El problema con Joe Biden y Bernie Sanders
La falta de realismo podría llevarles al fracaso. Creen que pueden desafiar la dura realidad de la política tribal
Todavía es muy pronto, pero Joe Biden se ha convertido en el claro favorito para ser el candidato demócrata. Bernie Sanders aparece en segundo lugar, aunque da la impresión de estar bastante rezagado, y un sondeo muestra que está empatado estadísticamente con Elizabeth Warren. Entonces, ¿qué deberíamos pensar de los hombres que están actualmente en cabeza?
Bien, hay cosas que me preocupan. No su idoneidad para ser elegidos, un tema del que nadie sabe nada. Lo que digan hoy los sondeos sobre las elecciones generales da igual; ¿pero cómo serán los sondeos después de la inevitable campaña de difamación republicana? La respuesta a esta pregunta depende a su vez de si los medios de comunicación colaborarán en la difamación con la misma alegría que en 2016.
No, lo que me preocupa es qué pasará si cualquiera de ellos gana. ¿Están listos para la guerra de trincheras política que inevitablemente seguiría a una victoria demócrata? El problema con Biden y Sanders es que cada uno a su manera parece creer que posee unos poderes de persuasión únicos que le permitirán desafiar la dura realidad de la política tribal actual. Y esta falta de realismo podría abocar a los dos al fracaso.
La gran preocupación que suscita la presidencia del ex núemero dos es que repita los errores iniciales de Obama
Empecemos por Biden, un tipo sociable que ha mantenido buenas relaciones personales con los republicanos. Todo da a entender que piensa que estas buenas relaciones personales se traducirán en una capacidad para alcanzar acuerdos bipartidistas sobre política. Pero ya hemos visto esta película, y era una tragedia. Barack Obama asumió el cargo con un mensaje de unidad y de compromiso bipartidista, y creyendo sinceramente que podría conseguir que muchos republicanos apoyasen sus esfuerzos para reactivar la economía, reformar la atención sanitaria y más cosas. En vez de ello, se topó con una oposición de tierra quemada total.
Y la convicción de Obama de que podría superar el partidismo casi hunde su presidencia. Se desperdiciaron meses cruciales intentando elaborar una legislación sobre la reforma sanitaria que permitiese obtener el apoyo republicano; el logro más significativo de Obama solo pudo conseguirse porque los heroicos esfuerzos de Nancy Pelosi permitieron que la Ley de Atención Sanitaria Asequible cruzara la línea de meta. Estaba dispuesto a hacer un “gran trato” con los republicanos que habría perjudicado al Medicare y a la Seguridad Social, y deteriorado considerablemente la marca demócrata; solo le salvó la intransigencia total del Partido Republicano, su negativa a contribuir a subir los impuestos un solo penique.
La gran preocupación que suscita una presidencia de Biden es que este repita todos los errores iniciales de Obama, y desperdicie el impulso de la victoria electoral persiguiendo un sueño de colaboración bipartidista que debería haberse esfumado hace tiempo.
Sanders, en cambio, no está por la colaboración bipartidista, y ni siquiera por la colaboración unipartidista. Se niega a considerarse un demócrata, aunque intente conseguir que el partido le designe para ser el candidato presidencial. Lo que parece creer Sanders es que es capaz de convencer a los votantes para que apoyen no solo políticas progresistas, sino también cambios políticos radicales que tratarían de arreglar cosas que la mayoría de la gente no piensa que haya que arreglar.
A eso se reduce, a fin de cuentas, su Medicare para todos, que eliminaría los seguros privados. Lo que les está diciendo a los 180 millones de estadounidenses que actualmente tienen un seguro privado, muchos de los cuales están satisfechos con su cobertura es: “Voy a quitaros el seguro que tenéis y sustituirlo por un programa del Gobierno. Además, vais a pagar muchos más impuestos. Pero confiad en mí, el programa será mejor que lo que tenéis ahora, y los nuevos impuestos serán inferiores a lo que pagáis ahora en primas”.
¿Podrían ser ciertas estas afirmaciones? Sí. ¿Se las creerán los votantes? Seguramente no. Los sondeos muestran que el apoyo al Medicare para todos cae drásticamente cuando se informa a la gente de que eliminaría los seguros privados y exigiría unos impuestos más altos.
Se podría intentar racionalizar la postura de Sanders alegando que Medicare para todos es un plan ambicioso, y que en la práctica estaría dispuesto a aceptar un planteamiento más gradual. Pero no es lo que parece indicar su comportamiento. Por el contrario, Sanders se ha negado claramente a apoyar medidas que reforzarían el Obamacare, ni siquiera como un recurso temporal. Por lo tanto, parece que para Sanders es o pagador único o nada. Y lo que eso significaría, con toda probabilidad, es... nada. Aquí no estamos hablando de la derecha contra la izquierda. El Partido Demócrata se ha vuelto mucho más sólidamente progresista de lo que solía ser, y eso se reflejará en las políticas de cualquier demócrata que llegue a la Casa Blanca. La cuestión, por el contrario, es si ella o él estarán dispuestos a enfrentarse a la dura realidad de la política actual.
Los candidatos demócratas en el siguiente nivel de la carrera parecen entenderlo. Las propuestas de Warren son muy progresistas, pero también son graduales, y hasta sus ideas relativamente radicales, como su propuesta de un impuesto sobre el patrimonio, reciben apoyo en los sondeos. Y cualquiera que haya visto a Kamala Harris en la comparecencia de William Barr del pasado miércoles sabe que no se hace ilusiones en cuanto al estado del partidismo. Biden y Sanders, sin embargo, dan la impresión de ser unos románticos. Biden parece estancado en el pasado, cuando a veces se producía una verdadera colaboración bipartidista. Sanders aparenta vivir en un futuro imaginario, en el que un maremoto popular se lleva por delante todos los obstáculos políticos. No da la sensación de que ninguno de los dos esté preparado para las duras contiendas que se producirán a continuación incluso si gana.
Paul Krugman es premio Nobel de Economía.
© The New York Times, 2019
Traducción de News Clips
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