Fin del proyecto común
No es exagerado afirmar que la asamblea del BNG, celebrada este fin de semana, ha enterrado el proyecto común que había permitido en las últimas décadas aglutinar al conjunto del nacionalismo en una sola organización, posibilitándole recorrer una brillante trayectoria que le había llevado de las catacumbas a convertirse en una fuerza de Gobierno. Si a todo ello añadimos que las alternativas confrontadas en el cónclave nacionalista han dividido a la organización en dos polos prácticamente iguales pero con proyectos que no solo son diferentes, sino en aspectos nucleares antagónicos, podemos concluir, con independencia de las declaraciones retóricas de los contendientes, que a partir de ahora será muy difícil mantener la mínima unidad imprescindible en una fuerza política.
A partir de ahora, será muy difícil mantener la unidad mínima imprescindible en el BNG
En efecto, cuando en una organización, como ocurre ahora en el Bloque, dos corrientes de similar dimensión difieren radicalmente en la etiología de la crisis que atraviesa su formación y, por tanto, en las propuestas para superarla; cuando ambas facciones formulan propuestas incompatibles sobre cuestiones básicas, tales como el proyecto económico, la valoración del Gobierno bipartito, el modelo de autogobierno y su relación con el Estatuto y la Constitución, el proyecto europeo, el modelo de Estado o la política de alianzas, es muy difícil su continuidad política unitaria.
En los últimos tiempos, y como consecuencia de la constante pérdida de apoyos sociales y electorales, venía desarrollándose un debate sobre si el Bloque debería aspirar a convertirse de nuevo en una fuerza de mayorías, hoy en la oposición y mañana en el Gobierno, o si, por el contrario, debía resignarse a ser una fuerza política, todavía influyente, pero minoritaria y subordinada. Pero, a partir de la asamblea, ese dilema ha sido superado y lo que está verdaderamente en cuestión es si el Bloque seguirá representando a todo el nacionalismo o si se dispersará en varias organizaciones. En tal caso, su futuro es incierto y la alternativa al PP, ya muy difícil a corto plazo, se difuminará por tiempo indefinido. Tal es la responsabilidad que deben asumir ante la sociedad gallega los dirigentes del Bloque, especialmente los que de forma consciente y planificada han dinamitado el proyecto común del nacionalismo gallego.
Es cierto que en otros partidos -PP y PSOE por ejemplo- se han celebrado congresos en los que se produjeron importantes confrontaciones políticas y legítimas luchas por el poder. Pero en todos esos casos, y por encima de las diferencias, las ideas centrales del proyecto político eran compartidas tanto por los contendientes como por la mayoría de la militancia partidaria. Desgraciadamente, nada de esto sucede hoy en el Bloque. Y eso es precisamente lo que pone en peligro su continuidad.
Es posible, aunque no seguro, que no se produzca formalmente ninguna escisión en el Bloque, al menos hasta las próximas elecciones autonómicas, lo que no evitará, sin embargo, el abandono individual de la militancia por parte de numerosos afiliados. Así pues, el BNG está ante la última oportunidad para salvar su unidad política. Para ello sería imprescindible que ante los próximos comicios la organización frentista presentase un programa, un proyecto de Gobierno y unas listas que permitiesen superar, al menos en parte, la ruptura producida en la reciente asamblea. De lo contrario, antes o después de las próximas elecciones autonómicas, quizá se produzca lo que algunos parecen perseguir: la gran clarificación.
Una reflexión final. Un proyecto político solo merece la pena si se basa en sólidos principios. Pero esta condición, siendo imprescindible, no resulta suficiente. Un verdadero proyecto político, necesita contar, además, con un riguroso análisis de la realidad y con una estrategia que, siendo coherente con aquellos principios, permita conseguir los objetivos que se proclaman. Dicho en otras palabras, el compromiso con unos valores no garantiza, por si solo, que la estrategia elegida sea la acertada. Ésta es por definición discutible, está permanentemente sujeta a revisión y, por tanto, jamás puede ser elevada a categoría moral. Pues bien, hoy en el nacionalismo gallego existe diferencias de fondo que afectan tanto a los principios como a la estrategia. Por eso el Bloque vive la mayor crisis de su historia, crisis que afecta a su proyecto, a su identidad como formación política y a su modelo organizativo. Seguiremos con atención la evolución de los acontecimientos que sin duda se producirán.
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