Luis Sanz, intuitivo productor cinematográfico
Aunó conocimiento del gusto popular y curiosidad por las vanguardias
Luis Sanz, productor español de películas tan notables como Marianela (1972), Emilia... parada y fonda (1976), Mi hija Hildegart (1977), La corte de Faraón (1985), Hay que deshacer la casa (1986) o Las cosas del querer (1989), entre otras varias, falleció ayer en Málaga a los 85 años.
Luis Sanz también había sido representante de actores, productor teatral y discográfico, guionista y eventual director de cine: suyas fueron Yo soy esa (1990), primera incursión cinematográfica de Isabel Pantoja, y la miniserie El coraje de vivir (1994), en la que Lola Flores desvelaba sin recato buena parte de su vida. Y suyo fue especialmente el descubrimiento de la joven Rocío Dúrcal, para quien produjo sus 12 primeras películas, las de mayor éxito. Luis Sanz poseía un agudo sentido del espectáculo popular, junto a una sólida cultura que se fue forjando en su lucha por la vida.
No concluyó sus memorias por lealtad a las figuras a las que trató
Sanz nació en Alcobendas (Madrid) en el seno de una familia humilde, de la que se emancipó para trabajar como chico para todo en productoras cinematográficas en las que paulatinamente fue progresando. Intervino de forma decisiva, aunque sin figurar por ello, lo que fue frecuente a lo largo de su carrera, en éxitos tan relevantes como ¿Dónde vas, Alfonso XII? (1958), película que molestó a ciertos aristócratas porque la actriz folclórica Paquita Rico encarnaba a la reina María de las Mercedes. Pero así era Luis Sanz: un intuitivo conocedor de los gustos populares de su tiempo, y a la vez pertinaz curioso de los movimientos culturales más novedosos. Sus memorias, que comenzó a escribir y no concluyó por lealtad hacia las figuras que en ella debían figurar, podrían haber constituido una crónica aguda, y sin duda con toques maliciosos, de significativos personajes de la España del franquismo y la Transición. Sin embargo, decidió callarlas; pero en el tú a tú no tenía pelos en la lengua. Sus recuerdos de Juan Pardo, Rocío Jurado, Pablito Calvo, Carmen Sevilla, Celia Gámez, Ana Belén..., a quienes representó o con los que colaboró, así como de los directores Fernán Gómez, José Luis García Sánchez, Jaime Chávarri, Angelino Fons, Luis Lucia, y de tantos otros, algunas de cuyas películas produjo, solían convertirse en anécdotas divertidas que a través de su voz grave de exfumador acababan transformadas en leyenda.
Hace unos años, Sanz decidió apartarse del mundo del espectáculo para refugiarse en Marbella y cuidar de su salud. Pero las gentes del cine continuaban relacionándose con él, agradecidos la mayoría y también expectantes por saber de sus últimas curiosidades, como sagaz hombre del espectáculo que era. Recientemente había puesto su foco en Penélope Cruz, a la que admiraba pero a quien también ponía en cuestión, en monólogo consigo mismo, por lo que consideraba tropiezos de su carrera. Había descubierto en ella a otra estrella, a la que ya nunca llegará a conocer.
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