De Cabo captó empresarios "desesperados" prometiéndoles salvar su patrimonio
El dueño de Viajes Marsans Ángel de Cabo supo aprovecharse de la crisis económica para captar "empresarios desesperados" como el expresidente de la CEOE Gerardo Díaz Ferrán, con los que se comprometía a salvar su patrimonio personal o hacerles pagos para que mantuvieran su nivel de vida, pero que nunca llegó a efectuar,
Así lo afirmó durante su comparecencia ante la Brigada de la Policía Judicial el 8 de junio de 2012 uno de los testaferros del empresario valenciano y testigo clave en la causa abierta contra él en la Audiencia Nacional, incluida en el sumario de la "operación Crucero" al que ha tenido acceso Efe.
Jorge García Téllez le define como "dictatorial, persona con muy malas formas, que siempre tiene el grito en la boca", que ha sabido aprovecharse de la mala situación económica que atraviesa España y, con ello, "de los empresarios en crisis" y de todos sus trabajadores para desarrollar su actividad criminal.
Una actividad consistente en, según el relato del testigo a la Policía, adquirir empresas o grupos en situación de insolvencia, por precios simbólicos con los que después poder "mover capitales, quedarse con bienes muebles o inmuebles de los clientes y emitir facturas falsas" en beneficio propio.
Los empresarios, "ahogados", acuden a él "completamente desesperados", situación que aprovecha utilizando "argucias", la primera de ellas, haciendo alarde de su riqueza y solvencia.
Uno de los principales atractivos que exhibía era el edificio de cinco plantas de Ribarroja de Turia (Valencia) de la empresa Possibilitum, "recién reformado, con piscina, pista de pádel" y todo el mobiliario del grupo Marsans, incluyendo la mesa de la sala de reuniones del grupo turístico de Gerardo Díaz Ferrán.
De hecho, cuando el expresidente de la CEOE y su exsocio Gonzalo Pascual vieron ese mobiliario, De Cabo les explicó que lo había "comprado en liquidación a los concursales" del grupo, lo que llevó a ambos a "percatarse de dónde se habían metido y el ridículo que iban a hacer si esto saltaba a los medios", asegura García.
También alardeaba de vehículos de alta gama que se llevaba de las sociedades en apuros que adquiría tras recomendar a los empleados que no era "bueno" que los usaran cuando las empresas aún debían nóminas o pagos a proveedores, y solía presumir de tener barcos y deportivos.
Pero De Cabo también captaba a sus víctimas poniendo a su disposición un grupo de abogados y financieros a coste cero y prometiéndoles que salvaría todo su patrimonio personal, para lo que constituía hipotecas de máximo o transfería el patrimonio a alguna de sus empresas, aunque la realidad era que después no pagaba cantidad alguna de dinero.
Con el objeto de terminar de ganarse la confianza de los empresarios arruinados, les prometía entregas de dinero para que mantuvieran su nivel de vida, sin cumplir nunca con el acuerdo.
Y precisamente eso es lo que hizo con Díaz Ferrán y Pascual, a los que prometió 8 millones (a cada uno), en mensualidades de 100.000 euros, según el testigo.
Su "obsesión" era ver "su dinero" en sus cuentas, para lo que ordenaba transferir los saldos a favor de alguna de sus sociedades, o que se hicieran cheques para quedárselos, o talones bancarios que también se guardaba para cobrarlos cuando más le convenía.
Dicha retirada de dinero la justificaba posteriormente con facturas, siempre falsas, sobre la preparación del concurso de acreedores, o la realización de alguna obra.
En su entramado societario no se hacía "nada sin que lo ordene Ángel de Cabo, más que por orden de Ángel de Cabo, por gritos del mismo. Todo pertenece a él, él es el dueño y el señor de todo, todo se hace cómo y cuándo él dice, y lo dice siempre de malas maneras, gritando, insultando, y a la voz de ya", asegura el testigo.
García define su estructura como una empresa familiar en la que, insiste, "sólo se hace" lo que manda De Cabo "a base de gritar, meter presión, menospreciar al personal, insultar al trabajador e incluso a su familia. Cuando él quiere algo, lo quiere para ya, y si es necesario no se va a casa nadie hasta que se haga", concluye.
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