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EURO

Volver a los viejos tiempos

Los industriales y los banqueros están empezando a pensar seriamente en lo que pasaría si el euro se divide en varias monedas nacionales o multinacionales. El resultado de ese análisis tiene que ser alarmante. Técnicamente, sin embargo, la transición estaría lejos de ser imposible.

Para las empresas que fabrican cosas o venden servicios, la mejor manera de enfrentarse a un mundo poseuro consiste en volver a aprender los trucos del comercio anterior al euro. Las compañías solían comprar, producir y vender en muchas monedas europeas diferentes. Podrían volver a hacerlo. Las empresas con un alto nivel de apalancamiento tendrían problemas si sus deudas se redenominaran en monedas más fuertes que sus ingresos. Sin embargo, para la mayoría de las empresas, las divisas extranjeras se convertirían rápidamente en otro quebradero de cabeza al hacer negocios.

Para los bancos, el fin del euro sería más parecido a una combinación de un derrame cerebral y un ataque al corazón. En los países poseuro débiles, la financiación sería escasa y los depósitos esquivarían los controles de capitales del pasado. En los países poseuro fuertes, habría fuertes amortizaciones de los préstamos realizados a los hermanos más débiles. Y si la disolución del euro ralentizase la economía, como probablemente haría, las pérdidas de préstamos se incrementarían en todas partes.

Sin embargo, en lo que se refiere al ajuste a un nuevo régimen, el dinero y el crédito tienen una ventaja importante sobre los productos y los servicios. El material financiero puede crearse a voluntad. Con un poco de inteligencia, algo de chiripa política y mucho trabajo duro, los nuevamente importantes bancos centrales deberían poder reconstruir los balances generales de sus instituciones. La disolución podría ser incluso una oportunidad para reducir el apalancamiento.

Se pueden encontrar soluciones técnicas para las dificultades técnicas de una transición a un mundo poseuro, aunque vendría bien que hubiese algunos meses para prepararse. Los problemas políticos son otro tema. Si la era euro acabase de forma pacífica, los políticos de la Unión Europea podrían culpar a los mercados financieros y prometer que no pararían la integración europea. Pero la amargura por el fracaso de este gran experimento se enconaría. Resultaría difícil evitar las restricciones sobre el movimiento de capitales. La regulación nacionalista aumentaría. Todo el proyecto europeo correría el riesgo de disolverse. De hecho, la casi inevitabilidad de la desunión europea es lo que mueve a los líderes políticos a evitar la senda poseuro.

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