Alardes en el final
Es una pena que Ainhoa Arteta se niegue a dar todo aquello que todavía puede hacer con su voz y se reserve con astucia hasta las últimas piezas para escanciar, allí sí, grandes alardes. Aunque más de cantidad que de calidad, todo hay que decirlo.
Así, en Frauenliebe und Leben (Amor y vida de mujer), cantó con un vibrato excesivo, unos registros poco homogéneos, un grave apagado y muy poca firmeza en la columna de aire. No fue mucho más allá de lo que es una lectura apagada de la partitura, quedándosele en el tintero tantas y tantas sutilezas que Schumann diseñó en ellas. Sí que tradujo el aumento en la intensidad emocional que se produce desde la primera a la octava canción, aunque esta última más bien fue declamada que cantada. Craso error: Schumann todavía no está en la época del Sprechgesang.
AINHOA ARTETA
Robert Vignoles (piano). Obras de Robert Schumann, Richard Strauss, Antón García Abril y Manuel de Falla. Palau de la Música, Valencia, 14 de enero de 2012
Con Richard Strauss se olvidó de todos los recursos vocales que otras veces ha exhibido en esa misma sala -en ocasiones, incluso, con exageración- , no parecía estar segura en el terreno del fraseo, y únicamente parecieron interesarle unos cuantos agudos poderosos que le garantizaron un fuerte aplauso al final de la primera parte.
Vinieron luego las obras de García Abril. En primer lugar las Canciones del recuerdo, donde el fiato pareció más seguro, pero la elaboración del fraseo siguió escaseando. Después, las tres canciones sobre textos de Antonio Machado -muy bonitas- que el compositor turolense dedicó a la soprano tolosana. Empezaron con ellas a aparecer las habilidades canoras que otras veces Arteta ha prodigado. Después, con Falla, ya que no la delicadeza, surgió el fuego: bien cantadas, con fuerza y numerosos ecos de su antigua voz: aquella de color oscuro y squillo brillante, aquella de la Margarita y la Tatiana que hizo sobre el mismo escenario y que todavía recuerda el público valenciano. Un público al que siempre dice querer mucho pero al que brinda unos recitales donde se esfuerza muy poco. Eso sí: siempre redondea con varios bises los programas, que, por otra parte, suelen ser cortos. Esta vez fueron La rosa y el sauce, de Carlos Guastavino, La canción de cuna para dormir a un negrito de Xavier Monsalvatge, y Las locas por amor, del Poema en forma de canciones de Joaquín Turina.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.