Derby suma hoteles con lujo y arte
La cadena catalana, pionera en albergues urbanos con estilo, cumple 50 años y se embarca en un ambicioso plan de expansión
En el salón, una colección de cerámica maya a un lado. Al otro, un fósil con millones de años de antigüedad. Y en la habitación, piezas de arte africano. Cada alojamiento de Derby Hotels es un museo. La cadena, que este año cumple 50 años, se prepara para dar un impulso a su crecimiento internacional con nuevas plazas en otras ciudades europeas tras cerrar un año con un aumento de facturación del 2,6% (hasta los 78 millones de euros), que podría haber sido más elevado de no ser por la crisis catalana. En el punto de mira de su presidente, Jordi Clos, están Ámsterdam, Múnich, Estocolmo o Lisboa.
Derby nació a finales de los años sesenta en Barcelona. Entonces la capital catalana no era la meca del turismo en la que se ha convertido. Era una ciudad de ferias y congresos con una oferta limitada: o grandes hoteles clásicos o pensiones y hostales. “En ese momento predominaban los establecimientos como el Ritz o el Palace, con espacios solo para celebraciones o cumpleaños. El diseño clásico era el único concepto que existía en España. Y llegamos con un tipo de hotel que quería romper con esa estructura: un hotel de diseño, con salas de reuniones, con restaurante al que vinieran clientes que no se hospedaran”, explica Clos, también jefe de la patronal del sector barcelonesa.
No se inventaba nada. Clos se había dedicado hasta entonces a la arquitectura interior y el diseño y había visto lo que se estilaba en Nueva York. En una época en la que la industria española se volcaba en el sol y playa, él y sus socios se decantaron por el modelo urbano de las grandes capitales europeas. Las administraciones de esa época, recuerda Clos, no sabían calificar los hoteles. “Nada estaba en la normativa, ni las habitaciones dúplex ni elementos como las piscinas, que solo eran para establecimientos de la costa”, recuerda. De Nueva York también trajo otro concepto que no tardaría en popularizarse: la primera terraza de Barcelona en el hotel Claris. “Cuando vino Pasqual Maragall, entonces alcalde, a inaugurarla se preguntó por qué esa idea que daba una imagen cosmopolita de la ciudad no cundía. Hoy ya hay más de 60 terrazas abiertas en la ciudad”, afirma.
Primero, Madrid
El primer salto fuera de la ciudad lo dio a Madrid, pero los dueños de la cadena, ahora familiar, vieron que la implantación del hotel urbano iba a generalizarse. La diferenciación respecto al resto vino de la mano de la gran pasión de Jordi Clos: la arqueología. “Lujo y cultura van muy vinculados y era difícil que nos copiaran en eso. Los salones de los hoteles y luego las habitaciones se convirtieron en pequeños museos”, cuenta. Clos es uno de los mayores expertos en arte egipcio, hasta el punto de que hoy tiene una de las mayores colecciones privadas de Europa. “No viene por ascendencia familiar. A los 12 años en la escuela me encargaron un trabajo de historia antigua y yo elegí Egipto. Probablemente es el mejor que he hecho en mi vida. Y luego seguí con esa afición”, sostiene.
Un año difícil
Derby Hotels Collection cerró el año pasado con un volumen de negocio de 78 millones de euros, un 2,6% más que en 2016. La compañía ha valorado de forma positiva este crecimiento “en un ejercicio turísticamente complejo en Barcelona”. La cadena propiedad del empresario Jordi Clos, presidente del Gremio de Hoteles de Barcelona, fue la primera hotelera catalana que trasladó su sede social de Barcelona a Madrid en noviembre de 2015 aunque siempre ha defendido que esta decisión nada tiene que ver con el proceso independentista sino con la estrategia de crecimiento de la compañía.
La estrategia de Derby Hotels consistió en que cada hotel fuera diferente. “Huimos del concepto de otras compañías como Hilton o NH, que intentan que todos los hoteles sean estándar”, narra. En lugar de eso, la cadena de Clos compra edificios singulares: antiguos palacios, fincas regias, casas victorianas… Para dotarlos de contenido, acudía a subastas de arte de Sotheby’s y Christie’s en Nueva York. “Hace 35 años había arte precolombino a un precio muy asequible. Piezas espectaculares que tenemos en nuestros hoteles y que a los precios de hoy no podríamos comprar”, dice. O bien a Japón, donde se hizo con una colección de mosaicos romanos.
Tras haber definido su identidad, los hoteles dieron el salto a Europa. En Londres, por ejemplo, se hizo con nueve edificios victorianos en Queen’s Gardens, y en París compró un antiguo banco cercano a la Ópera. Y así hasta sumar 23 establecimientos dentro y fuera de España. Los hoteles deben tener tres condiciones: tenerlos en propiedad para poder transformarlos, ser edificios singulares y poderlos sufragar con recursos propios. El nivel de endeudamiento de la empresa es muy bajo, del 11%. Por ello, en los dos últimos años la cadena hizo un parón en su expansión. “Hemos mejorado todos los edificios que tenemos. Ahora estamos con el de Londres, que pasará a ser un cuatro estrellas oro”, dice. A la vez, Clos ha entrado en el negocio de los apartamentos tras detectar que muchos turistas prefieren esa opción.
Planes para 2019
La expansión se reanudará en 2019. Clos trasladó su sede social a Madrid, aunque puntualiza que mucho antes de la inestabilidad generada por el procés. Lo hizo, explica, por cuestiones sucesorias y para preparar su expansión a Europa. Junto a él, hoy gestionan los hoteles sus dos hijos. La cadena está explorando ya varias ciudades. Ámsterdam y Múnich son los dos destinos más apetecibles, pero también tienen un ojo en Estocolmo y otro en Lisboa.
“Debe haber una combinación entre turismo de negocios y vacacional”, cuenta. No habrá más en Barcelona. Entre otras cosas, porque el plan hotelero del Ayuntamiento limita esa posibilidad en las ubicaciones más interesantes. El último trimestre de 2017, además, impidió que la facturación creciera el 6% que había previsto el grupo. “El beneficio por habitación cayó hasta un 35% en los hoteles de lujo. Cerramos con 78 millones, pero se produjo la tormenta perfecta: las huelgas de vigilantes del aeropuerto, los ataques a hoteles, los atentados, el 1 de octubre y la situación política. Y la fuga de sedes sociales, que ahora celebrarán reuniones, consejos y juntas en otras ciudades”, sostiene.
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