A pesar de todo, la incertidumbre no ha desaparecido
Había una gran expectación antes de iniciarse la jornada y no ha defraudado. Desde luego dos acontecimientos han permitido suavizar el dramatismo que parecía iba a marcar la sesión: la bajada contundente de la Reserva Federal estadounidense en medio punto (hasta el mínimo del 3% que, salvo en la crisis del primer tercio de los noventa, nunca había alcanzado) y la mucho más sorprendente del Banco Central Europeo. No ha sido sorprendente porque fuera innecesaria una respuesta relajadora de las autoridades monetarias europeas, sino porque se han servido de un modo de actuación que se desmarca de su modus operandi.
Desde luego, hay que valorar muy positivamente ambas actuaciones que, finalmente ponen de manifiesto la existencia de una coordinación de ambos bancos centrales (posiblemente mañana el Banco de Japón se sume en esta iniciativa), a pesar de los desmentidos que el G-10 insistió en proferir.
Pero la incertidumbre fundamental se centraba en el comportamiento del Dow Jones, tras cuatro sesiones inéditas de cierre obligado. Que los índices se ajustarían a la baja asimilando la catástrofe humana y las secuelas en la confianza de los agentes económicos, nadie lo cuestionaba. La gran pregunta es cuánto deben corregir las bolsas a este nuevo entorno, y que, sin duda, no tiene precedentes en la historia reciente. Las plazas europeas habían dado una pista a los inversores después de cesiones que en media rondaron un 10% durante la semana pasada.
Y, finalmente, la respuesta de los principales índices de referencia norteamericanos: el de valores tradicionales Dow Jones y el tecnológico Nasdaq, han perdido la nada despreciable cifra de un 6%. Puede interpretarse, en términos comparativos con los mercados europeos, que esta reacción a la baja, en cierta medida limitada, es esperanzadora. De hecho, concluye la jornada con recuperaciones de entre un 2% y 3% en las principales plazas europeas, alentadas por un par de noticias que pueden valorarse positivamente: el abandono de una política monetaria con patrones inflexibles y cesiones inferiores a las previstas en Nueva York.
Sin embargo, no puede darse por concluido el ajuste. En primer lugar, porque existe una duda razonable de que pudiera no ser significativo el comportamiento de hoy al haberse permitido estrategias de las empresas que, si bien limitan el potencial de caída, reducen la transparencia del mercado. Y en segundo lugar, porque aún quedan sin resolver muchas de las incertidumbres que se originaron en el escenario posterior al atentado, no sólo económicas sino incluso políticas.
Los bancos centrales ya han contribuido con la rebaja de tipos a estimular la demanda y posiblemente los gobiernos lo hagan en este último tercio del año aprobando presupuestos menos rigurosos de lo que lo hubieran hecho hace unos meses. La gran incógnita en esta ecuación será el impacto en las decisiones de consumo de las familias y de inversión de las empresas que los últimos acontecimientos nos terminarán deparando (política y económicamente). Muy posiblemente los próximos indicadores profundicen algo más la desaceleración económica sin que puedan descartarse crecimientos negativos de alguna de las economías (al menos Japón y Estados Unidos) en la segunda mitad del año. Hasta entonces, el riesgo de que el mercado no encuentre un fondo comprador es elevado.
César Cantalapiedra es director de Análisis de AFI (Analistas Financieros Internacionales)
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