Mar de palabras para Franco Grande
El escritor fue nombrado Hijo Predilecto de Tomiño en un acto en el que se le reconoció como figura imprenscindible del galleguismo de posguerra
"Con este reconocimiento, la inconmensurable labor de este hombre gigante, inmenso, no queda pagada pero por lo menos recibe un anticipo a cuenta de lo que Galicia tiene que explorar sobre él". Así resumía el catedrático Xosé Antón Gómez Segade el homenaje "en tiempo y forma" con el que Tomiño plasmó de manera oficial el nombramiento del escritor y abogado Xosé Luis Franco Grande como Hijo Predilecto del municipio. Como altavoz de la admiración de un auditorio repleto de autoridades, amigos y vecinos, Segade dedicó una sincera enumeración de virtudes y honores en el relato vital de "un gallego singular", al que agradeció, invocando a Cabanillas, "permanecer en pie con la hoz de la pluma en una mano y en la otra el olivo". Su trayectoria como activista cultural y político fue el paisaje constante de una celebración que se convirtió en un aplauso unánime y que, en palabras de la alcaldesa de Tomiño, Sandra González, no solo distingue "a quien puso luz cuando solo había tinieblas" sino que también trata de remediar "la escasa memoria histórica sobre los que, como él, sembraron país y eligieron el compromiso".
A Franco Grande el encuentro con semejante oda colectiva le impidió controlar el temblor abrumado de sus palabras. Su intervención fue un agradecimiento humilde y emocionado y una reivindicación. Primero de su infancia, "la patria" que Tebra forjó hondamente en su memoria y en la que aprendió "que el mundo está hecho de palabras", después, del galleguismo que en la dictadura le enseñó "que ningún pueblo puede levantar la cabeza si no tiene dignidad".
En las butacas, buena parte de la galaxia generacional y compañera de batallas de aquellos tiempos en "los que no había nada y todo era un yermo", como Beiras, Méndez Ferrín o Alonso Montero, entonó de nuevo la rebeldía compartida del Venceremos nós y todo se volvió historia. Los acordes de La cabalgata de las Valkirias, que en los años sesenta abrían el programa radiofónico Raíz e Tempo con el que Franco Grande estrenó el gallego en las ondas, dieron paso a las voces telefónicas de los que sin estar físicamente, no quisieron faltar. A todos, el homenajeado despidió con una invitación al optimismo: "Confío en que los que nos sigan en el tiempo consigan un país mejor del que les dejamos. Que acierten a hacer un pueblo orgulloso, lleno de ilusión y de esperanza". A Pessoa dejó la metáfora de su filosofía: "Todo vale la pena si el alma no es pequeña".
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