Chelsea empuña el micrófono

Ha tardado décadas, pero Chelsea Clinton, de 31 años, por fin lo ha asumido: es una Clinton, y no puede disimularlo más. Desde los duros años de las aireadas infidelidades de su padre, la tímida Chelsea se había mantenido alejada de los focos de la fama. Se había marchado de Washington por la puerta de atrás, como una adolescente de pelo rizado y gran dentadura, para reaparecer, una década después, como el hermoso cisne que, desde esta semana, trabaja en la televisión estadounidense.

Su debut fue el lunes, en el programa Rock Center, de la NBC. El veterano Brian Williams hizo de padrino, dando paso al primer reportaje de Chelsea como periodista de la casa. Era la historia de una mujer que había empleado sus ahorros en un programa educativo. Un asunto discreto, elegante, sin estridencias, como la propia Chelsea.

"Durante la mayor parte de mi vida intenté llevar una vida privada sin darme cuenta de que en realidad estaba llevando una vida muy pública", le dijo Clinton a Williams tras la emisión del reportaje. Así es. Chelsea fue la víctima de la que nadie hablaba durante el escándalo de la becaria Lewinsky. Sus padres le imploraban a las revistas del corazón que la dejaran en paz. Ella, retraída, se ocultaba de los fotógrafos tras la que ahora es secretaria de Estado.

El país entero la descubrió -casi no la reconocía- en la campaña presidencial de 2008. Hillary Clinton se presentaba a las primarias. Chelsea la acompañaba en sus mítines. Se paseaba por el país, hablando del coraje y la valía de su madre. Ya era una hermosa joven de amplia sonrisa y largo pelo rubio. En julio del año pasado se casó con Marc Mezvinsky, en una de las bodas más comentadas de 2010.