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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Consideraciones sobre renta variable

No todo el mundo puede aguantar que el valor de su cartera baje más de un 45% en un año

Todos hemos mirado alguna vez un gráfico de la evolución de un valor o un índice bursátil y hemos pensado: “¡Pues no parece tan difícil gestionar!”. Efectivamente, viendo los picos y los valles del gráfico, pensamos que se vende en el máximo o cerca del mismo, se aguanta un tiempo la liquidez y posteriormente, cuando está en mínimos o cerca de mínimos, se recompra y ya está. Así se conseguirían rentabilidades siempre positivas y probablemente muy grandes.

El problema es que ver esto en un gráfico es fácil pero, a la hora de gestionar, lo que se manejan son los datos macroeconómicos —adelantados y retrasados—, las noticias empresariales y los informes de las compañías que realizan los analistas. También se puede utilizar el análisis técnico, el estudio de gráficos para predecir movimientos, bien como herramienta principal o complementaria de lo anterior.

El tema se complica más, pues de la noche a la mañana todo el entorno en el que se habían planificado las inversiones puede variar y un suceso ocurrido en cualquier parte del mundo puede tener influencia en los mercados.

Pero yendo a los hechos, la historia muestra que la renta variable es el activo más rentable a largo plazo, aunque también es muy volátil. Es decir, tiene mucho riesgo y en ocasiones puede dar grandes disgustos por un largo período de tiempo. Por ello no todos los inversores deben mantener posiciones siempre en renta variable.

Lo ideal es tener un nivel de riesgo personal y manejarlo. No todo el mundo pueden aguantar que el valor de su cartera baje más de un 45% en un ejercicio, como ocurrió en 2008, o los malos comportamientos que experimentó la renta variable en los primeros años de principios de siglo.

Para ello existen otros tipos de activos —tesorería, bonos del Estado y corporativos, materias primas, fondos de retorno absoluto, private equity, entre otros— que sirven para reducir la volatilidad de las carteras y hacen posible que las rentabilidades sean más estables, aunque inferiores. También está demostrado que el peso de las distintas clases de activos es lo que más explica el retorno de las carteras.

En definitiva, hay que buscar un nivel adecuado de renta variable y, ante un deterioro de las condiciones económicas que pueda provocar una caída de los resultados empresariales y una tendencia bajista de la Bolsa, tiene sentido reducir la exposición. Con este planteamiento, por ejemplo, se evitaron importantes pérdidas en 2008.

Pero hay que tener en cuenta que los movimientos de los mercados pueden ser muy rápidos. En los últimos 10 años, el S&P 500 ha conseguido una rentabilidad del 69%, pero si se hubieran perdido las 10 sesiones en que más subió este índice, el resultado sería de una caída del 14%, retroceso que se ampliaría hasta el 44% si se hubieran perdido los 20 mejores días.

Para hacer movimientos radicales en la composición de las carteras es necesario tener la convicción de que el entorno que viene va a cambiar mucho las condiciones y, aun así, ser conscientes de que no se va a acertar plenamente. La experiencia proporciona curas de humildad y enseña que el mercado siempre tiene razón.

Estas reflexiones son muy aplicables a la situación actual, en que los factores geopolíticos determinados por Grecia están tapando el trasfondo de lo que está ocurriendo en la economía.

Miguel Ángel García Muñoz es director de Estrategia de Mercados de Banca March

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