De puntillas como detectives
"La visita también tiene que ser divertida para los padres", dice Eva García, educadora del Museo Thyssen. Viéndola trabajar con las niñas, que la escuchan en silencio, se pueden extraer algunas pistas para mantener la atención de los propios hijos y no acabar agotado en el intento.
» LOS DETECTIVES NO CORREN. "Muchas veces el nerviosismo lo provocan los padres", dice García. Para no romper la paz museística con regañinas y gritos de "¡No corras!" o "¡No toques!", se puede jugar a los detectives: caminan de puntillas, susurran y no dejan huellas. Si se lleva más de un niño, que vayan de la mano entre sí es una buena idea.
» NO HAY RESPUESTAS ERRÓNEAS. Las preguntas, mejor abiertas (¿qué ves?, ¿te gusta?). La respuesta equivocada no existe. Frente al cuadro La portuguesa, de Robert Delaunay, las niñas ven una selva y un pulpo antes de encontrar a la mujer del título. La monitora no censura sus hallazgos. Los celebra y propone un reto: "Pues a mí se me ocurre que hay una mujer escondida, a ver si la encontráis...".
» SENTADOS, MEJOR. "Focalizan y se cansan menos, aunque en ningún caso conviene alargar la visita más de una hora, hora y media", opina García. Cuando los guardas no permitan sentar a los niños a lo indio en el suelo (cosa habitual en muchos museos), siempre se pueden buscar salas con bancos.
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