El miedo puede con la ambición

Era una tarde tormentosa en La Romareda, pero el Getafe llegó sin ánimo de ofender. El Zaragoza, instalado en la zozobra, buscó rearmarse con más orden que talento llevando el partido a un pulso donde primara la actitud ante la aptitud.

El conjunto getafense, falto de ambición, se desperezó pasada la media hora cuando Güiza cabeceó con intención un centro desde la banda derecha. Pero ahí estaba Roberto, el mejor de los suyos en el partido y en lo que va de temporada, para desbaratar el peligro. Fue la primera de una larga lista de paradas para enmarcar y el preludio del gol del Zaragoza. Al minuto siguiente, Lanzaro sí atinó. El central voló sobre Varela para descolgar un centro desde el córner de Luis García y cabecear con bravura a la escuadra de la portería de Moyá.

Para el Zaragoza, que no sabe ganar desde el 16 de octubre del año pasado, cuando derrotó a la Real Sociedad (2-0), los tres puntos eran un botín de valor incalculable y, entre la prudencia y el miedo, Jiménez tiró de la manta hacia atrás para resguardarse. No le funcionó.

Obligado por las circunstancias, el Getafe le dio un punto de brío a su apuesta. Luis García retocó su pizarra para afinar a los suyos con Diego Castro y Pedro León, que regresaba después de tres meses lesionado. Pero el juego no dio mucho de sí y el gol del empate llegó también de córner.

Pedro León desempolvó uno de sus centros académicos, Cata Díaz destartaló con picardía a la defensa rival, el balón se paseó con mansedumbre por el área pequeña y entre Paredes y Rafa lo empujaron a gol. El Getafe descubrió entonces la candidez de su rival y se lanzó con premura a por la victoria. La tuvo en sus botas Pedro León, pero, aún desafinado, se eternizó ante Roberto. Los dos equipos enfilaron la ducha con gesto contrariado. Para los dos pudo ser peor. Para los dos pudo ser mejor.