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Los creadores de negocios

El emprendimiento ha cambiado de forma y de lenguaje en estos 30 años. Sobre todo, se ha vuelto más visible en la sociedad

Thiago Ferrer Morini
El rey Felipe VI preside la entrega de premios de una edición de South Summit, el principal evento para emprendedores en España.
El rey Felipe VI preside la entrega de premios de una edición de South Summit, el principal evento para emprendedores en España.

Emprendimiento: la palabra moderna para lo que ha sido, de toda la vida, abrir un negocio. Aunque la creación de empresas en España (94.955 nuevas sociedades mercantiles el pasado año) no ha regresado a los niveles previos a la crisis, la pérdida de importancia de las grandes empresas tradicionales —en especial, en la industria— y, con ella, de los modelos tradicionales de trabajo, ha hecho crecer el interés por las iniciativas que puedan definirse como la economía del futuro.

"En una sociedad posindustrial las nuevas generaciones se sienten más capaces de tomar la iniciativa", explica Carmen Bermejo, consejera delegada de la aceleradora (una empresa dedicada al fomento de otras) madrileña Tetuán Valley. "No necesitan trabajar para grandes empresas. A la hora de buscar un trabajo, más que el dinero, les importa el hacer algo que consideran relevante y satisfactorio".

Una de las primeras ediciones de Negocios hacía un perfil de un empresario de la industria del plástico de 26 años que acababa de publicar un libro titulado Crear 80.000 empresarios, en el cual proponía una serie de medidas para incentivar el emprendimiento en España. Hoy Juan Rosell es el presidente de la patronal CEOE, y durante toda su carrera ha apostado por el fomento de la creación de empresas. Para él, los últimos 30 años han supuesto un cambio radical. "Entonces, en plena salida de la transición y siendo un país casi autárquico, todo el riesgo, la inversión, la aventura, era muy distinto", recuerda. "Hoy el mundo está abierto, y podemos ver a dónde van los vientos".

"Creo que el espíritu emprendedor existía entonces y existirá siempre", afirma Luis Escauriaza, que en 1985 era director general de la Pequeña y Mediana Empresa. La de hace 30 años era "una sociedad donde aún se pensaba que los emprendedores lo eran por generación espontánea o por genética", indica Ángel Monroy, presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Madrid, "héroes concretos y poco numerosos, que protagonizaban gestas legendarias".

Entrevista con Juan Rosell en 'Negocios', 7 de diciembre de 1985.
Entrevista con Juan Rosell en 'Negocios', 7 de diciembre de 1985.

Gestas, por ejemplo, como la del cortador de cuero Juan Terán. En 1985, Terán acababa de fundar su propia empresa, una más de las cientos de firmas de calzado en el valle del Vinalopó (Alicante). "Es muy duro pedirle trabajo a alguien; al menos a mí me costaba mucho", recuerda. "Yo ya tenía la idea de ponerme por mi cuenta, y fui criándome la fe en la idea. En 13 años estuve en nueve fábricas. Pero cuando me echaron de una de ellas —la única de la que me echaron— dije basta. Le dije a mi mujer: "No voy a pedir trabajo en ninguna empresa más". Y se puso a llorar porque lo veía una barbaridad". Hoy Pikolinos, la empresa fundada por Terán, es la cabeza de un grupo con seis marcas y presencia en 60 países.

O el de los hermanos Encinar, que junto a tres otros socios fundaron idealista.com, hoy el primer portal inmobiliario de Internet en España. "En aquél entonces aquí había cuatro millones de usuarios de Internet, que usaban módem, no había ni ADSL, ni fibra, ni 4G", recuerda Fernando Encinar, uno de los cofundadores. "Vimos una posibilidad de negocio en el sector inmobiliario".

Hay cosas que, sin duda, hoy son más sencillas. Para empezar, en 1985 el tipo de interés bancario para créditos rondaba el 15,5% anual —con una inflación del 8%—, según el entonces Banco de Bilbao (hoy BBVA). La entrada en la entonces CEE, ese mismo año, y la adopción del euro después, han abaratado el crédito hasta límites imposibles en los tiempos de alta inflación de los años setenta y ochenta. ¿Cuánto? Es complicado saberlo. El Banco de España solo hizo público el tipo de interés medio del crédito a las pymes a partir de la entrada en el euro, en 2002.

DOS REVOLUCIONES

Más barato no quiere decir más fácil. Encinar lo descubrió de primera mano cuando, en 2002 —tras la explosión de la burbuja de las puntocom dos años antes— su empresa quedó pendiente de la concesión de un crédito puente por dos entidades bancarias. "Pasamos una tarde entera mirando al teléfono a la espera de saber si nuestra empresa podría seguir o debería desaparecer", recuerda. "Los bancos, en realidad, solo prestan a los que tienen, y más con la crisis", explica Terán. "Yo, por suerte, iba de la mano de un viejo amigo que tenía prestigio en el banco, que fue el que me ayudó en los primeros años".

Pero más importante aún que el acceso al crédito, es la revolución del acceso a la información que ha supuesto la informática y, en concreto, Internet. Esta revolución ha traído consigo un nuevo término: startup, un término que aún hoy no se sabe muy bien qué significa pero que, en general, define pequeñas y jóvenes empresas tecnológicas. Tanto en 1985 como hoy, el centro simbólico de las startups estaba en el área metropolitana de San José, en California: el llamado Valle del Silicio, o Silicon Valley. Apple, fundada en 1976 por dos veinteañeros de California y el paradigma de una startup del valle, es hoy la firma de mayor capitalización del mundo.

"Hoy es mucho más barato fundar una empresa", explica Bermejo, que también es vicepresidenta de la Asociación Española de Startups. "En una sociedad industrial, para fundar una empresa hacía falta una cantidad importante de capital y un local enorme, ahora no hace falta nada de eso". "Cuando fundamos Idealista, albergar la página web nos costó 600.000 euros solo en máquinas", recuerda Encinar. "Hoy, gracias a la nube, te puede costar entre 25 y 30".

Primer perfil de 'idealista.com' en 'Negocios', 12 de octubre de 2003.
Primer perfil de 'idealista.com' en 'Negocios', 12 de octubre de 2003.

La creciente visibilidad del emprendimiento en la sociedad ha atraído críticas que reprochan el auge de cursillos, libros y conferencias sobre emprendimiento, muchos de ellos sin experiencia real. "Creo que en todos los países y en todos los sectores hay gurús", quita peso Encinar. "Un tipo da una charla sobre emprendimiento y lleva 10 años como alto directivo en una multinacional, nunca ha fundado una empresa. Lo más sorprendente no es que la dé, es que haya gente que lo escuche".

Una de los principales reproches a esta clase de gurús es que se hace demasiado hincapié en las historias de éxito, como Apple o Google. Pero en su inmensa mayoría, las nuevas empresas son iniciativas destinadas a fracasar. Casi una de cada cinco firmas españolas (19,7%) tiene menos de dos años, según el INE. Solo un 15% de las empresas españolas tienen más de 20 años.

Ahora, como en 1985, la pyme es la columna vertebral del empleo en España. Cuatro de cada diez españoles que trabajan lo hacen en un establecimiento con menos de 10 empleados: un 31,3% en uno con menos de cinco. Cambiar ese modelo y construir grupos grandes con una sólida base tecnológica es uno de los desafíos del emprendimiento en España.

PROBLEMAS

Puede decirse que uno de los problemas es que España es un país tan enamorado de las pequeñas empresas que quiere que sigan siendo pequeñas toda la vida. "Subsiste la atomización excesiva del tejido empresarial", afirma Escauriaza. "Si lo comparamos con Francia y Italia, tenemos muy pocas empresas de tamaño mediano". "Es bueno que existan empresas grandes y una relación de negocios que permita a las grandes contratar servicios a la pequeñas", explica Bermejo. Pero aquí las empresas grandes bloquean el crecimiento de las pequeñas". Para Encinar, la atomización tiene un motivo cultural. "En España nos gustan los emprendedores pero no los empresarios", considera.

Otro de los grandes problemas del emprendimiento español es la aversión al riesgo. "En Europa se penaliza mucho más que en Estados Unidos el cometer errores", considera Bermejo. "Los grandes empresarios nunca acertaron a la primera", afirma Rosell. "Aquí, cuando alguien se la pega, le marcan con una X". En otros dicen "bueno, a ver la próxima vez". Pero ese miedo al fracaso no lo tienen los empresarios. "No hay una aversión al riesgo mayor que en otras culturas", considera Encinar. "Hay que recordar que, históricamente, somos un país de emigrantes, y emigrar siempre ha sido un salto al vacío".

Los emprendedores también se lamentan de la falta de interés de la Administración en facilitar la inversión. "Lo dramático es que somos la 14ª economía del mundo y el 33º en facilidad de hacer negocios", se lamenta Rosell. Sin embargo, las cosas, poco a poco, han mejorado. El propio índice Doing Business del Banco Mundial afirma que crear una nueva empresa ha pasado de tardar 138 días en 2004 a 13 en 2014.

Una palabra en la que coinciden todos es "pasión". Construir el propio negocio es algo que se paga caro, en horas y en canas. "Quizás el único denominador común de todos los emprendedores es una obsesión enfermiza por su negocio", considera Espinar. "En España hay mucho cinismo", pondera Bermejo, "pero las cosas cambian mucho cuando estás rodeado de gente que piensa en como arreglar los problemas y no en quejarse".

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Sobre la firma

Thiago Ferrer Morini
(São Paulo, 1981) Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Complutense de Madrid. En EL PAÍS desde 2012.

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