Garzón, círculo cerrado
El magistrado del Tribunal Supremo Manuel Marchena, instructor de la causa por los cursos de Nueva York contra Baltasar Garzón, ha abierto al juez un procedimiento por cohecho pasivo impropio, el mismo delito del que se acaba de exculpar a Camps. Y lo ha hecho sin esperar a que el tribunal que tiene pendiente dictar sentencia sobre las escuchas en el caso Gürtel, y del que dicho instructor forma parte, haya concluido sus deliberaciones. Es una más de las situaciones anómalas que se derivan del hecho insólito de que el Supremo tramite tres causas simultáneas contra una persona. Los riesgos de contaminación saltan a la vista.
Frente a las otras dos causas contra Garzón, en esta se descarta la prevaricación y se califica el presunto delito del juez de cohecho impropio por los cursos impartidos en 2005 con el patrocinio del Santander y otras grandes empresas españolas. Llama la atención que el instructor haya modificado sustancialmente el objeto de la querella por aquellos cursos, dejando en un delito de cohecho pasivo impropio lo que los querellantes consideraban también prevaricación.
Este es, seguramente, el más endeble y disparatado de los procesos abiertos contra Garzón y el auto de Marchena aumenta la dimensión del despropósito. Tras aquellos cursos, Garzón archivó una querella contra el presidente del Santander, Emilio Botín, razón que motivó la demanda contra el juez porque demostraría que este se dejó comprar por el banquero. La denuncia contra Garzón se admitió, a pesar de que el aval otorgado por la Audiencia Nacional a dicho archivo desmontaba el argumento. Ahora, Marchena sigue adelante mediante un auto que defiende con débiles argumentos el uso del cargo que hizo Garzón para lograr los fondos de los cursos que impartió. Esta nueva vuelta de tuerca ofrece la peor cara de una justicia que se está desacreditando a sí misma.
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