Se busca pecador

No reflejaré la opinión de muchos antiabortistas sinceros, pero conviene tener en cuenta el origen ideológico y moral de las posturas más dogmáticas. Se oponen al aborto del embrión los partidarios de la pena de muerte para adultos, los antiterroristas más letales, los que se oponen a los medios anticonceptivos y así contribuyen, de hecho, a más abortos, tanto naturales como provocados, los que no ven en el sida un problema del sexo sino un buen castigo, etcétera. Lejos de contribuir a la reducción del sufrimiento en el mundo, un mal bien patente, promueven el castigo de los malos y no tan malos desde el atrincheramiento moral, menos proclives a la solidaridad interhumana que a la exhibición de valor personal, y sin mojarse en consideraciones sobre el mal menor. Mejor cumpliríamos con las posibilidades de la razón ética si pensáramos en la responsabilidad que nos da nuestra capacidad de controlar la procreación. Podríamos discutir, por ejemplo, sobre el antinatalismo como herramienta de prevención de sufrimientos y agonías, en lugar de volver al aborto clandestino, eso sí, muy bien castigado.