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Tras Veronica Lario regresa la discreción

Elsa Antonioli, esposa de Monti, tiene 67 años y trabaja en la Cruz Roja

La primera imagen que Italia captó de la esposa del nuevo primer ministro bastó para convencer al país de que por fin se cerraba una época y comenzaba otra bien distinta. Se acabaron las jovencitas disfrazadas de grandes señoras con maquillaje excesivo y gigantes bolsos de Louis Vuitton. Ya no habría más actrices y bailarinas llegadas al mundo de la política como si de un concurso de belleza se tratara. Se cancelaban los vuelos en aviones del Gobierno usados como taxis para llevar prostitutas a la mansión que Silvio Berlusconi posee en Cerdeña. Y también se terminaba con los reproches públicos de Veronica Lario a su marido.

Una tarde de la semana pasada todo cambió de golpe. Fue en la estación Termini de Roma, en la vía donde llegaba desde Milán un tren de alta velocidad. Allí estaba sin escolta, luciendo un maquillaje suave y peinado de mujer tradicional y a la vez refinada, Elsa Antonioli, desde hace 40 años la esposa de Mario Monti, el deus ex machina (la solución repentina) de un país que está al borde del colapso económico, social y emocional.

Al contrario que la mujer de berlusconi, ella sí participará en la vida política

Italia estaba demasiado humillada por la vulgaridad descarada de Berlusconi y su entorno como para no dejar escapar una sonrisa de alivio al mirar a aquella pareja normal y corriente que se alejaba por el andén caminando con una maleta de ruedas.

Elsa Antonioli es una mujer normal, anónima, que pocos conocían antes de que el presidente de la República Giorgio Napolitano eligiera a su marido para que se pusiera al frente del Gabinete. Milanesa, de 67 años, católica, licenciada en Ciencias Políticas y voluntaria de la Cruz Roja, es además madre de dos hijos y abuela que no se pelea con las arrugas ni con los años. Ella, a diferencia de su antecesora, huye del botox y de los retoques estéticos. Hoy, esta normalidad es noticia en Italia.

La mujer del primer ministro es sobria, elegante, discreta, al igual que su marido. Elsa Antonioli transmite seguridad y sencillez y, al contrario que Veronica Lario, que nunca se mudó a Roma y permaneció en su mansión de Arcore (Milán) sin participar en los compromisos institucionales que derivaban del cargo de Berlusconi, ella sigue a su esposo a todas partes. Lo hizo hasta Bruselas cuando, entre 1994 y 2005, Monti fue comisario europeo. Muy cercana al hombre que ama, también se mantiene independiente y férrea en las cuestiones que le interesan. Desde hace 20 años trabaja en la sección local de la Cruz Roja, y en los últimos 10 dirige el departamento femenino. Y cuando se sumerge en el trabajo y no le da tiempo hacer la compra y la nevera se queda vacía, se encuentra con un "marido muy tolerante", según comenta el diario La Repubblica.

Como miembro de la burguesía italiana, Elsa tiene una sola debilidad: acudir a los estrenos de la Scala, el teatro de la Ópera de Milán.

En estos días, cuando la prensa escudriña sobre el perfil de la recién llegada, la modista Raffaella Curiel ha revelado al mismo diario que Elsa Monti se lleva a su marido a su taller para que este le dé consejos en la elección de las prendas que va a lucir cada temporada. Tras años de desconcierto vuelve la normalidad a escena y se entierra la vulgaridad.

Elsa Antonioli, el jueves en el Senado.
Elsa Antonioli, el jueves en el Senado.EIDON FRUSTACI (CORDON PRESS)

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