Chacinería refinada
LA CASA DE LA SAL, en una fábrica de embutidos del XVIII en Candelario
Planear un fin de semana en Candelario para gastar suela sobre sus empinadas callejas de adoquines requiere el colofón de una posada donde digerir bien lo vivido en esta típica villa salmantina. Un lugar de tradición como la antigua fábrica de chacinas -hay 103 catalogadas aquí- sobre la que se asientan las habitaciones de la Casa de la Sal. Retranqueado como antesala del edificio principal, un patio empedrado de granito emergió durante las obras de restauración bajo el colmado en que acabó convertida la vieja chacinería. Sus losetas tienen al menos tres siglos y otorgan pedigrí a la casa. Mientras el viajero descarga sus maletas, el murmullo del agua en la fuente lo acompaña.
LA CASA DE LA SAL
PUNTUACIÓN: 7
Categoría oficial:posada real. Dirección: La Fuente de Perales, 1. Candelario (Salamanca). Teléfono: 923 41 30 51, 639 06 85 29. Internet: www.casadelasal.com. Instalaciones: patio de bonsáis, recepción-tienda, sala de estar, comedor. Habitaciones: 9 dobles, 1 júnior suite. Servicios: no hay facilidades para discapacitados, animales domésticos prohibidos. Precios: 78 euros la doble, con desayuno e IVA; escapada fin de semana (2 noches), 35 euros por persona y noche.
Josetxo Lamy y Luis Nieto, los propietarios, explican la configuración del edificio antes de la intervención del arquitecto José Luis Antúnez. En los sesenta había perdido parte de su personalidad, hoy recuperada gracias a los mimos de ambos sobre las solanas y ventanas correderas que cerraban los desvanes, destinados a secadero de embutidos. Siguen existiendo los entramados de madera de castaño que conforman las paredes y el mampuesto que forja los muros. Esparcidos por el patio, una pequeña colección de bonsáis.
El registro se resuelve con rapidez en la tienda de ultramarinos que ejerce también de recepción. Los interiores se desgranan en un inquietante dédalo de salones, corredores y zaguanes investidos por Lamy -el artista de la casa- en galería. Hay algo de minimalismo concienzudo en la ordenación de los espacios que perdona el efectismo culterano de tanta obra de arte y tanto virtuosismo estético, a veces incluso relamido. Pero la atmósfera, especialmente de noche, seda cualquier emoción en contra. A diferencia de otras posadas en la zona, aquí la hospitalidad es comedida y refinada. Tanto que los silencios de los anfitriones pueden sonarle al turisteo como desapego.
Tapicerías en tonos crudos, vigas tintadas, paredes neutras y algunos ribetes ocres sellan el ambiente suave y sosegado de las habitaciones. Quizá algo aparatosas las dobles, con grandes frescos de caballos firmados por Lamy. Más temperadas la Especial 1 y la júnior suite, cuya única manifestación pictórica está en el cabecero.
Si hay apetito, el huésped será invitado al restaurante, donde podrá degustar algunos platos honrados de la sierra salmantina tan inolvidables como esas patatas meneadas que los propietarios se afanan en sazonar... con charcutería de la zona, claro está.
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