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Columna
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Mirar y ver

Rosa Montero

Poco antes de Navidad murió Manuel Jalón. Era aragonés, tenía 86 años y fue el inventor de la fregona. Ingeniero y oficial del Ejército de Aire, en los cincuenta observó que los hangares militares de Estados Unidos se fregaban con un trapo atado a un palo y un pesado cubo con rodillos. Esa fue la chispa. La fregona apareció en 1956 y liberó a millones de mujeres de la penosa y humillante tarea de lavar los suelos de rodillas. Todo esto sucedió porque Jalón supo ver. Por lo general se considera que un visionario es aquel que intuye lo que todavía no está en este mundo, lo que la realidad aún no ha dibujado. Pero hay otro tipo de visionario que es mi preferido, y es aquel que logra ver lo que sí existe pero nadie tiene en cuenta, porque permanece oculto bajo el velo de la rutina, del desamparo y del prejuicio. Como ese triste enjambre de mujeres que se agrietaban las manos y se desollaban las rodillas.

Para inventar algo tan sencillo y atinado hay que ponerse en el lugar del otro. Y en la España machista y franquista de los cincuenta no creo que fuera muy habitual ser hombre e ingeniero como Jalón y meterse en el pellejo de las mujeres humildes. ¡Si llevaban siglos fregando así! ¿Por qué no iban a seguir 10 siglos más? Con lo fácil que era pasar junto a ellas sin reparar en su presencia, porque quedaban por debajo de la línea visual. Sí, me encantan esas personas que logran percibir las necesidades sociales más básicas y que aplican su imaginación para paliarlas. Como Muhammad Yunus, el banquero de los pobres, que creó el microcrédito, otro invento simple y eficaz. Pero para eso hace falta ser capaz de ver la realidad. Ahora mismo hay en España 560.000 hogares sin ningún ingreso y en la pobreza más absoluta. Un 63% más que antes de la crisis. Necesitamos visionarios que se pongan a mirar con ingenio y corazón ese agujero.

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