La rebeldía del empresario ubicuo
José Luis Bonet, presidente de la Cámara de España desde 2014, ha multiplicado su actividad y a decir los que otros dirigentes callan
Hasta que apareció su nombre como el elegido para presidir la nueva Cámara de Comercio de España (sustituta del periclitado Consejo Superior de Cámaras de Comercio) en noviembre de 2014, José Luis Bonet Ferrer era un hombre de perfil bajo, casi desconocido, excepto para los iniciados en el mundo de los negocios por su vinculación a la empresa Freixenet, de la que es presidente desde 1999, y al foro de Marcas Renombradas. Hasta entonces. Porque después, y mayormente en los últimos meses por culpa del procés independentista catalán, ese perfil ha ido ganando estatura y ha llegado a ser tan vitoreado como depauperado, dependiendo desde dónde se le juzgase.
Seguramente, a estas alturas y vista la trayectoria, todos reconocen que su nombramiento por el Ejecutivo de Mariano Rajoy tras la decisión, no exenta de polémica, de cambiar la estructura cameral española, fue un acierto. Bonet, que además de su responsabilidad en su empresa familiar es presidente de Marcas Renombradas y de la Fira de Barcelona (en esta institución prorrogado hasta que el ayuntamiento de la ciudad decida el sustituto), lo aceptó con mucho ánimo y añadió otra misión a su cartera cuando ya superaba los 70 años (ahora tiene 76, cumplidos en diciembre pasado). Embarcó en la aventura a personas amigas (entre ellas, Ana Patricia Botín o Modesto Piñeiro, presidentes del Banco Santander y de la Cámara de Santander, con quienes comparte veraneo en Santander) y tiró para adelante.
Con su aspecto de hombre bueno (además de tener aspecto, lo es), dispuesto a una sonrisa en cada momento, desde el primer instante tomó el toro por los cuernos y no se ha arrugado ante ninguna adversidad que se le haya cruzado. Quizá por ser un hombre que tiene todo el pescado vendido tras su larga experiencia en la empresa y como profesor universitario (ha dado clases de Hacienda en la Universidad de Barcelona casi una cincuentena de años) habla sin circunloquios y dice lo que otros empresarios piensan y se callan.
Tomó el toro por los cuernos y y no se ha arrugado ante ninguna adversidad
Esa rebeldía le ha llevado al pedestal y a ser una persona perseguida (en el buen sentido de la palabra) por los medios de comunicación porque no va a defraudar. Siempre tendrá una declaración que hacer. También se ha hartado de recibir reconocimientos y premios, que sin duda están más relacionados con esa valentía que con su trayectoria (o por las dos cosas). Una valentía con mayúsculas en la que ha salido a cara descubierta, sin recatos ni escudos, poniendo incluso en trance el espíritu familiar de la empresa, acostumbrada, como tantas y tantas otras, a esconder la cabeza bajo el ala.
Como cuenta en una entrevista reciente en El País Semanal con el compañero Lluís Pellicer, el gran pecado de la sociedad catalana, y de los empresarios en particular, ha sido el silencio. Y eso con Bonet no ha pasado. Si hay que criticar las decisiones de los independentistas, no duda en alzar la voz, como cuando pronunció ante más de 1.000 directivos reunidos en Alicante que la “marca Cataluña estaba muerta”; si hay que amenazar con cambiar la sede, lo hace, y, aunque decidió no hacerlo tras promulgarse el 155, que nadie dude de que si las cosas se encabritan más, Freixenet se irá, aunque esté la empresa en un proceso de venta (por cierto, indeterminado).
En definitiva, en este tiempo, no tan largo, que lleva en la Cámara se ha convertido en un hombre con una actividad imparable, del que se diría que tiene el don de la ubicuidad. Así puede encontrarse en un acto de la Marca España o en la firma del acuerdo de integración de las cortes de arbitraje. O en Nueva York en la entrega del galardón de mejor empresario del año, que otorgó la Cámara EE UU-España, a María José Álvarez, presidenta de Eulen, apenas unas horas después de haber asistido a un desayuno informativo en Madrid. O que esta misma semana se haya reunido con el presidente saudí del Comité bilateral España-Arabia Saudí; con el embajador cubano y el presidente español del Comité Empresarial Hispano-Cubano, Jaime García Legaz (presidente también de Aena); con la viceministra de Comercio de India, Rita Teaotia; haya intervenido en Fitur en la presentación del proyecto Bodegas de España y haya recibido el premio de Iberia a la Cámara de España como mejor cliente institucional.
Su valentía se ha mostrado, sobre todo, en la oposición al Procés independentista catalán
Eso en tres días, porque el jueves se fue a Barcelona a tareas relacionadas con la Fira , que se prepara para Mobile World Congress. Esos compromisos explican que no pudiera estar en la entrega a Ana Botín del premio de la patronal catalana como empresaria del año, lo que seguramente lamentó y corroboró que, pese a sus intentos, es imposible lograr la ubicuidad.
Un ejemplo de diplomacia económica
Alguna vez, José Luis Bonet ha afirmado que está cansado; pero en cierta forma reconoce que le apasiona ir de acá para allá. Podría delegar, pero se siente involucrado. No ceja. Le cuesta decir que no. Su personalidad la resume una colaboradora en la Cámara de España: “Es muy fácil trabajar con él, aplica una enorme dosis de sensates adquirida tras muchos años de práctica empresarial y de profesor universitario”. Un ejemplo de diplomacia económica.
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