Superioridad genética
Shoko es uno de aquellos locales tan camaleónicos como Zelig: según el día de la semana, puedes pensar que te encuentras ante el summum de la modernez o, simplemente, en la Villa Olímpica de Barcelona, antaño Distrito Apache del ocio más burro, hoy extraño fenómeno transversal de democracia noctámbula en el que confluyen casinos, abrevaderos para turistas, pubs irlandeses, discotecas de house y espacios premium.
Shoko es de estos últimos. Un local diseñado como la alcoba de David Beckham, o sea, siguiendo los preceptos del feng shui (madera, fuego, hierro, agua y tierra), algo que es como muy de los noventa y que se aprovecha de que vuelve a estar bien que algo sea muy de aquella década. Posee chill out, terraza con bambú y sala vip. Cuando el dj se equivoca, hasta se oyen las olas.
Su cocina es el lugar en el que el Mediterráneo y el mar de China se encuentran, y al contrario de lo que los cínicos y descreídos puedan pensar de un local tan chulo en el que se celebran tanto fiestas posconcierto de Roxette o aniversario de la Sala Bagdad (ahí te topas con la actriz porno Sophie Evans o con el padre Apeles) como presentaciones adosadas a la Barcelona Fashion Week (con invitados como los diseñadores Custo o Josep Abril y modelos como Oriol Elcacho o Marina Pérez), se come bien.
Eso sí, viendo el contorno de muchos de sus asiduos, es imposible no pensar que aquí el único que ingiere sólidos es el portero. Los demás comen agua y beben proteínas. Desentonar en este espacio es tan fácil como malo para la autoestima, pues la concentración de seres genéticamente superiores es tal que, si no fuera por los precios, podríamos estar en uno de aquellos pueblos del sur de Brasil donde todos poseen apellido alemán, son gemelos y tienen ojos azules.
Babelia
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