan dinero”.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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