Víctima de la burbuja del fútbol

El presidente José Laliga está a punto de subir las escaleras que le llevan al palco presidencial pero antes se remanga la chaqueta y mira su reloj de muñeca: "Ahora mismo, a las cuatro y cuarto, el entrenador no está sentenciado, aunque si hoy perdemos...". El Navalcarnero, hundido en la clasificación del Grupo VII de la Tercera División, juega esta tarde de domingo, dentro de un cuarto de hora, contra un rival directo (el Fortuna) y en caso de no ganar se quedará a 11 puntos de la salvación. Un abismo aunque quede media liga por disputar.

Los aspersores riegan el césped mientras los equipos calientan. La grada aún está semivacía. En 15 partidos, el equipo ha ganado solo uno, empatado cuatro y perdido 10. Su plantilla, de 21 años de media de edad, está llena de jugadores recién ascendidos del juvenil, más que nada por necesidad. No hay dinero para gastar en fichajes, pese a que el club tiene 800 socios.

La crisis ha dejado al club sin ayuda del Ayuntamiento y sin anunciantes

"Si quiero hacer fichajes tengo que sacarlo de mi bolsillo", dice Laliga

El club, que maneja un presupuesto de 120.000 euros, ha vivido tiempos mejores. Llegó a disputar la Segunda División B con algunos futbolistas que después jugaron en primera. El presidente que había entonces, un acaudalado empresario local, bajaba al vestuario cuando las cosas se ponían feas y prometía una prima de 18.000 euros como si nada. El club gastaba casi medio millón de euros. El Ayuntamiento aportaba la mitad de ese dinero, pero este año, con las arcas vacías, ha eliminado esa subvención.

"Venimos de un mundo virtual y ahora vivimos la realidad. Es que la burbuja del fútbol, a este nivel, ha explotado. Antes ibas a un comercio y le pedías al dueño que se anunciase en las vallas y las camisetas del club, y no había problemas. Ahora, si quiero fichar tengo que sacar el dinero de mi bolsillo", cuenta Laliga que se hizo cargo del equipo hace dos años. El presidente termina de subir las escaleras y toma asiento antes de que el árbitro pite el inicio del partido.

La primera parte, de juego muy espeso, es un intercambio de pelotazos entre los dos equipos. El entrenador del Navalcarnero, Rodolfo de la Rubia, un exjugador del club, pasea de un lado a otro del banquillo, intranquilo. "Rasear el balón, por Dios de mi vida", pide un socio. "No tienen ánimo", reprocha el socio Antonio Elías. La segunda parte es más de lo mismo aunque el Navalcarnero pierde la iniciativa y está a punto incluso de perder. Al final, 0-0. Un resultado que no sirve para nada. "Es el peor partido que he visto en años en esta categoría", lamenta un miembro de la directiva.

Nada más terminar, en el vestuario, enclavado en las entrañas del estadio, hay reproches entre los jugadores. El entrenador pide que se calmen. "La situación es delicada", dice De la Rubia en la puerta. El presidente, cabizbajo, aparece por el túnel: "Hemos jugado mal, mal,mal... antes por lo menos hacíamos fútbol, pero ahora ni eso". Hace falta un golpe de timón, añade. "Quizá un cambio de dirección, no sé", se desahoga el presidente. ¿Eso significa que destituirá al entrenador? "En caliente es mejor no tomar ese tipo de decisiones. Mañana se reúne la junta directiva... veremos".