Tiempo de salarios
La deflación y los bajos sueldos han creado un economía anoréxica, una sociedad injusta y una política populista
Dice el Eclesiastés que hay un tiempo para cada cosa. Aplicando este precepto bíblico a la economía, después de una larga etapa orientada a la recuperación de los excedentes empresariales (y también a los sueldos de los altos directivos de las grandes empresas), ha llegado el tiempo para los salarios. De lo contrario, estamos abocados a vivir en economías inestables, con sociedades conflictivas y política convulsa. Esta es una tierra abonada para dirigentes populistas y autoritarios.
La pregunta intrigante es esta: si las economías crecen, aumenta el empleo y se reduce el paro, ¿por qué no se recuperan los salarios? Los economistas utilizamos la curva de Philips (un economista inglés de mediados del siglo pasado) para analizar la relación entre salarios y desempleo. Según Philips, la relación entre los salarios y el empleo es inversa. Si el empleo aumenta, los salarios deberían aumentar. Tiene lógica. Cuando el paro baja los empresarios necesitan ofrecer mayores salarios para contratar nuevos trabajadores o retener los que tienen.
Los gobiernos han utilizado la curva de Philips para dar prioridad al empleo sobre los salarios y justificar las reformas laborales. Ahora hablan de "normalizar" los salarios, pero dando prioridad al empleo. El problema es que la curva de Philips no parece funcionar en la economía actual.
¿Por qué? Hay varias respuestas. Una es que estamos midiendo mal el paro, y que el real es más elevado que el oficial. Si el paro real es mayor que el oficial aún no habría llegado el momento de la subida de los salarios. A esta hipótesis se ha apuntado el Banco Central Europeo. Tiene sentido si pensamos que mucho del nuevo empleo temporal y parcial es involuntario. Es decir, más que empleo lo que se está creando subempleo. Tiene lógica, pero no es convincente.
Otra respuesta es la productividad. De acuerdo con esta visión, los salarios no estarían subiendo debido a que la productividad permanece estancada o disminuye. Pero cabe plantearse si la causalidad no será la inversa: que los bajos salarios induzcan baja productividad. ¿Por qué deberíamos esperar elevadas productividades de trabajadores precarios y mal pagados? Al contrario, bajos salarios son sinónimos de elevada rotación laboral que, a su vez, hace que la productividad sea baja. Me contaban este verano que en ciertas empresas automovilísticas hay trabajadores eventuales que abandonan a los pocos días de ser contratados, sin interesarse ni tan siquiera por el finiquito! Por el contrario, las empresas que pagan "salarios de eficiencia", superiores a los salarios que equilibran demanda y oferta de empleo, tienen trabajadores más eficientes y productivos.
En cualquier caso, las consecuencias de los bajos salarios son numerosas, y casi todas perniciosas. Mencionaré cuatro.
A nivel macroeconómico los bajos salarios debilitan el consumo agregado de la economía y hacen que la economía funcione al ralentí. Para comprender por qué sólo hace falta tener en cuenta como funciona la macroeconomía: lo que yo ingreso es lo que tu gastas; lo que tu gastas es lo que yo ingreso. Si se reduce el ingreso y el gasto debido a los bajos salarios, la economia se debilita.
En el plano microeconómico, el de las empresas, los bajos salarios, además de perjudicar a la productividad, frenan la innovación tecnológica y favorecen el liliputismo empresarial. ¿Qué incentivos tienen los empresarios para inversiones de este tipo si pueden disponer de trabajadores baratos en abundancia? La construcción y el turismo están afectadas por esta enfermedad. Esto hace que no tengan incentivos para crecer y transformarse en verdaderas industrias.
A nivel social, los bajos salarios son causa de la aparición de trabajadores pobres y del aumento la desigualdad (de rentas, riqueza y oportunidades). El resultado es el malestar social y la pérdida de legitimidad social de la economía de mercado y del capitalismo.
En el plano político, los bajos salarios debilitan el estado del bienestar (educación, sanidad, pensiones). Trabajadores pobres y precarios debilitan los ingresos fiscales y los de la seguridad social, a la vez que provocan mayor gasto social a través de programas de rentas mínimas de ingresos.
¿Cuál es el origen de este estado de cosas? Los años ochenta. Para frenar la elevada inflación los gobiernos utilizaron los salarios. Pero se pasaron de frenada. El resultado es que la deflación y los bajos salarios han creado una economía anoréxica, una sociedad injusta y una política populista.
Gobiernos y empresarios tienen que volver a pensar los salarios desde esta perspectiva integral. Y si la buena reflexión económica no les convence, al menos deberían dejarse guiar por el Eclesiastés: es tiempo de salarios.
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