Beneficios a costa de pérdidas ajenas
Los fondos cotizados son una alternativa para apostar por la caída de la Bolsa
“A río revuelto, ganancia de pescadores”. Según el Instituto Cervantes, este popular refrán significa que “del mismo modo que aparece más pesca cuando las aguas de un río se revuelven, en las situaciones confusas o cuando se producen cambios o desavenencias, hay quienes sacan beneficio aprovechando tales circunstancias”.
Para una gran mayoría de inversores españoles la marcha de los mercados financieros en los últimos meses está siendo casi un drama. La baja, ahora ya nula, rentabilidad de los depósitos bancarios, su forma tradicional de inversión, parece invitarles a asumir riesgos (Bolsa) en busca de algún rendimiento, por pequeño que sea. Por su parte, las Bolsas mundiales, no solo la española, han sufrido desde principios de años fuertes caídas y en cualquier caso, grandes oscilaciones: el Ibex 35 acumula unas pérdidas desde noviembre superiores al 15%; el MSCI, que engloba las compañías cotizadas más importantes del mundo, cae un 12% en el último año; y algunos mercados emergentes han llegado a caer un 30%.
Desde hace años existen en el mercado potentes herramientas de inversión para “ponerse corto”, para “estar vendido”, es decir, para tratar de obtener beneficios apostando porque los precios de las acciones (o de cualquier otro activo financiero) bajarán. Se pueden vender títulos a crédito; jugar con las opciones y sus múltiples combinaciones, vender futuros, recurrir a warrants, CFDs... Sin embargo, se trata de herramientas que o bien requieren grandes conocimientos específicos o bien comportan un gran riesgo. En general, son válidas para profesionales o grandes instituciones financieras.
Pero no todo está perdido para el pequeño ahorrador que busque cobertura. Hay una alternativa más: los fondos cotizados o ETFs (Exchange Traded Funds). Estos instrumentos permiten al inversor particular sin grandes conocimientos técnicos (pero con cierta cualificación) apostar por descensos de los mercados sin exponerse a grandes pérdidas (o, al menos, menores de las que se derivarían del uso de CFDs, futuros o warrants).
Los ETFs son fondos de inversión que cotizan en Bolsa. Se compran y se venden como si fueran acciones tradicionales. Son “partes” de un fondo de inversión cuyo objetivo no es otro que replicar lo más fielmente posible el comportamiento de un índice bursátil, de un sector o de una gama de activos. Se puede apostar, por ejemplo, a que el Ibex 35 subirá o bajará sin necesidad de comprar/vender a crédito todas y cada una de las acciones que lo componen en la proporción correspondiente. Mientras la segunda opción requiere un volumen de inversión mínimo importante y se asume un elevado riesgo de pérdida, los ETFs son más económicas. Los fondos cotizados en la Bolsa de Madrid sobre este índice tienen precios que van desde los 10 euros hasta 90 euros y, por tanto, se incurre en menos riesgos.
Para los inversores que consideran que los mercados seguirán bajando lo procedente sería “estar vendido”. Para apostar por ello tienen a su disposición los ETFs inversos que funcionan al revés. Que el Ibex 35, por ejemplo, sube un 1% en un día; el precio del ETF inverso pierde esa sesión un 1%. Que el Ibex 35 baja en una sesión un 2%, el ETF correspondiente sube un 2%.
Sencillo inicialmente pero con sus pegas. “La réplica es casi exacta si se negocia con ETFs en una misma sesión, pero no es el caso cuando se mantienen las posiciones varios días”, explica Marta Cuevas, del departamento de gestión de activos de Renta4. Pone un ejemplo: si el Ibex 35 parte de 100 y baja un 10% (90); el ETF en ese día sube ese 10% (110). Si en las dos siguientes sesiones el Ibex 35 sube un 3% en cada una de ellas, el ETF baja cada día ese 3%, acumulándose el efecto. Su ganancia final será de un 3,49% cuando teóricamente (por diferencia entre el Ibex inicial y el final) debería haber sido del 4,52%. “Esto que se llama rebalancear, resetear a diario es lo que hace que haya que considerar estos ETFs inversos como productos complejos que precisan de una mayor cualificación”, reconoce César Muro, gestor del fondo Passive Investment Specialist Iberia, de Deutsche Asset Management.
Opciones apalancadas
Existen también ETFs inversos apalancados, en los cuales la apuesta es mayor, es decir, se puede ganar y perder mucho más. Sería el caso por ejemplo de un ETF sobre el Ibex doble, en la que por cada punto de caída del índice se ganaran dos; y a la inversa. Un ejemplo: el Ibex 35 parte de 100 y el primer día sube un 5% y el segundo baja un 4,46%. Resultado final: cero. El ETF apalancado bajará un 10% el primer día, pero en el segundo (los efectos se acumulan) subía un 9,52% y su resultado final será una pérdida del 1,43%.
En este punto se podría pensar que un fondo de inversión puro del Ibex 35 podría servir igual. “No es exactamente así por dos razones”, insiste César Muro. La primera, por una cuestión de precio: los fondos de inversión de renta variable tradicionales cobran comisiones de gestión medias en torno al 1,6% anual; los fondos ETF, las reducen hasta colocarlas en una horquilla entre el 0,3% y el 0,7%, que además están ya incluidas en la cotización. Es así porque la gestión que hacen de su fondo es pasiva, puramente matemática: se replica el índice, sector… tal cual es, sin valorar si es mejor o peor comprar o vender un valor u otro. “La segunda razón es por la liquidez: mientras el ETF se puede inicialmente comprar y vender en cualquier momento del día (tiempo real), en el fondo hay que esperar a que cierre la sesión para saber su precio exacto y sus suscripciones y reembolsos pueden demorarse días”, concluye Muro.
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