Obama y los republicanos se enrocan en sus posturas a un mes del "abismo fiscal"
El presidente estadounidense, Barack Obama, pidió hoy que el Congreso no permita que en enero caduquen las exenciones impositivas a la clase media, mientras que los republicanos aseguran que las negociaciones con los demócratas sobre el déficit están en "punto muerto".
Obama pidió hoy en un evento en una fábrica de juguetes en Hatfield (estado de Pensilvania) que, para eludir el "precipicio fiscal", el Congreso se centre en un acuerdo con el objetivo de no subir impuestos a la clase media, mientras que los republicanos mantienen su postura de no ceder a la idea de una mayor presión fiscal sobre los ricos.
En un discurso que recordaba a los de la reciente campaña electoral, el presidente arengó a los empleados y aseguró que lo primero que el Congreso debe aprobar es una prórroga de las exenciones para las rentas inferiores a 250.000 dólares y dejar otros debates del "precipicio fiscal" para más tarde.
"Incluso aquellos que ingresan más de 250.000 dólares al año, aún mantendrán los recortes en los primeros 250.000 de ingresos", puntualizó Obama.
"Cuanto antes actúe el Congreso, antes la economía recibirá oxígeno y además nos dará más tiempo para trabajar en Washington en un plan destinado a reducir el déficit de una manera equilibrada: con reforma fiscal, trabajando sobre los beneficios sociales y pidiendo a los estadounidenses más ricos que paguen un poco más", propuso Obama.
El presidente quiere que las exenciones fiscales aprobadas durante la presidencia de George W. Bush se mantengan para los ingresos inferiores al cuarto de millón de dólares y caduquen por encima de ese umbral, aunque para cerrar por completo el temor al "precipicio fiscal", también debería producirse un acuerdo sobre el recorte de los gastos y una reforma fiscal que reduzca la deuda a largo plazo.
"Todos nosotros vamos a tener que salir de nuestras zonas de confort. Yo estoy dispuesto y espero que suficientes miembros del Congreso en ambos partidos estén dispuestos también", indicó Obama para pedir que flexibilicen sus posturas de partida.
El presidente bromeó que tiene "una lista de los que se portan bien y mal en el Congreso para Papá Noel" y que algunos republicanos no recibirán regalos, porque "mantienen de rehén a la clase media" con la finalidad de evitar que se suba los impuestos a los más ricos.
Por su parte, el líder de los republicanos en la Cámara de Representantes y portavoz principal en las negociaciones en torno al "precipicio fiscal", John Boehner, dijo hoy que las negociaciones están "en punto muerto" y que la Casa Blanca "no ha hecho aún una propuesta seria".
Boehner también sigue sin cambiar un ápice su discurso de ayer, después de que se reuniera con el secretario del Tesoro saliente, Timothy Geithner, elegido por Obama para encabezar las negociaciones.
Hasta el momento, la Casa Blanca ha ofrecido un plan que incluye un aumento de ingresos fiscales de 1,6 billones de dólares en diez años, un programa de estímulo e inversión de 50.000 millones y unos recortes de 400.000 millones de dólares.
Esta oferta, que forma parte del plan de la Casa Blanca para reducir el déficit estadounidense en 4 billones de dólares en diez años, se ha encontrado con la oposición frontal de los republicanos, que opinan que la reducción del déficit debe venir de recortes, ya que los impuestos desincentivan el crecimiento económico.
"No hemos llegado básicamente a ninguna parte", según Boehner, quien defendió que se incida en los recortes e insistió en que los aumentos de los impuestos a los ingresos superiores al cuarto de millón de dólares afectará a las pequeños empresarios.
"La deuda no existe porque los pequeños negocios no pagan suficientes impuestos, existe porque Washington continúa gastando demasiado", analizó Boehner.
Obama advirtió de que un acuerdo en el Congreso, dividido en una Cámara Baja dominada por los republicanos y un Senado demócrata, es necesario y, si no hay consenso, sería como si la clase media estadounidense "recibiera carbón por Navidad".
La Casa Blanca calcula que una familia estadounidense pagará unos 2.000 dólares más en impuestos y aseguró que ese dinero es vital para estimular el consumo, pagar hipotecas o financiar la educación superior de los hijos.
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