China: año nuevo, promesas eternas
Pekín afronta 2012 bajo el riesgo de un fuerte frenazo en el crecimiento
El pasado 31 de diciembre, el presidente chino, Hu Jintao, despidió el año con una promesa que, siendo nueva por las circunstancias, no dejaba de ser vieja por el contenido: China equilibrará en 2012 el crecimiento económico "firme y relativamente rápido" con el control de la inflación, en medio de "la cada vez mayor inestabilidad e incertidumbre sobre la recuperación económica mundial". El Gobierno acelerará los ajustes económicos estructurales y dará prioridad a mejorar el bienestar de la población, según dijo en un mensaje televisado de cinco minutos de duración.
Hu, que, como los otros máximos dirigentes chinos, dejará paso a finales de este año a una nueva generación de líderes, no dio detalles de cómo pretende el Gobierno gestionar una economía que el grupo financiero japonés Nomura prevé que crezca un 7,9% en 2012, el menor ritmo en los últimos 13 años. Pekín tiene ante sí un amplio abanico de retos: se encuentra en el posoperatorio del ingente plan de estímulo puesto en marcha para afrontar la crisis de 2008, tiene que hacer frente al fuerte endeudamiento de los Gobiernos locales, las compañías chinas experimentan costes laborales que no dejan de crecer, las protestas de la población sobre las expropiaciones ilegales de suelo y los problemas medioambientales se han multiplicado, y sufre los efectos de la crisis de la deuda en Europa, que ha mermado la demanda de productos chinos, lo que, unido al riesgo de una futura oleada de créditos bancarios no devueltos en China, hizo caer el índice de la Bolsa de Shanghái un 22% el año pasado, tras haber bajado un 14% en 2010.
La actividad manufacturera sufre el primer retroceso en 33 meses
Las cifras dibujan un entorno complejo. El PIB creció un 9,1% en el tercer trimestre, el menor valor en más de dos años, y el ritmo de aumento de las exportaciones en noviembre -13,8%, frente a 15,9% en octubre- fue el más bajo desde 2009, excluidas las distorsiones estacionales. La inversión directa extranjera cayó un 9,8% en noviembre respecto a un año antes, hasta 8.800 millones de dólares, el primer descenso en más de dos años. El índice PMI (siglas en inglés del índice de gestores de compras) -un buen indicador de la actividad manufacturera, ya que refleja la compra de bienes y servicios- fue de 49 en noviembre, la primera contracción en 33 meses, debido a la menor demanda de Estados Unidos y Europa. Aunque en diciembre remontó a niveles de 50,3, según la Federación China de Compras y Logística, algunos expertos temen que la locomotora asiática esté perdiendo fuelle, ya que la subida del mes pasado se debe al incremento de la producción previo a las fiestas navideñas y del Año Nuevo chino, que cae en enero. Según los expertos del HSBC, el PMI en diciembre fue de 48,7. [Un índice por encima de 50 significa que la actividad está en expansión, mientras que si es inferior señala contracción].
El primer ministro, Wen Jiabao, se ha unido esta semana a las voces que advierten que 2012 será problemático, y ha reiterado la política lanzada hace años de impulsar el consumo doméstico para compensar los desequilibrios de una economía demasiado centrada en la exportación. "El primer trimestre podría ser bastante difícil", aseguró en una conferencia empresarial, según informó el Consejo de Estado. "Estamos ahora en una situación en la que coexisten la presión de una caída de la economía con altos precios". Y advirtió que la ralentización de la demanda y los crecientes costes empresariales en China complican más la situación, comparado con la crisis financiera de 2008. Wen ha reiterado el compromiso de Hu Jintao de "garantizar un crecimiento firme". Los economistas calculan que la segunda economía del mundo necesita crecer un mínimo del 7% o el 8% anual para generar suficientes empleos y evitar grandes conflictos sociales.
Pekín está preocupado en evitar un aterrizaje duro de la economía, pero cuenta con margen de maniobra, ya que puede relajar la política monetaria para impulsar la demanda doméstica. Pero, al mismo tiempo, quiere evitar reactivar la inflación, que se ha moderado (4,2%, en noviembre), tras alcanzar en julio el 6,5%, la cifra más alta en tres años. Para las autoridades económicas, expertas en el arte del funambulismo, se trata de cruzar un nuevo año sobre el alambre, con el balancín del control monetario bien sujeto entre las manos.
El gobernador del banco central, Zhou Xiaochuan, ha advertido que el país mantendrá una postura monetaria "prudente" y estable en el ejercicio que acaba de comenzar, y aunque el Politburó insistió el mes pasado que conservará una política fiscal "proactiva", la bajada el pasado 30 de noviembre por primera vez en tres años del porcentaje de reservas que deben guardar los bancos presagia un giro de timón para poner mayor énfasis en el crecimiento. La ratio de reservas obligatorias está actualmente en el 21% para los grandes bancos, por lo que Pekín aún tiene suficiente espacio para nuevos recortes y liberar fondos que pueden ser utilizados para conceder créditos. El Gobierno también podría reducir los impuestos a los exportadores para promover la creación de empleo e incrementar el gasto en vivienda pública y otros proyectos.
La caída de la demanda global ha castigado a la fábrica del mundo, donde miles de pequeñas empresas han tenido que cerrar y otras han despedido a decenas de miles de trabajadores. Muchos empresarios han sufrido las restricciones de crédito que impusieron las autoridades para frenar la inflación y el desenfreno de los precios inmobiliarios ante la amenaza de una burbuja. El Gobierno ha prometido ahora que los bancos estatales prestarán más dinero para ayudar a las empresas con dificultades, pero ha asegurado que la mayoría de las medidas de control seguirán en vigor. Las cifras oficiales afirman que, tras las medidas adoptadas, los precios de la vivienda están cayendo, lo cual, a su vez, ha generado las protestas de los propietarios que han visto cómo los apartamentos que compraron hace poco tiempo son ofrecidos ahora a precios muy inferiores. Aquí, también Pekín tendrá que caminar en 2012 con pasos de volatinero.
Contra los agoreros occidentales
Desde que Pekín inició el proceso de reformas hace más de tres décadas, han sido numerosos los analistas occidentales que han vaticinado un batacazo de la economía china. Las llamadas de atención se han intensificado en los últimos meses, incluida la efectuada por Paul Krugman, premio Nobel de Economía en 2008, quien en una columna en el diario The New York Times el pasado 18 de diciembre advertía de la existencia de una burbuja inmobiliaria en China que "se está pinchando", por lo que "hay verdaderas razones para temer una crisis financiera y económica". "China está emergiendo como otro punto de peligro en una economía mundial que verdaderamente no lo necesita en estos momentos", escribió.
La prensa de Pekín ha reaccionado con decisión y ha criticado a quienes predicen "el colapso" chino en un futuro cercano bajo el argumento de que "la ralentización del crecimiento, y la caída de las acciones y del precio de las materias primas indican que la burbuja inmobiliaria está a punto de pincharse". "Tales advertencias son, simplemente, desatinadas y no reflejan la realidad", ha dicho la agencia oficial Xinhua. "Quienes han avisado de un colapso económico de China subestiman la capacidad del Gobierno para conjurar los riesgos financieros. China tiene en su arsenal una herramienta poderosa y flexible de regulación económica que permite al país tomar medidas efectivas para evitar riesgos en el sector inmobiliario", añade la agencia. "La economía china no se romperá. Al contrario, mantendrá una vitalidad robusta y seguirá siendo un faro de esperanza y un motor de crecimiento para la frágil economía mundial en 2012".
Liu Shijin, vicepresidente del Centro de Investigación del Desarrollo en el Consejo de Estado, ha asegurado que el país puede mantener crecimientos del PIB del 8% al 9% anual los próximos dos o tres años. Después, según afirma, el aumento medio podrá ser del 6% al 7% otros 10, 15 o 20 años.
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