Ruda belleza minimalista

Medio siglo después de que el escultor norteamericano Donald Judd ideara sus cajas "sin ilusiones ni alusiones", la ruda estética minimalista sigue vigente en proyectos como el centro de investigación que Héctor Fernández Elorza (1973) ha firmado en Alcalá de Henares (Madrid) y que se ha hecho con el Premio Enor Madrid. El arquitecto zaragozano reconoce que el edificio de laboratorios y almacenes químicos para la Universidad de Alcalá "es un proyecto incómodo". Se trataba de "alejarlo lo más posible sin que perdiera proximidad con los usuarios". ¿Cómo alejar la presencia de un edificio sin desplazarlo? Fernández Elorza optó por camuflarlo en un prisma de chapa, un volumen hermético que recibe luz gracias a los patios interiores.

Apartar el laboratorio y los almacenes químicos no fue un capricho. Era cuestión de seguridad: es peligroso manipular algunos de los productos que se almacenan allí. Así, el arquitecto convirtió las puertas correderas de acceso en una fachada móvil que encierra el peligro y devuelve al exterior una imagen monolítica, hermética, rotunda, pero ciertamente fría. El autor defiende la belleza de esa dureza frente a la "pasividad de sus vecinos de ladrillo", un material que él juzga en ese contexto como "inerte, uniforme y equivocado". Si bien es cierto que los grandes palastros de acero galvanizado que encierran su inmueble reverberan con la luz del sol, también lo es que la gran marca cartesiana que el laboratorio impone en el lugar es uniforme, ciega y de una dureza que se puede discutir como bella o como rígida.

La otra belleza por la que abogaba Judd, la de la ferretería que no pretende ser lo que no es, está presente en el interior del laboratorio-almacén de Fernández Elorza, un proyectista que no está solo en su asociación de rotundidad a la hora de dotar a la arquitectura de carácter. De hecho, la relación entre las líneas cartesianas de la arquitectura moderna y el minimal art es un clásico presente en el trabajo de los arquitectos contemporáneos más estrictos. Retomando esa vertiente, en Óbidos, Portugal, Nuno Graça emplazó 24 viviendas unifamiliares en hilera como una pieza de land art minimalista. Las casas, de dos plantas de 25 metros cuadrados cada una, siguen la forma ondulante del terreno, pero se leen en clave cartesiana, como una sucesión de cubos que aparentan sumar un prisma recto.

La lectura rectilínea a partir de líneas quebradas coincide en otros trabajos de Fernández Elorza, como el Parque Valdefierro en Zaragoza. Que a este arquitecto no le gustan las florituras lo demuestran ese proyecto exigente y obras como la plaza de San Juan, que firmó en Zuera (Zaragoza) con Manuel Fernández. Sin embargo, otras veces, como en la Sala de Exposiciones de Nuevos Ministerios, en Madrid, que realizó hace un lustro con Jesús Aparicio, Héctor Fernández logra asimismo demostrar, sin necesidad de ablandar las intervenciones, que las texturas pueden ser un sugerente campo experimental.