Desayuno en el patio

Era una cuestión de tiempo la proliferación de alojamientos pequeños y con encanto en la histórica Almagro, la capital del Festival de Teatro Clásico más importante de España. Tanto que a un empresario local dedicado a la comercialización de embutidos le oliera a pata negra una casa grande (por tamaño) del siglo XVI no muy lejos de la Plaza Mayor y su Corral de Comedias. Para qué perder el tiempo si el turismo hacia esta población manchega no ha cesado de crecer con los años y aún se esperan afluencias mayores a poco que Lope de Vega le ceda espacio a otros espectáculos variados. Su idea inicial contemplaba la rehabilitación de toda la corrala para ofrecer el alquiler de seis viviendas. Pero enseguida asumió que el turismo de calidad exigía ahí un hotel y alguien de su confianza al frente. Su yerno Pablo Pérez fue el elegido.

Desde muy temprano, por la mañana, Pérez se parapeta tras el mostrador de recepción y despacha la salida de la clientela excursionista, mientras el resto da cuenta del bufé de desayuno -portentoso, fotogénico y, la verdad, renovado cada poco- aposentado frente a las mesas que se reparten por la corrala. Todo gira alrededor de este luminoso patio, pavimentado con baldosas hidráulicas y ambientado por entero con aperos de labranza, macetas, rejería y los consabidos tópicos de cualquier casa manchega. Al fondo se esconde una piscina de mediano tamaño, protegida por una bóveda acristalada tipo corredera.

Las 19 habitaciones se reconocen por un nombre referido al Quijote: Dulcinea, Sancho, Rocinante, La Encina, La Higuera, El Martinico, El Acerico, El Alcaduz, El Bolillo, El Picao, La Besana, La Parra, La Oliva... Nada del otro jueves. Son sencillas, muy someras, lo que se agradece a la vista de cómo está exornado el patio. Los baños son pequeños e incómodos. Casi no se puede acceder al excusado. Algo sombrías las que dan a ras de asfalto. Y ruidosas cuando las ventanas permanecen abiertas, aunque la calle no sea muy transitada.

No hay comedor en el hotel, lo cual no supone demasiada incomodidad en una población tan bien surtida de restaurantes, apostilla el gerente. Por recomendar uno, salimos bien parados de El Corregidor. Carnes notables, servidas por Juan García Elvira. Y un tempranillo rico: Requiebro.