Hombre divino
El famosísimo y, paradójicamente, casi desconocido Pitágoras fue uno de aquellos audaces presocráticos de inolvidable resonancia en la tradición filosófica perenne. Pero su perfil histórico (nacido en Samos hacia 570 antes de Cristo murió en Crotona hacia 490) quedó pronto oscurecido por una aureola mítica que hizo del fundador de la secta o escuela de su nombre una especie de "hombre divino", un fabuloso theios anér, héroe y santo de la cultura, de saber divino, al que sus discípulos profesaron un culto singular. En la época auroral de la filosofía Pitágoras es una figura singular entre los graves presocráticos, con su prestigio de chamán e innovador religioso. El filósofo Heráclito, en un célebre fragmento, lo criticaba por su polymathíe, es decir, sus muchos saberes y su carencia de inteligencia (nous). En efecto, Pitágoras fue gran investigador original en matemáticas, astronomía, filosofía, retórica, política, ética, arte profético, medicina y religión. Descubrió acaso algunos teoremas matemáticos (tal vez no el que lleva su nombre), sostuvo que el número es el fundamento del cosmos y habló de la armonía de las celestes esferas, pero sabemos poco de sus teorías científicas; indudablemente es más esencial su doctrina de la inmortalidad y la metempsicosis; es decir, la trasmigración del alma después de la muerte para reencarnarse en diversos cuerpos, humanos y no humanos, como premio o castigo por la conducta anterior. Con una memoria extraordinaria, Pitágoras recordaba varias de sus vidas anteriores.
Vidas de Pitágoras
David Hernández de la Fuente
Atalanta. Vilaür, 2011
440 páginas. 25 euros
La escuela que fundó tuvo en el sur de Italia una gran influencia religiosa y política; perduró e influyó en las teorías de grandes filósofos como Empédocles (que también sabía de otras existencias y era otro "hombre divino", además de poeta). Y también en Platón que tuvo amistad con Filolao y Arquitas y los pitagóricos de su tiempo. Siglos después la doctrina renació vivaz en el pitagorismo romano y en adeptos neoplatónicos. Su ascética vegetariana y su mística tuvieron largos ecos, como los tuvo uno de sus más extraños preceptos: el severo mandato de "no acercarse a las habas". Lo histórico se combina aquí con la leyenda en las cinco curiosas Vidas de Pitágoras traducidas. La más antigua de unos cinco siglos después de su muerte, y la más larga es la escrita por Jámblico, un neoplatónico ya del siglo III-IV después de Cristo. Esas biografías de halo hagiográfico nos hablan del legendario prestigio de esas enseñanzas mistéricas.
David Hernández de la Fuente ofrece, en la primera parte, un amplio, original y completo estudio de Pitágoras y su escuela, enmarcándolo muy bien en el contexto de su época. Analiza inteligentemente los datos antiguos, y unas pocas imágenes curiosas, con un admirable manejo de la bibliografía reciente. Al reunir luego en una excelente y bien anotada traducción esas cinco antiguas biografías, tan pintorescas y sugerentes, ha compuesto un libro sabio, ameno y original que bien se merece su esmerada edición.
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