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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Democracia en Egipto

Los islamistas, ganadores en las elecciones, deben buscar el consenso con las fuerzas laicas

Un año después de las revueltas que se iniciaron en la plaza de Tahrir, en El Cairo esta semana echó a nadar el primer Parlamento elegido de forma democrática por primera vez en seis décadas. Los Hermanos Musulmanes, que no participaron en los comienzos de la revolución que derrocó a Mubarak, ganaron las elecciones legislativas y han logrado la presidencia de la Cámara al copar casi la mitad de los escaños (con otra cuarta parte en manos de los más radicales salafistas de Nour). Pese a su dominio, cuando pongan en marcha la Comisión Constitucional deberían buscar el consenso con las fuerzas laicas y no solo en materia religiosa en una sociedad profundamente musulmana, sino también de modelo democrático y de gestión económica.

Pese a estos históricos resultados, quien manda aún en Egipto es el Ejército a través del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, que se han comprometido a ceder el poder cuando haya nueva constitución y nuevo presidente a finales de junio. No va a resultar fácil que los militares renuncien a su poder y acepten dejar de ser un Estado dentro del Estado. Pero en Turquía, el Gobierno del islamista AKP, ejemplo para muchos en el mundo musulmán, lo está logrando. Una gran diferencia es que Turquía miraba a Europa. Es decir, que tenía un modelo de democracia al que llegar y una estructura de recepción (si algunos europeos abandonan su miope obstruccionismo) en la UE. Egipto carece de ambos. Tendrá que generar su propio modelo, que no será necesariamente liberal a la europea.

Los islamistas, que han ganado las elecciones en Túnez y en Marruecos, han evolucionado, combinando sus deseos de modernización política y económica con la defensa de unos valores sociales conservadores. Salvo incidentes dispersos, hasta el momento no se han dado giros antioccidentales, ni antiisraelíes en Egipto. Pero el camino puede no estar exento de problemas. Así, la cuerda se está tensando entre Estados Unidos y el Consejo por la persecución a varias ONG de promoción de la democracia. Un gran problema que va a tener la democracia en Egipto para arraigar es la economía. Tras unos años de crecimiento mal distribuido, las turbulencias políticas del pasado año han alejado a los turistas y a los inversores. Egipto necesita ayuda. Europa y EE UU la prometieron, pero no ha llegado. Es nuestra vecindad y no nos podemos permitir que la experiencia democrática del país árabe más poblado fracase por desidia de Occidente.

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