Indignación o resignación
La pasada primavera, las plazas de las principales ciudades del país se vieron "ocupadas" durante semanas por un movimiento ciudadano de protesta ante las muchas inercias e injusticias inherentes a nuestro sistema sociopolítico. En el otoño, incluso, hubo una convocatoria de protesta mundial. Llegado el invierno, no sé si como una forma de acomodación estacional, el Movimiento 15-M parece haber entrado en hibernación: tanta indignación, tanto silencio.
Ciertamente, el 15-M no es un movimiento institucionalizado, tiene una dinámica y unos tiempos propios, y derecho a que nadie le marque la agenda, pero no habiendo cambiado en todo este tiempo más que el partido político que gobierna el país, siendo tan profundas las razones del descontento, no se entiende bien el "apagón" del movimiento. A no ser que se haya llegado a un tope y la impotencia dé paso a la resignación, tan agradecida por todo gobernante.
Si no hay una continuidad, un tono más constante aunque menos espectacular, mayor concreción, no habrá mucha diferencia con la situación criticable de solo convocar a los ciudadanos cada cuatro años, en este caso a una cierta ceremonia folclórica de la indignación.
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