El 20-N, en jerga económica
El PP vasco acaba de anunciar que mantendrá el aval otorgado en su día al Ejecutivo de Patxi López. Continuando con la metáfora mercantil, la sociedad vasca no debería temer un eventual default de su gobierno, menos después de lo sucedido el pasado domingo, ya que cuenta con una garantía de primer nivel, toda una triple A. ¿Seguimos con la jerga de los economistas? Pareciendo inadecuada para diagnosticar y resolver las cosas de la economía, tal vez sirva para aclarar los asuntos de la política. Probemos.
En la sesión del 20-N sólo cuatro valores han cotizado en el parqué de Euskadi. Se perfila así con nitidez creciente el rectángulo irregular derecha-izquierda y nacionalista-no nacionalista vasco.
López y su partido han decidido: se agotará la legislatura. Zapatero habría hecho lo mismo.
El gran triunfador ha sido Amaiur. Ha recibido un cuantioso capital, al menos a tres títulos: cuota, precio y préstamo. El electorado fiel ha ritualizado en las urnas (como otras veces en la calle) su compromiso con una trayectoria nacionalista radical; con ETA o sin ETA (que no es lo relevante), ha satisfecho religiosamente su cuota de lealtad. Un segundo bloque de electores, de procedencia mayoritaria nacionalista, ha querido premiar el esfuerzo de quienes han propiciado, desde dentro, el giro de la izquierda abertzale; consideran que su voto es la recompensa justa a un escenario real de de paz de valor incalculable. Otros, finalmente, nacionalistas o no, han entregado a la coalición un cheque en blanco, un anticipo o préstamo de confianza que esperan sea generosamente correspondido. La operación, por tanto, está fuertemente apalancada, casi con seguridad al límite de su capacidad de endeudamiento. El valor ha tocado techo; a partir de ahora, lo que el calendario marca son plazos de devolución.
El PNV ha salvado los muebles, expresión ambigua que sirve para admitir que se ha perdido un escaño, pero también para apreciar que ha sido la fuerza más votada. Su principal competidor, la izquierda abertzale, ha irrumpido con fuerza en el mercado. ¿Qué estrategia competitiva seguir en adelante? Una primera opción es disputarle la partida en su terrero y con sus propias armas, es decir, radicalizar el soberanismo. Otra opción es apostar por la moderación, el pragmatismo, el gradualismo, creando un perfil propio. La definición del producto sigue siendo un reto grave; nada nuevo, por otra parte, en un partido maestro en el manejo táctico. No obstante, lo ocurrido en Gipuzkoa arroja alguna pista acerca de los caminos a evitar.
Sin duda, el premio euskonobel de economía en materia política hay que concedérselo al PP. ¿No es la economía el arte de optimizar los logros a partir de unos recursos escasos? Pues bien, los ratios coste/beneficio alcanzados en estos dos últimos años son difíciles de igualar; parece impensable extraer tanto rendimiento a partir de una cesta tan modesta de votos en términos comparativos. En las elecciones autonómicas de 2009, en el País Vasco, el Partido Popular perdió votos y escaños; sin embargo, se convirtió en el puntal de un gobierno tambaleante. No ha padecido el menor desgaste después de tanto tiempo insulso transcurrido. Y ahora que los resultados electorales le confirman como la última de las cuatro fuerzas con representación parlamentaria, sin haberse llevado ni una migaja del gran festín español (idéntica cifra de votos que en las generales de 2008), se postula nuevamente como un garante firme del lehendakari López. Conoce con precisión la escasa solvencia del avalado, pero -nueva maravilla económica-, su garantía permanecerá intacta. ¿Qué más se puede pedir a una organización estancada que no sabe romper el tope actual de sus posibilidades entre el electorado vasco?
Poco se puede añadir a todo lo dicho y escrito en estos días acerca de la debacle socialista. El PSE-EE ha recibido un doble castigo, uno al exceso y otro al defecto. El primero se lo ha ganado a conciencia la casa matriz, básicamente en relación con la gestión de la crisis; todo ha sido sobreactuación, bandazos, improvisación y ruido. El segundo ha sido de naturaleza específicamente local, consecuencia de un gobierno sin relieve, ninguneado hasta la exasperación por sus propias jerarquías madrileñas y descolocado en un asunto tan sensible como el final del terrorismo. Digamos que ha faltado visibilidad en el mercado.
¿Habrían de abandonar el gobierno los socialistas vascos, como desean unos y vaticinan otros? La lógica económica dice que no. Nunca es tan cierto como aquí que una posición perdida en el mercado es difícil de recuperar. ¿Por qué, entonces, hacer fácil su pérdida? Los agentes económicos han de saber defender posiciones, tanto como atacar. ¿Dónde estar mejor guarecidos que en los cuarteles de Gasteiz? Del mercado te expulsan finalmente cuando un producto es inequívocamente mejor que el tuyo. ¿Quién tiene, quién conoce o dónde está expuesto ese proyecto alternativo de gobierno capaz de merecer hoy el favor de la sociedad? Ante razones tan aplastantes, López y su partido han tomado ya la decisión: se agotará la legislatura. Zapatero habría hecho lo mismo.
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