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ELECCIONES 2011 | Última semana de campaña
Columna
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La reconstrucción del partido socialista

Siendo como es la crisis económica un eficaz medio de destrucción de Gobiernos y cambio de mayorías (no menos de 11 desde 2009, por un solo caso de renovación de la saliente, el polaco) no tiene nada de particular que los sondeos que acaban de publicarse a seis días de la votación anuncien una contundente derrota del partido socialista. Tiene su lógica que así sea, aunque solo sea por una molesta razón: el partido está hecho unos zorros. Tras la catástrofe de mayo se avecina la calamidad de noviembre. Que esta sea de este tamaño o de aquel todo apunta que el resultado va a ser derrota por goleada, que sea escandalosa o no es lo que queda por decidir. A mi juicio esa es la peor faceta del legado del Sr. Rodríguez Zapatero.

Si no tira la toalla, difícil lo va a tener Rubalcaba a partir del domingo por la noche

En los días que corren está de moda señalar que en la parte positiva de la obra del presidente saliente hay que anotar el progreso de los derechos civiles. Si eso fuera cierto habría que concluir que los electores son de una ingratitud monumental; mucho me temo que no sea así, entre otras cosas porque los derechos civiles no han mejorado gran cosa en los últimos siete años. A los hechos me remito: no se ha avanzado en la autofinanciación de las confesiones religiosas, no se ha hecho una ley de libertad de información, no hay una ordenación efectiva que garantice la independencia de las RTV públicas (con la parcial y frágil excepción de TVE), seguimos siendo los únicos europeos importantes sin Consejo del Audiovisual, no se ha regulado la huelga, y un largo etc. más ¿Entonces? El cuento de los derechos civiles significa otra cosa: que el Gobierno saliente ha hecho el matrimonio entre personas del mismo sexo, ha instituido el divorcio exprés, ha hecho la reciente ley del aborto (en la que, por cierto, es falso que se consagre el aborto como un derecho), y eso es una parte relevante, si no la mayor, de su legado. Las cosas no deben estar tan claras cuando se da muestra de nerviosismo ante la posible decisión del Constitucional en los dos casos objeto de recurso, entre otras razones porque la compatibilidad de algunas de esas medidas con el principio de igualdad es cualquier cosa menos evidente. Sin embargo, es significativo que se razone así, porque al hacerlo se señala algo que es fundamental en la gestión del Sr. Rodríguez Zapatero.

Hace ya seis años que un estudioso de los partidos europeos agrupaba al PSOE junto con el New Laborism en el grupo de los partidos socialistas que, a la vista de la crisis de la socialdemocracia tradicional, habían optado no por la vía de renovar las políticas propias de esa corriente, aquellas que traen causa del principio del primado del trabajo, sino por desplazar el eje de su acción de estas últimas a una dimensión distinta: la del conflicto de valores, convirtiendo de este modo el eje de su acción pública en el propio de un partido liberal-radical. El autor habla de la centralidad de la "cultura liberal" en el proyecto político del partido. De este modo se procedía a una silenciosa sustitución de fines: los objetivos de procura de la igualdad material se abandonan a favor de remodelación de la cultura cívica sobre la base de un individualismo radical, remodelación impulsada, cuando no impuesta, por el Estado. No es solo que se haya evaporado el horizonte utópico de la socialdemocracia sin que se haya diseñado un sustituto, es que la emancipación de los individuos ha pasado a primer plano y a la procura de la igualdad (que es la dimensión específica del bienestar socialdemócrata) y la emancipación de los trabajadores se las ha llevado el viento. Siendo las cosas así, no debe extrañar que algo más de un millón de antiguos electores socialistas hayan migrado al PP, y que el PSOE actual tenga una fidelidad de voto del 44%. Y los que se van no son solo, ni principalmente, los centristas de clase media. Buena prueba de esa sustitución de fines se encuentra en el inquietante dato según el cual en siete años (de ellos casi tres de crisis) la distribución de la riqueza ha crecido en desigualdad, el sistema fiscal sigue pesando casi exclusivamente sobre las rentas del trabajo y la fiscalidad sobre consumo, o que se procure el equilibrio de las cuentas públicas mediante el recorte, cuando las cinco sextas partes del déficit se explican por la insuficiencia fiscal del actual régimen impositivo. Que un gran sector del electorado socialista fiel se vaya a casa, vistas así las cosas, no resulta precisamente sorprendente. Con los datos del CIS en la mano, el voto directo al PSOE ha pasado del 31% al 17,9%, una pérdida de 13 puntos. A 350.000 votos el punto, hagan números.

Nuestros abuelos lo tenían claro: "Amigo que no da y cuchillo que no corta, aunque se pierda no importa".

La tarea que comienza la noche del próximo domingo consiste esencialmente en reubicar al PSOE en el campo que le es propio, el de las políticas que desarrollan el principio del primado del trabajo, el de las políticas de procura de la igualdad y de emancipación de los trabajadores, del Estado de bienestar de orientación igualitaria sustentado en una economía moderna, en una fiscalidad progresiva y en una democracia de mayor calidad. Ahora bien, ese es un logro que linda con la imposibilidad en tanto en cuanto se mantenga un modelo de partido que puede resumirse en una mixtura de un sindicato de cargos orgánicos y electos, una sociedad de socorros mutuos y una máquina electoral. Sin un partido con una militancia amplia y activa, con capacidad para desarrollarse como una potente asociación civil al efecto de hacerse presente en los diversos escenarios de la vida social, aquella tarea será en extremo complicada, por no decir se será impracticable. El futuro, no solo del PSOE, sino el de la izquierda en su conjunto, se juega en ese reto.

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Resulta obvio que la tarea en cuestión exige no solo recuperar o integrar a militantes cualificados hoy en el exilio interior, sino también, y sobre todo, reclutar y formar una amplia militancia nueva, cosa solo posible si se les propone un discurso político diferente y un modelo político distinto. Como lo es que buena parte de los apparatchiks hoy en ejercicio son ampliamente merecedores de una jubilación (no siempre anticipada) para que la reconstrucción del PSOE sea factible. Una de las ironías de la actual situación radica precisamente en que el no muy abundante personal apto para la reconstrucción peina canas, cuando tiene algo que peinar, y que buena parte de la renovación generacional que ha impulsado el Sr. Rodríguez Zapatero no habrá llegado a los cincuenta, pero su calidad es manifiestamente mejorable. Si no tira la toalla, difícil lo va a tener el Sr. Rubalcaba a partir del domingo por la noche. Los diádocos del Sr. Rodríguez Zapatero van a dar guerra. Al tiempo.

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