Manolo Blahnik con mojo picón
Ruta en La Palma por los orígenes del creador de los zapatos más deseados. Nacido en la isla canaria y amante de su cara más rural y auténtica, la vegetación autóctona ha inspirado sus diseños
Los zapatos de Manolo Blahnik son fetiches para la protagonista de Sexo en Nueva York, impracticables muchos de sus modelos, sin embargo, en su isla natal, donde los adoquines y las cuestas acaban hasta con el mejor tacón. Su biógrafo, Colin McDowell, dijo que Blahnik "es una mezcla de escultor e ingeniero; sus zapatos, obras perfectas de la imaginación y la aeronáutica". Canario de origen eslavo y formación anglosajona, entre famosos y grandes capitales el diseñador se escapa a La Palma para tomar un respiro y encontrarse con sus raíces. "Viene más a menudo de lo que la gente se piensa", comenta una de sus amigas de la infancia. Defensor del casco histórico capitalino y nostálgico de la atmósfera original de la isla, dañada por algunas intervenciones equivocadas, sus pasos llevan también al municipio norteño de Garafía, donde la naturaleza alcanza su punto álgido. Rincones de verde predominante en los que el paisaje para fotografiar no lo indica un cartel, sino que lo define cada viajero a su antojo. El lujo de una flora salvaje que inspira al que es el diseñador de zapatos más influyente.
9.00 Almendrados en la calle Real
Del muelle a la plaza de la Alameda (1), los pulidos adoquines de la calle Real (2) en Santa Cruz de La Palma, son una muesca de la historia de esta ciudad. Casonas de colores y grandes ventanales desvelan que aquí se asentaron familias ricas -castellanas, portuguesas, flamencas y genovesas- atraídas por el desarrollo mercantilista tras implantarse, en 1558, el primer Juzgado de Indias de Canarias. Buques comerciales rumbo a colonias americanas debían ser allí registrados, lo que convirtió al puerto en uno de los más transitados de la época. Callejear por el trazado urbano sirve para descubrir los balcones de la avenida Marítima (3). Miradores privilegiados frente al mar, tallados en madera y pintados en llamativos tonos. Hacerles una buena foto obliga a dejarse salpicar por el agua que salta los muros del paseo. Impregnados del olor a mar, degustamos los típicos almendrados, una pasta dulce que combina con un té en la Placeta de Borrero (4) (www.laplaceta.es).
Pausadamente -que aquí las prisas no se estilan- se llega a la parroquia del Salvador (5) (Pérez Volcán, 1), el conjunto arquitectónico renacentista más importante de Canarias. Su desgastada escalinata conduce al barrio de San Sebastián, donde Blahnik tiene una de sus casas, a un paso del Teatro Circo de Marte (6) (Virgen de la Luz, 5; www.teatrocircodemarte.es). Hoy es un espacio cultural, pero fue concebido en 1871 para peleas de gallos.
12.00 La casona encantada
Subir la empinada avenida del Puente tiene como premio ver el pequeño pero encantador Teatro Chico (7) (Díaz Pimienta, 1). En su plaza anexa, imposible esquivar la mirada de los mayores que aquí pasan el rato en animada charla. Mientras que en el mercado, La Recova (8), con más de un siglo dando vida a la ciudad (www.santacruzdelapalma.es/larecova), es un pecado salir sin probar el queso de cabra. La Casa de Jorós (9) (Santos Abreu, 25) alberga el museo etnográfico (visita con cita previa), gestionado por la poeta Elsa López. A su inauguración no faltó Blahnik. Cuesta arriba, la Quinta Verde (10) (avenida del Puente, 41) desprende una magia especial incrustada en el acantilado y presumiendo de jardines. La leyenda -y las letras del grupo Taburiente- cuenta que el espíritu de su propietaria, la poeta Leocricia Pestana Fierro, nunca abandonó el edificio.
14.00 Sopa de miel
Ahora toca un refrigerio en la terraza del puerto deportivo de La Marina (11) (www.marinalapalma.es), para después comer en el restaurante Casa Indianos (12) (avenida de los Indianos, 2), que rinde homenaje a la fiesta estrella del carnaval palmero. Visitar la isla en esa época permite también probar uno de los postres favoritos del creador de zapatos, las sopas de miel. ¡Ojo! Elaboradas con miel de caña de azúcar; ni de abeja, ni de palma. La avenida conduce a la playa de Bajamar, ya en Breña Baja (13), y al antiguo hotel La Florida, posterior residencia de la familia Blahnik, donde nació el diseñador. El hotel fue restaurado conservando muebles antiguos, además de las plataneras y palmeras del jardín.
16.00 Laurisilva y pulpo fresco
La excursión hacia el norte hace suyo un adjetivo: verde. Pasado el municipio de Puntallana, aparece San Andrés y Sauces (14) entre profundos barrancos y plantaciones de platanares, ñameras y viñedos. Junto al centro de interpretación del bosque de Los Tiles (www.senderosdelapalma.com), espacio natural de laurisilva reconocido por la Unesco, se inicia un sendero hasta el pueblo de Los Sauces, donde se ve la plaza de Montserrat y, en dirección a la costa, el entrañable casco antiguo de San Andrés. A poca distancia, Puerto Espíndola, un pequeño muelle donde la merienda es una tapa de pulpo fresco con dulce final, formato chupito, en la destilería artesanal Aldea (Puerto Espíndola, 3; www.destileriasaldea.es).
18.00 Una playa íntima
Antes de continuar, dos advertencias: la carretera está llena de curvas y la influencia de los vientos alisios obliga a llevar un jersey. Quizá por eso Garafía (15) es un tesoro por descubrir. La naturaleza salvaje convive con tradiciones rurales. En la zona de Buracas destaca un frondoso pinar bien conservado y agrupaciones de dragos. El verde llega casi hasta la playa de Bujarén. Resguardados en su cueva volcánica, la intimidad solo está perturbada por algún lugareño que busca moluscos y morenas.
Manolo Blahnik adora recoger manzanas en su casita de Garafía, disfrutando del olor de los frutales. Las callejuelas de Santo Domingo, principal núcleo, o la estación rupestre de La Zarza y La Zarcita (carretera general del norte) -con espirales de los antiguos awaras- marcan itinerarios cargados de magia. Un suculento solomillo con castañas espera en el restaurante El Bernegal (Díaz y Suárez, s/n; 922 40 04 80) acompañado del singular vino local El Níspero.
22.00 Rozar las estrellas
Las cumbres de Garafía coronan la zona norte de La Caldera de Taburiente (16), parque nacional desde 1954 donde crecen plantas valiosas como el retamón y la violeta y especies como el lagarto tizón. Una excursión que se aplaza a otra jornada, pues requiere como mínimo ocho horas. Ahora el destino es el Roque de los Muchachos (17), la cima de la isla, con 2.426 metros de altitud. Lugar de culto guanche donde se ubica uno de los observatorios astrofísicos europeos más importantes. Se puede conocer este cielo sorprendentemente claro con las rutas astronómicas organizadas por Astrotour (www.astrotour.es). Aquí arriba el cielo parece diferente; está perforado por los astros, y lo difícil es no ver pasar una estrella fugaz. El deseo está claro: volver a la isla bonita.
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