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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Economía de transición

Mientras las perspectivas de beneficios mejoran, el crédito sigue sin fluir y la contratación se retrasa

El Barómetro de Empresas que hoy publica NEGOCIOS describe el ejercicio económico de 2014 como un año de transición. Las respuestas de las empresas recogen algunos hechos importantes (por ejemplo, que el aumento de beneficios ya no es una mera expectativa) y abundan en lo que podría denominarse como una mejora general de las perspectivas en inversión y ganancias. Es cierto que el aumento esperado de los beneficios en 2014 es moderado en la mayor parte de los casos, pero el hecho de que se prevean aumentos ya es un síntoma sólido de que lo peor de la crisis ha pasado, al menos para las empresas. Está en cuestión cómo será el futuro a corto plazo, pero está claro que la recesión ha quedado atrás y que, salvo catástrofe exterior (por ejemplo, una convulsión grave en los mercados emergentes), una parte importante del tejido empresarial está en condiciones de volver a la senda de las ganancias sostenidas.

Pero no todas las empresas podrán subirse inmediatamente a ese tren, ni la sociedad española disfrutará al punto de la mejora de perspectivas empresariales. Persisten dos sombras inquietantes sobre la evolución de la economía que, si no se corrigen, causarán fragmentación social. La primera es la persistente caída del crédito (-8,5% en noviembre de 2013 en términos interanuales, mucho más intensa de la prevista), que simplemente sigue asfixiando a las empresas pequeñas (o no tan pequeñas) y a las familias y, por tanto, limitando la capacidad de recuperación de la demanda. El problema hoy es grave, aunque su exposición repetida en los medios contribuya a trivializarlo como una letanía más; tan grave que la Comisión Europea lo denuncia sistemáticamente como uno de los obstáculos a la recuperación, no solo española, sino europea, y llega a sugerir nuevas decisiones regulatorias para trasladar a los ciudadanos la mejora de las condiciones de financiación que tienen ahora los bancos.

El descenso inquietante de los préstamos tiene una explicación. El mercado bancario espera, no sin inquietud, los exámenes de solvencia y resistencia que preparan las autoridades europeas; cuando esos tests se aprueben y se conozcan sus consecuencias normativas (nuevos requerimientos de capital si llega el caso), quizá la banca vuelva a considerar el crédito como su negocio principal. Pero mientras tanto, el entramado de las pequeñas y medianas empresas sufre una erosión constante, que se traduce en más despidos —que cese el ajuste de empleo es una condición inexcusable para que pueda hablarse de recuperación— y reducciones constantes de salarios, soluciones de urgencia que abaratan los costes, pero destruyen la calidad de los bienes y servicios. Los encuestados en el Barómetro están prácticamente divididos acerca de uno de los parámetros de la recuperación, la inversión. Un 43% sostiene que volverá a crecer este año, pero el 40% demora el crecimiento hasta 2015.

El paro es el gran problema de la economía española, y tardará mucho en reducirse. Pero esa reducción no puede hacerse de cualquier manera; la contratación a tiempo parcial puede ser una solución a corto plazo, pero a medio plazo es obligado incentivar el empleo estable o de larga duración. Porque el consumo y la demanda dependen de esa estabilidad; los contratos de baja calidad acaban siendo un mal negocio para el conjunto de la sociedad.

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