La democracia ha muerto, ¡larga vida a la democracia!
"Españoles: la democracia ha muerto". El 20 de noviembre de 1975 el dictador Franco, gravemente enfermo, moría en Madrid. Nuestro particular 20-N, por su parte, verá la muerte anunciada de nuestra joven pero desgastada democracia, enferma tras exhalar la toxicidad de los mercados y recibir el ataque bacteriano de banqueros y políticos. Mundo global, enfermedad global. Grecia, cuna y tumba de la democracia. Sin embargo, sabemos que toda muerte es también un renacimiento. Grecia vive hoy amenazada por una economía global que ya ha acabado con sus instituciones democráticas. Papademos, exdirector del Banco Central Europeo y sucesor de Papandreu, representa el nuevo modelo de gobierno tecnocrático. Pero Grecia es también el inicio de la reinvención democrática, el lugar del eterno retorno, y nos sirve para enunciar nuestra última tesis: la democracia está hoy en otro sitio.
Hacer hoy política supone, más que nunca, imaginar otras formas de participación en lo común
En los últimos años se han aplicado políticas de desregulación que han beneficiado los intereses privados de los acreedores. A su vez, la concesión de miles de millones en ayudas a la banca ha legitimado el ataque especulativo de los mercados, llevando a los Estados periféricos al borde de la quiebra. En Galicia, sin ir más lejos, hemos padecido el sangrante proceso de fusión de las cajas, descarado ejemplo de expropiación de lo público. La ofensiva neoliberal ha llevado a los gobiernos europeos ante una disyuntiva: o bien se rescata a los bancos o bien se protege a la ciudadanía. No se ha manejado más que una opción, la del chantaje a través de la austeridad, optando por una política del miedo. Tal chantaje se ha valido del riesgo ante una hipotética aceleración de la crisis: quiebra de cajas y bancos, dificultad de acceso al crédito privado e imposibilidad de financiarización estatal.
Nosotros no creemos que solo exista una vía. Decir, con los indignados griegos, "no debemos, no vendemos y no pagamos" supone trazar el origen de una nueva pasión política. Hacer hoy política supone, más que nunca, imaginar otras formas de participación en los asuntos comunes. Lo común no es ni lo público ni lo privado, sino aquello que ha de ser gestionado directamente por la comunidad, que debe ostentar la titularidad de esos bienes sin restringir a nadie el acceso a los mismos. Es urgente un pacto ciudadano y un nuevo contrato que garantice el libre acceso a los servicios públicos, la redistribución de la riqueza y los mecanismos reales de participación democrática.
El ágora se ha convertido, precisamente, en nuestro común, desde El Cairo hasta Atenas pasando por Wall Street. Llevamos años regalando todas las infraestructuras construidas con nuestro trabajo a las plutocracias que han sembrado una crisis de la cual obtienen amplias cosechas. Ya nadie duda de que el 99% estamos siendo objeto de una gran operación de robo y estafa. Nuestras esperanzas ya no caben en sus urnas. Tampoco nuestros sueños. Mañana será un día triste, pues gane quien gane, lo que saldrá de los comicios no tendrá, para nosotros, legitimidad democrática. La democracia ha muerto, ¡larga vida a la democracia!
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