El Levante, a fuego lento

Cocido a fuego lento, el Levante está dispuesto a permanecer en la élite el tiempo que le permita su imaginación, en vuelo celestial desde hace meses. Alentado ante el Sporting por los pases de Farinós, los quiebros de Barkero y las carreras de Koné. Añadido a la fiereza defensiva mantenida del curso pasado, el Levante ofrece números impecables: 23 goles a favor y 12 en contra. El Sporting quiso ser protagonista y, en su audacia, cayó víctima de la mortal contra granota. Tan superiores fueron estos en la segunda parte que Barkero provocó la quinta tarjeta para ausentarse ante el Barça y volver frente al Sevilla.

Las tres derrotas consecutivas no habían torpedeado la confianza del Levante en su juego, tan simple a veces como un pelotazo a seguir de Ballesteros, ganando metros; tan elaborado otras, cuando Farinós traza los cambios de orientación. El Levante ya es capaz de llevar por momentos la iniciativa gracias a Barkero, venenoso entre las líneas blandas de la defensa rival, en permanente conexión con Koné. En su porfía por cada pelota, el costamarfileño arrebató una a Canella, avanzó por el lateral derecho del área, vio el desmarque de Barkero por el centro, pero no le dio el balón hasta confirmar que nada se interponía entre el gol y él.

Frágil atrás, al Sporting le faltó puntería en dos remates espectaculares. Una chilena bombeada de Andre, a la parte posterior del larguero, anunció las intenciones del grupo de Preciado, ovacionado por el Ciutat de València. Más tarde, un cabezazo soberbio de Barral se escapó por centímetros. Tras el descanso, Preciado cambió a Lora al lateral izquierdo tras retirar a Canella por Damián en el derecho. Por ahí se desangró el Sporting. El Levante lanzó una contra facilísima y la carrera de Juanlu terminó con un tiro muy esquinado remachado por el pecho de Valdo en la línea de gol.

Farinós coronó su exhibición con un pase vertical para que Koné mostrara sus dotes de velocista. La goleada la cerró el propio Koné tras una excelente falta de Del Horno rechazada por el larguero tras la estirada de Juan Pedro. A JIM le sobró media hora para echar cuentas -ridícula la insistencia de Barkero en ser amonestado- y repartir esfuerzos.