Los empresarios de Vigo boicotean el plan de Castellano para Novagalicia
El núcleo industrial del sur recela del presidente del banco y da la espalda a la capitalización - La Xunta recurre en los tribunales la escasa valoración de la caja
Para empezar esta historia remóntense a diciembre de 2009. YouTube hervía de vídeos sobre la guerra entre los polos financieros de Galicia por el control de la caja de ahorros fusionada. Un malvado Señor de las Cajas (el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo), residente en Mordor, quería el anillo de poder para gobernarlos a todos. Pero la resistencia sureña de un puñado de valerosos opositores iba a desbaratar sus oscuros planes.
La historia continúa. Los revoltosos empresarios de Vigo se han quedado sin el anillo y, al menos una parte muy relevante de ellos, se sienten traicionados por José María Castellano, presidente de Novagalicia Banco. En los corrillos recuerdan que no puso nada de su bolsillo, ni un euro, para controlar la entidad. Suman a la lista de agravios el fracaso de la primera ola de inversores, que apenas cubrió la mitad de sus expectativas, y para eso buena parte gracias a un intercambio de cromos con el empresario Manuel Añón, que cedió su 5,5% en la corporación industrial de Caixa Galicia a cambio del 1% del banco.
"En esta operación no hay ni 30 millones reales", dice un empresario
Javier Garrido espera que se despejen dudas en una segunda ronda
El mar de fondo, o más bien la resaca de la batalla, ha provocado que el interés por el proyecto financiero que lidera el empresario coruñés se desvanezca de Compostela hacia abajo. Oficialmente solo uno de los nuevos socios de Novagalicia Banco creció con las islas Cíes de fondo: Manuel Rodríguez, propietario del astillero Rodman y exconsejero de Caixa Galicia. En la lista de 17 hay elocuentes ausencias, como la de José Silveira, dueño del grupo A Nosa Terra y consuegro del presidente de la caja, Julio Fernández Gayoso. Incluso la de Manuel Fernández de Sousa, propietario de Pescanova, en cuyo consejo se sentaron durante años las dos cajas, que por necesidades del guión han vendido su participación en la compañía alimentaria.
De los millones que aseguraba tener el presidente de la patronal, José Manuel Fernández Alvariño, no hay rastro. "Hay mucha confusión, acaba de entrar el nuevo Gobierno, todavía no se sabe qué va a pasar. Supongo que los inversores piden garantías", asegura. No lo achaca a la pelea localista, sino al agitado mar de fondo financiero. Otros, como el presidente de la asociación gallega de promotores, Javier Garrido, son más optimistas. "Espero que en una segunda ola entren los empresarios más significativos del sur. Es una apuesta financiera claramente gallega. Lo que ha sucedido, esta especie de recelo que ha habido hasta ahora, lo analizo como un tránsito".
José García Costas, presidente de la Cámara de Comercio de Vigo y exconsejero de Caixanova, no valora los motivos porque reconoce que no puede contestar a la pregunta de por qué la aristocracia industrial viguesa ha dado la espalda al proyecto. Él, empresario del naval y vicepresidente del astillero Barreras, libra su propia guerra contra la supresión del instrumento de financiación de las flotas.
Entre los grupos que sí pusieron capital (a una media de 3,7 millones) se encuentran las constructoras San José (Jacinto Rey) Copasa (José Luis Suárez), Jealsa (Roberto Tojeiro), o Hijos de Rivera (productores de la cerveza Estrella Galicia). Aunque no se han definido las cantidades, fuentes financieras apuntan a que casi todo el peso lo tienen los empresarios afincados en el norte. "Fue un fracaso, en esa operación no hay ni 30 millones reales, fueron céntimos, supongo que porque no pudieron convencer a los inversores de las garantías de rentabilidad del proyecto", brama un empresario que pide anonimato.
"Hemos estado mucho tiempo hablando de tonterías, como dónde se hacen los consejos, y al final no nos damos cuenta de que el banco es un hecho histórico que estamos obligados a apoyar. ¿Cuánto dinero han invertido los que critican a Castellano? Por lo menos hay alguien que quiere sacarlo adelante", mantiene otro industrial que en su día rechazó la fusión pero que ahora ve serias amenazas al mantenimiento del poder en Galicia. "En Vigo nunca hemos sido prácticos. Es por una manía que tenemos, que ignora que se puede conseguir mucho más desde dentro, para que gente próxima tenga la mayor cuota de poder posible. Y Novagalicia Banco es una institución próxima", analiza un miembro de la patronal.
En algunos foros el agravio del Norte contra el Sur, espoleado convenientemente por el alcalde, Abel Caballero, ha calado demasiado hondo. "Que se queden con su proyecto si es tan bueno", replican a Castellano. No falta quien hace una lectura totalmente distinta, alejada de localismos. "El capital es muy cainita, no entiende de compasión. Esto está como está porque hay muchos buitres esperando a saltar sobre la presa, pero puede que al paso que vamos se queden sin poder roer el último hueso".
La larga sombra de Méndez
El Club Financiero de Vigo se posicionó públicamente en contra de la fusión de las cajas. Pero hace unos meses la institución le abrió las puertas a Castellano invitándolo a explicar el plan de recapitalización durante la ronda de contactos en la que se entrevistó con más de 150 posibles candidatos. Aquí no reina el localismo. "Tenemos unos hechos consumados, un proceso de desinversión del capital público y una hoja de ruta en la que querían incorporar inversores institucionales. No es un problema de Vigo o A Coruña, quiero pensar que no hay ninguna tormenta o acuerdo para no invertir", analiza el presidente de esa institución, Marcelino Otero.
Pero en reuniones más o menos numerosas se ha tratado el asunto espinoso del banco con consignas completamente contrarias. Algunos atribuyen a Castellano un empeño por proteger a José Luis Méndez, exdirector de Caixa Galicia, considerado en Vigo como la bestia negra de todo este proceso, y lo interpretan como el peor de los augurios para la nueva institución. Tampoco se han cerrado las heridas del escándalo de las indemnizaciones multimillonarias que cobraron cuatro exdirectivos.
Hay otras barreras que no dependen de los gallegos. La legislación impide venta de acciones a minoristas (particulares) a menos que la empresa cotice en Bolsa. Para empresarios individuales hay marcadas una serie de condiciones, por ejemplo que el activo de sus empresas supere los 20 millones de euros o que su facturación anual sea mayor a 40 millones. Pocos, y menos ahora, pasan el listón. "Sería muy positivo que diesen la entrada a accionistas pequeños", insiste Otero. "Creo que debemos alegrarnos de que haya una entidad con sede social en Galicia".
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