El precio de salir de la comarca
Las cajas de Sabadell, Terrassa y Manlleu atacaron Valencia y Madrid dando hipotecas
Hasta mediados de 2009, tres pequeñas cajas resistían en las comarcas catalanas del Vallès y Osona. Con una historia de más de cien años, las cajas de Sabadell, Terrassa y Manlleu las habían visto de todos los colores. Sobrevivieron a dos dictaduras, una guerra civil y a los duros años de la posguerra. La Gran Recesión, sin embargo, ha podido con ellas. Tras su fusión en 2009, Unnim, como se llamó la fusión de las tres entidades, tuvo que recibir 953 millones de euros de fondos públicos a través de préstamos y capital y fue nacionalizada por el Estado. En marzo, la entidad fue adquirida por el simbólico precio de un euro por BBVA.
El pecado original de las tres cajas nace precisamente de la ambición de romper los límites comarcales que habían mantenido durante más de un siglo
El pecado original de las tres cajas nace precisamente de la ambición de romper los límites comarcales que habían mantenido durante más de un siglo. Pese a que 1989 fue el año en el que se abrió la veda a que las cajas pudieran salir fuera de sus comunidades, las entidades comarcales esperaron al boom. El problema no estuvo tanto en la expansión como en la fórmula que emplearon y el momento que eligieron. De nuevo, las cajas se agarraron al ladrillo, y lo hicieron en 2006, cuando el sector inmobiliario se pasaba al tomar altura y se preparaba para un aterrizaje de emergencia. La sobrecarga de casas y suelo en cajas de tamaño reducido fue letal, puesto que su actividad recurrente, también tocada por la crisis financiera, era demasiado exigua para tapar el agujero que les dejaba la crisis inmobiliaria.
El año 2004 fue el primero en el que las cajas de Sabadell y Terrassa rompieron con una norma no escrita que duró más de un siglo, por la que ninguna de ellas abriría en la ciudad de la otra. Pero ese mismo año se dibujaba ya la expansión. En 2004, Caixa Sabadell, con unos activos de 12.438 millones, tenía 284 oficinas, todas en Cataluña. Cuatro años después había abierto 95 más, de las cuales 16 estaban en Madrid, 9 en la Comunidad Valenciana y 1 en Andalucía. Caixa Terrassa, con unos activos de 11.755 millones, pasó de 232 sucursales en Cataluña a 268, con 11 en Madrid y 2 en Aragón. La más pequeña, Manlleu (20.400 habitantes), crecía con más mesura: de 92 oficinas en Cataluña y 1 en Madrid, a 101 en la comunidad y 2 más en la capital.
La base de ese crecimiento eran los créditos al promotor y para la compra de casas. Se financiaban promociones en las que se ocupaba un local en que rezaba la palabra la palabra caixa y se aprovechaba el boom del crédito barato para captar nuevos clientes en esas zonas. Las concesiones crecían entonces el 35% anual, en el caso de Caixa Terrassa, y el 25%, en el caso de Sabadell. "Perdimos de vista el tejido industrial de la comarca durante ese tiempo, que es la razón por la cual nacimos, y nos volcamos en el sector inmobiliario", se lamenta un antiguo consejero. La herencia de esa época es una cartera de suelo y viviendas de 1.757 millones y un volumen de préstamos al promotor que ascendía a 3.598 millones de euros cuando tuvo que desnudar su balance ante el Banco de España. A finales de 2011, Unnim todavía cargaba con 55 sociedades inmobiliarias.
Caixa Girona pronto se descolgó en un episodio vodevilesco de la fusión. Acabó absorbida por La Caixa
A partir de 2009, cuando Caixa Sabadell cumplía 150 años, las tres cajas perfilaron su fusión, a la que se sumó Caixa Girona. Esta pronto se descolgó en un episodio vodevilesco. Cuando la fusión estaba ya aprobada, la nueva caja tenía nombre y la luz verde de Bruselas estaba a punto de llegar, los consejeros afines a ERC y CiU rechazaron la operación al considerar que su presencia quedaba diluida. Y eso que su peso iba a ser del 23%, cuando sus activos eran solo de 7.815 millones. Fue una decisión política en clave local. La decisión enojó a las direcciones de CiU y ERC en Barcelona, e irritó a la Generalitat y al Banco de España. En cambio, cosechó el aplauso de los empresarios gerundenses, que querían que la caja siguiera sola. La euforia duró poco. Apenas tres meses después, el consejo de la entidad se rendía y aceptaba que esta fuera absorbida por La Caixa.
Ese era, precisamente, otro de los problemas de las tres cajas: el Consejo de Administración. No porque estuvieran politizados, porque eran de fundación privada, sino porque la mayoría de sus miembros no tenían formación financiera. "Si un directivo decía que la caja debía dedicarse al sector inmobiliario, no se dudaba", dicen fuentes cercanas a la entidad. En los consejos había empresarios, pero sobre todo una nutrida representación de las entidades culturales de las comarcas y de las corporaciones locales.
Unnim culminó su fusión en 2010 y acudió al FROB para hacerse con un préstamo de 380 millones
Unnim culminó su fusión en 2010 y acudió al FROB para hacerse con un préstamo de 380 millones. Si bien la entidad creyó que la operación les permitiría aguantar, pronto vieron que necesitarían más capital para ir tapando los agujeros que iban apareciendo por la exposición al ladrillo y cumplir con los niveles de solvencia que exigió el Gobierno después de que la caja suspendiera las pruebas de resistencia. La entidad planeó abrir al capital privado entre el 30% y el 35% de su capital. Es más, tras la buena acogida que tuvieron los bonos de la Generalitat, la caja pensó que podría colocar participaciones entre sus propios clientes para no pedir a inversores institucionales.
Unnim cerró 2011 con unas pérdidas de 469 millones
A medida que avanzaba la crisis financiera, sin embargo, esa opción se complicó hasta ser imposible, por lo que Unnim intentó su integración en otro grupo. Llamó a la puerta de Banca Cívica, Ibercaja y las cajas vascas, pero al final el Estado acabó por nacionalizarla al 100% tras inyectarle 568 millones de euros. La valoró en un euro simbólico tras constatar que tres informes independientes coincidían en que la entidad tenía un valor negativo de decenas de millones de euros.
La intervención del FROB supuso que afloraran pérdidas en la entidad catalana causadas por el ladrillo. Unnim cerró 2011 con unas pérdidas de 469 millones tras haber destinado 518 millones a saneamientos y haber gastado 92 millones para llevar a cabo la integración de las tres entidades. Tras la nacionalización, Unnim siguió con su política comercial. Tanto es así que a finales de 2011 decidió premiar la fidelidad de sus clientes con nómina regalando viajes a la costa de Turquía en hoteles de alta categoría. Eso duró poco. Al final, los galos cedieron ante Roma. La historia de Unnim terminó a comienzos de marzo, cuando BBVA se hizo con la entidad por un euro y unas ayudas de 953 millones pagados por el Fondo de Garantía de la banca.
Vuelta a los orígenes
Tras la bancarización de Unnim y la toma del 100% de sus acciones por parte del Estado, la Obra Social de la entidad, convertida en fundación, se quedó huérfana de recursos para alimentar sus actuaciones. BBVA ha manifestado su compromiso con mantener la obra social, aunque todavía se desconoce la fórmula. De momento, las fundaciones han decidido volver a los orígenes, es decir, a separase en tres para dedicarse solo a sus ciudades y su área de influencia.
La Obra Social de Unnim no es como la de CatalunyaCaixa. Esta última tiene propiedades, como el emblemático edificio de La Pedrera, de Antoni Gaudí, que le proporciona ingresos para seguir alimentándola. De hecho, ahora Unnim tiene que echar mano al fondo de reserva para sacar adelante su obra social y buscar fondos entre entidades públicas y privadas.
Los alcaldes de Sabadell, Terrassa y Manlleu mostraron tras la operación de BBVA su preocupación por el futuro de la obra social en sus ciudades y de los trabajadores de la entidad. Unnim venía ya de realizar una reducción de plantilla de 530 trabajadores, lo cual dejó su plantilla en 3.076 empleados. Ahora BBVA ha planteado otra rebaja de 1.265 personas del personal que resulte de la fusión de ambos bancos y el cierre de 314 oficinas. Tras la Asamblea General de Unnim Caixa el lunes, el sindicato CC OO reclamó que el ajuste de plantilla y oficinas persiga el máximo mantenimiento de empleo y que la reducción de sucursales que requiere la operación se lleve a cabo de forma "pactada y progresiva".
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