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Gestamp se pone a cubierto de la guerra comercial

El fabricante de componentes para automóviles busca entrar en el Ibex

Un operario de Gestamp inspecciona una línea de montaje.
Un operario de Gestamp inspecciona una línea de montaje. Miquel Monfort Subirana
Josep Catà Figuls

Crecer sin parar en un mundo global es complicado, y la automoción no es una excepción. No solo por los cambios por los que está pasando el sector, donde el futuro, marcado por el coche eléctrico, conectado y autónomo, obliga a una rápida adaptación, sino también por la ola de proteccionismo que capitanea Estados Unidos. Las amenazas del presidente Donald Trump de imponer aranceles a los automóviles europeos y chinos han puesto en alerta a las empresas relacionadas con la industria automovilística, que en España representa cerca del 9% del PIB. Gestamp, la empresa proveedora de componentes para la automoción y una de las candidatas más bien formar parte del Ibex 35 en las próximas revisiones del índice, trata de evitar el impacto del proteccionismo y basa su estrategia en posicionarse en los mercados emergentes, especialmente en Asia. El objetivo: no bajar el ritmo medio de crecimiento que, desde su fundación en 1998, es del 20% anual.

“Nosotros estamos ahí donde se fabrican los coches”, señaló recientemente el presidente de la compañía, Francisco Riberas, en una encuentro con periodistas en la fábrica de Abrera (Barcelona). Esta planta, una de las más modernas de la compañía, es la gran aliada de Seat, ubicada en el cercano municipio de Martorell, y explica bien cuál es la estrategia de un grupo como Gestamp: estar cerca de los fabricantes, trabajar según la demanda que tienen y desarrollar soluciones innovadoras.

La empresa se dedica a diseñar y desarrollar los componentes metálicos que luego se ensamblan en la fábrica: piezas de la estructura, del chasis, de la mecánica. Al principio la compañía nació para proveer a Seat, pero en 20 años se ha convertido en una empresa global que trabaja con varias marcas y que cuenta con 105 plantas en todo el mundo y 41.000 trabajadores, 6.500 de ellos en España. En los primeros seis meses de 2018 la empresa facturó por valor de 4.277 millones, un 3,53% más.

Estrategia clave

La presencia en el territorio, junto con la innovación, es la clave del éxito, según Riberas. La apuesta de la compañía es construir nuevas plantas para convertirse socio imprescindible de las marcas en la nueva era de la electrificación de los coches. “El vehículo eléctrico no supone un riesgo, al contrario. Es un reto para los grandes fabricantes de coches, y también para nosotros”, destacó Riberas. En 2017, la empresa compró una fábrica en Brasil para suministrar a Toyota, anunció su entrada en Marruecos e inauguró tres centros de innovación en China. Ahora prepara la apertura de su primera planta en Japón. Los ingresos de Gestamp que proceden de China y la India corresponden solo al 1% del total. Sin embargo, estos dos países producen el 30% y el 13% de todos los vehículos ligeros del mundo, por lo que las perspectivas de crecimiento son altas.

A pesar de esta expansión, Riberas defendió que Gestamp “sigue invirtiendo una barbaridad en España”. La inversión se ha centrado en modernizar las plantas: un 15% de las líneas de estampación en caliente se han hecho en las fábricas que Gestamp. Este proceso novedoso, la gran especialidad de la fábrica de Abrera, produce componentes más duros, resistentes y ligeros, muy adecuados para los coches eléctricos. Esta técnica, que Gestamp utiliza en el 38% de su producción, permite ganar un 10% más de capacidad de trabajo en las plantas.

Sin duda, la un punto de inflexión para la empresa fue sido la salida a Bolsa. En septiembre de 2016, la familia Riberas dio entrada en el capital a la empresa japonesa Mitsui, con un 12,5%. En abril del año siguiente Gestamp tocó la campana del parqué madrileño con un precio de salida de 5,6 euros por acción. Más de un año después, el precio ronda los 6,4 euros por acción y la compañía puede presumir de ser una de las candidatas a entrar en el selectivo español, aunque Riberas, en junio, aseguró que “entrar en el Ibex no es un objetivo real en estos momentos”. Uno de los impedimentos era que la empresa no tenía suficiente free float o capital flotante. Con la venta de un 1,5% propiedad de los Riberas, la compañía consiguió un free float del 30,5%, cumpliendo el objetivo inicial de la salida a Bolsa.

El paso por la Bolsa no está siendo fácil: aunque marcó un máximo en junio, con 7,42 euros por acción, también ha sufrido caídas importantes, en parte a causa de las amenazas de aranceles de Trump, y los Riberas se juegan tener que pagar una compensación millonaria a los japoneses de Mitsui si en octubre no consiguen aumentar la cotización media. En concreto, pactaron con los japoneses un pago, cuya cuantía varía según el precio de mercado, si tras los primeros 18 meses de vida bursátil el valor de los títulos era inferior a un determinado precio umbral (6,47 euros).

El constante crecimiento de Gestamp no lo ha alejado de sus raíces familiares. La familia Riberas, originaria de Burgos, se inició en el negocio de la chapa con Francisco Riberas Pampliega. En 2010 dejó un importante legado a sus dos hijos: Gonvarri, la empresa de acero, y Gestamp, la fabricante de componentes. Aunque con la salida a Bolsa la familia se ha tenido que desprender de parte de su propiedad, los dos hermanos quieren seguir implicados en el camino de sólido crecimiento de la empresa.

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Sobre la firma

Josep Catà Figuls
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.

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