Domingo de frío e indignación
Los integrantes del movimiento Yo no pago y miembros del 15-M salen a la calle para protestar contra los recortes y el abuso de los bancos
Decenas de integrantes de Yo no pago, un nuevo movimiento que protesta contra los recortes sociales, tenían ayer por la tarde muy claro que no iban a pagar el billete de metro para acceder a la estación de Callao. No les costó saltarse los torniquetes, pero su reivindicación les salió cara. Los agentes antidisturbios cargaron en el vestíbulo de la estación contra los manifestantes y detuvieron a cuatro de ellos por resistencia y desobediencia a la autoridad. Fueron traslados, según informaron fuentes policiales a Efe, a la Brigada Provincial de Información, en Moratalaz. "Los agentes han empezado a rodearnos y a pedirnos la documentación", relató Ángel, jubilado de 71 años y miembro de este grupo, que se ha organizado a través de redes sociales. Minutos después, los manifestantes salían y se dispersaban por la céntrica plaza.
Pero la protesta no había hecho más que empezar para los indignados madrileños. Los miembros de la asamblea de vivienda del 15-M, con el apoyo de la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) y el de otras agrupaciones, convocaron a las ocho de la tarde una concentración en la calle de Sebastián Elcano, número 36, para apoyar a los okupas que residen en el edificio, perteneciente a Bankia. Más de 200 manifestantes formaron una gran cadena humana alrededor del edificio.
La semana pasada, una decena de indignados ocupó uno de los pisos de este edificio del barrio de Embajadores con el objetivo de defender "espacios liberados de la especulación de los bancos". "La mayoría de los inquilinos tiene alquileres de renta antigua y se quejan de que Bankia no les quiere renovar el contrato", explica Julia (nombre falso), portavoz de la asamblea. Hace unos días aparecieron unos empleados de seguridad contratados por la entidad financiera madrileña para custodiar el edificio día y noche. Los okupas se sienten secuestrados en el piso; si salen, les empleados de seguridad no los dejarán volver. El banco les ha cortado la luz y sobreviven gracias a la ayuda de vecinos e indignados, que de vez en cuando les pasan bolsas de comida y ropa a través de una cuerda enganchada al balcón. Algunos vecinos tampoco se sienten cómodos con la situación. "Si quiero entrar en mi propia casa tengo que darles explicaciones, y si recibo la visita de un amigo debo bajar hasta el portal y pedirles que lo dejen entrar", lamenta David Ciernes, un joven de 27 años que vive en uno de los pisos con otros tres compañeros. Ciernes también se unió a la protesta. El frío cortaba sus caras, pero ellos no paraban de cantar: "Bankia desahucia, ahora secuestra".
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